ECONOMíA

En Australia ya opera el reactor made in Argentina

La exportación llave en mano por 200 millones de dólares es la mayor de ese tipo hecha por el país hasta ahora. Invap se adjudicó el contrato, venciendo a tres potencias mundiales.

 Por Fernando Krakowiak

Desde Sydney

Luego de cinco años de construcción, se inauguró ayer el reactor nuclear OPAL, la mayor exportación tecnológica “llave en mano” de la historia argentina. Doscientos millones de dólares desembolsó el gobierno australiano por esta obra diseñada y construida por la empresa estatal Invap, con el asesoramiento de la Comisión Nacional de Energía Atómica. El ministro de Planificación, Julio De Vido, y su par de Educación, Daniel Filmus, encabezaron la delegación argentina en este evento inusual para un país acostumbrado a exportar carnes y cereales. Las organizaciones ambientales de Argentina habían resistido el acuerdo bilateral en sus inicios porque contempla la opción de importar los residuos nucleares para su tratamiento en el país. Sin embargo, Australia resolvió hace pocos meses que enviará ese material a Estados Unidos. La inauguración fue un acto formal, pues el reactor está funcionando a su máxima potencia desde noviembre del año pasado. Página/12 accedió a la zona restringida del núcleo y pudo ver cómo el agua de la pileta ya está emitiendo la luz azul distintiva de la radiación, característica de la fisión nuclear.

En junio de 1998, la Organización de Ciencia y Tecnología Nuclear Australiana (Ansto, según las siglas en inglés) convocó a licitación para el diseño, construcción y puesta en marcha de un reactor nuclear en la localidad de Lucas Heights, a 35 kilómetros de Sydney. La oferta de Invap se impuso por sobre las propuestas de tres poderosas firmas del sector a nivel internacional: la alemana Siemens, la francesa Technicatome y la canadiense AECL (responsable de la construcción de Embalse Río Tercero). El contrato se firmó por 180 millones de dólares (luego terminaría superando los 200 millones) y la construcción comenzó en abril de 2002.

El reactor OPAL es uno de los más modernos de su tipo, usa uranio enriquecido al 20 por ciento y tiene una potencia de 20 megavatios, el doble de la que dispone la planta que posee la Comisión de Energía Atómica en Ezeiza. El gobierno australiano lo mandó a construir con fines medicinales, industriales y de investigación científica. Puede servir, por ejemplo, para abastecer de insumos a los servicios de radioterapia de los hospitales y para combatir las plagas en la horticultura. “Cada dólar invertido valió la pena. Quien no hace este tipo de inversión no piensa en el futuro”, aseguró ayer el primer ministro australiano, John Howard, durante la inauguración. Por su parte, el ministro De Vido se manifestó orgulloso del proyecto y volvió a reivindicar “la energía nuclear con aplicaciones pacíficas”.

El proyecto tuvo que atravesar algunos inconvenientes antes de concretarse. El primero surgió a partir del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, en septiembre de 2001. En Australia temieron entonces que una central nuclear pudiera convertirse en un blanco del terrorismo internacional y casi abortan el proyecto. El segundo problema se presentó cuando estalló la crisis argentina en diciembre de 2001. En ese momento, se especuló con la posibilidad de que los australianos pudieran llegar a dar marcha atrás con la contratación, pues todavía no habían comenzado las obras. Sin embargo, Ansto le ratificó la confianza a Invap.

El tercero, y más importante, conflicto se expresó a través de la resistencia de Greenpeace y otros grupos ecologistas, que denunciaron el convenio firmado con Australia para la venta del reactor porque contemplaba la opción de importar los residuos nucleares que éste generara para su tratamiento y posterior devolución. Los ambientalistas afirmaban que esa cláusula del acuerdo transformaría a la Argentina en territorio de depósito de residuos nucleares, vulnerando la Constitución. El debate postergó la aprobación del tratado durante más de cuatro años, hasta que finalmente la Cámara de Diputados lo aprobó en diciembre de 2004.

Pero los residuos ya no vendrán al país. “Nosotros estábamos en condiciones de importar el elemento combustible gastado para acondicionarlo. Hubiera sido un gran negocio para Argentina, pero la resistencia de ciertos sectores fue tan grande que se terminó descartando esa opción y Australia le encargó la tarea a los Estados Unidos”, señaló a Página/12 Juan José Gil Gerbino, gerente de proyectos nucleares de Invap. La decisión de Australia se debió, además, a la atractiva oferta de Estados Unidos para quedarse con los residuos radioactivos.

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Julio De Vido, ministro de Planificación, en Australia.
Imagen: Télam
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