ECONOMíA › LA LUPA

Verdolaga

 Por J. M. Pasquini Durán

Concluidos los fastos relacionados con el Dr. RA, los problemas más generales vuelven a hacerse sentir. Como un río más o menos emergente de lava, el volcán financiero internacional comienza a devorar las bases de la economía mundial. Es una repercusión lógica, habida cuenta del peso imperial de Estados Unidos, epicentro del desastre, sobre el comercio, el crédito y el dólar, moneda-patrón del mundo.

Tiene su miga, por consiguiente, la decisión china de comerciar en moneda local –como lo hacen Argentina y Brasil–, para lo cual ya firmó un acuerdo formal con el Gobierno, justamente porque tiene reservas e inversiones en dólar, que la ponen en peligro si mañana o pasado el billete verde cae en picada. Al fin y al cabo, el dólar se sostiene porque todo el mundo, que ahorra en verde, hace fuerza para que las reservas no queden licuadas.

Esta debió ser una cuestión para el G-20, así no fuera en público, pero no hay un solo indicio de que el cónclave haya tomado en cuenta la señal china. Obama, el reformador, y Gordon Brown, el laborista, prefieren romperse antes que doblarse frente a la última lectura de la crisis. Puede que no sea el fin del capitalismo, tantas veces pronosticado en vano, pero es preciso una limpieza a fondo del sistema para prescindir de la basura, lo vencido, las antiguallas.

El caso prototípico es el Fondo Monetario Internacional (FMI), fundado después de la Segunda Guerra Mundial para propósitos y condiciones que hace rato ya no existen. Nadie dice que no tengan su administrador de capitales, con el nombre que quieran, pero adaptado a los tiempos modernos en lugar de pensar al mundo como una plantación sureña del siglo XIX, con los esclavos incluidos.

Es curioso que los que viven criticando a los demás por no aprovechar las ocasiones pierdan horas de televisión sin decir una palabra de esta resistencia a las reformas verdaderas. Claro que esta época con Joe Biden, vicepresidente norteamericano, a la cabeza del progresismo, no deja espacio para pensar en derechas o izquierdas.

Lo único que mantiene en vilo las convicciones ideológicas son las personas de trabajo, las que viven de la realidad y de sus ilusiones. Ellas están preocupadas porque el G-20 no abrió ninguna puerta al futuro. Por eso la CTA prepara una jornada de agitación para el 22 de abril. Si a los banqueros nada les alcanza, a los paupérrimos les hace falta menos, pero más de lo que reciben: trabajo, salarios, educación, salud.

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