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Jubilar al Fondo Monetario

 Por Mark Weisbrot *

El Fondo Monetario Internacional cumple 65 este año. Antes de la crisis económica actual, este organismo había reducido su volumen de trabajo drásticamente hasta casi un nivel de jubilación. Su portafolio de préstamos se redujo un 92 por ciento en cuatro años. Pero como muchas personas de la tercera edad que han sido afectadas por la crisis global, el Fondo siguió trabajando a pesar de que ya alcanzó la edad para jubilarse, y ahora está expandiendo sus responsabilidades.

El FMI tiene un historial que parece haber sido ignorado en las discusiones en las que se propuso aumentar sus recursos en 750 mil millones de dólares. Hace casi doce años, una crisis financiera afectó a Tailandia, Corea del Sur, Indonesia, Filipinas y Malasia. La palabra “contagio” se convirtió en parte del léxico de los reportes financieros a medida que la crisis se propagaba hacia Rusia, Brasil, Argentina y otros países.

La respuesta del FMI para esa crisis fue rotundamente criticada por algunos economistas en aquel tiempo. Jeffrey Sachs, que entonces estaba en el Instituto para el Desarrollo Internacional de Harvard, llamó al FMI “la fiebre tifoidea de los mercados emergentes, propagando desaceleraciones en país tras país”. El Premio Nobel en Economía Joseph Stiglitz también criticó al Fondo por su mal manejo de la crisis de Asia y pasó a escribir criticas sistemáticas sobre varias de las políticas del FMI.

Durante la crisis de Asia, el Fondo falló en proporcionar reservas extranjeras cuando más se necesitaba. Después impuso políticas que empeoraron el descenso. Hizo lo mismo en Argentina, y prestó decenas de miles de millones de dólares para apoyar un tipo de cambio insostenible, el cual inevitablemente se desplomó junto con una suspensión de pagos de la deuda soberana record. Después de esa experiencia, muchos países de ingresos medianos acumularon divisas para nunca tener que depender del Fondo otra vez. Nadie en el FMI asumió la responsabilidad por los errores que innecesariamente causaron tanto desempleo, pérdidas de producción y pobreza. Ni tampoco se introdujeron reformas importantes en la institución. El Fondo tiene 185 países miembros, pero unos cuantos países ricos –en su mayor parte Estados Unidos, algunos europeos y Japón– tienen una mayoría sólida y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos es el supervisor principal del Fondo.

El FMI declara haber cambiado, pero un vistazo a nueve “Acuerdos de Derecho de Giro” –su acuerdo básico de préstamos a corto plazo– que ha negociado desde septiembre del año pasado revela los mismos errores que cometió en la última crisis. Todos los acuerdos incluyen la reducción del gasto público, aun cuando el FMI declaró su compromiso con promover un estímulo fiscal global. El Salvador firmó un acuerdo con el FMI que no le permite usar una política fiscal expansionista –como lo está haciendo ahora Estados Unidos– para contrarrestar la caída de su economía. Como El Salvador adoptó el dólar estadounidense como su moneda, la política fiscal –incremento en el gasto público o impuestos más bajos– es prácticamente la única herramienta que puede usar para combatir una desaceleración que es inevitable cuando la economía de Estados Unidos continúa contrayéndose. El Salvador recibe 18 por ciento del PIB en forma de remesas de Estados Unidos, y exporta aproximadamente 9,6 por ciento del PIB hacia ese mismo país. Pakistán se comprometió a reducir fuertemente su gasto público y aumentar las tasas de interés, a pesar del impacto de demanda negativo en la economía. Ucrania también tuvo que luchar con el Fondo por la reducción del gasto público, a pesar de que su PIB se reducirá en un 9 por ciento este año y el país tiene una deuda pública baja.

Estos y otros ejemplos indican que a pesar de la profundidad de la desaceleración mundial, el Fondo está dispuesto a sacrificar el empleo y a aumentar la pobreza, en busca de otras metas. Un país siempre puede reducir su déficit comercial al contraer su economía, ya que eso causa que los hogares y negocios importen menos. El propósito principal de los préstamos del FMI durante la crisis actual debería ser permitir que países de bajos y medios recursos puedan hacer lo que los países ricos están haciendo: implementar medidas de estímulo fiscal para contrarrestar la caída del producto. La mayoría de los países puede hacer esto, si no enfrentan problemas en la balanza de pagos. China, por ejemplo, tiene cerca de 2 billones de dólares de reservas internacionales, y debido a eso puede continuar con un estímulo fiscal grande. Si el FMI estuviera dispuesto a ayudar, más países podrían seguir el ejemplo.

Los gobiernos no deberían comprometerse a darle más dinero al FMI sin requerir que la institución revise sus más recientes acuerdos y adopte reformas serias que requieran transparencia y cambios en la política.

* Codirector del Center for Economic and Policy Research, en Washington, D.C.

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