EL MUNDO › LA HISTORIA SECRETA DE LAS NEGOCIACIONES CON LAS FARC

El poker de Bogotá

En un juego donde todos mienten y todos esconden, las pistas que llevaron al ejército colombiano al campamento de Raúl Reyes eran conocidas por todos los actores mucho antes del ataque que frenó la liberación de Ingrid Betancourt.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

El poker de Bogotá. Siete jugadores en torno de una mesa: Alvaro Uribe, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Hugo Chávez, Ecuador, Francia, la senadora Piedad Córdoba, las familias de los rehenes secuestrados por las FARC. Hay otros actores periféricos que influencian el desarrollo del juego: Argentina, Brasil, Cuba, Estados Unidos. ¿Quién miente más? ¿Quién sube y condiciona las apuestas de este juego casi planetario que quedó en suspenso luego de la muerte del Nº 2 de las FARC, Raúl Reyes? Las últimas informaciones, desmentidos, acusaciones y rumores ofrecen una perspectiva que convergen en varias evidencias y en una alarmante interrogación sobre la forma en que procedió el gobierno de Alvaro Uribe para sacar del medio a Raúl Reyes, sobre el papel que jugaron o que creyeron jugar los emisarios europeos de Francia, Suiza y España y sobre la dimensión de la implicación de Ecuador en este billar de bandas movedizas. Todo indica que los emisarios europeos funcionaron como la miga de pan que condujo a las huellas de Raúl Reyes.

Bogotá mató a Raúl Reyes cuando éste se encontraba en territorio ecuatoriano en momentos en que el responsable de las FARC negociaba un proceso de liberación de los rehenes con París, Suiza, España, Caracas y Ecuador. Del lado francés, el hombre clave de esa negociación secreta que, a pesar de los argumentos de Colombia, estaba autorizado por el Ejecutivo colombiano, era Noell Saez, ex cónsul de Francia en Bogotá y posteriormente la carta de Nicolas Sarkozy en el poker de Bogotá. La implicación de Francia en la crisis de los rehenes no necesita mayor despliegue. Francia empezó a intervenir de manera elocuente a favor de la liberación de la franco-colombiana Ingrid Betancourt en la época en que el ex primer ministro Dominique de Villepin era canciller. Nicolas Sarkozy hizo de esa liberación un tema tan central de su política exterior que, según narra el semanario colombiano El Espectador en su edición del 27 de diciembre pasado, cuando Alvaro Uribe autorizó el rescate militar de los rehenes, “el presidente francés se movilizó de inmediato. Según funcionarios diplomáticos colombianos, Sarkozy envió un non paper (en lenguaje diplomático, una carta de protesta no oficial) en el que advertía que estaba considerando presentar ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una moción para discutir la crisis humanitaria de Colombia, si el gobierno continuaba con la idea del rescate militar”.

Las condiciones de la muerte de Raúl Reyes esbozan las conductas paralelas de los actores de este enredo. Colombia siempre le reprochó a Francia jugar en dos mesas a la vez: una, el respaldo oficial que París les da a Uribe y a la intervención de la Iglesia como mediadora: dos, la búsqueda de canales alternativos a través de la mediación de Hugo Chávez, además de un supuesto acuerdo entre Sarkozy y Chávez para sacar a las FARC de la lista de grupos terroristas mientras que, en público, Francia defiende la opción contraria.

Los europeos devuelven ese reproche y recuerdan que Colombia siempre se sirvió del telón de fondo de las negociaciones para golpear a las FARC, y citan cinco instancias.

Primero, el complot para que naufrague la operación secreta organizada en julio de 2003 por el ex canciller francés Dominique de Villepin con el fin de liberar a Ingrid Betancourt. El 9 de julio de ese año un avión Hércules C130 fletado por la Cancillería aterrizó en Manaos, Brasil, con once agentes de los servicios secretos franceses y una carga sustancial de medicamentos. Los hombres entraron en Colombia y esperaron cuatro días en la jungla a que las FARC les entregaran a Ingrid Betancourt. Pero era un cuento de hadas: los servicios colombianos estaban al corriente y los agentes terminaron arrestados en Brasil luego de que el piloto de una avioneta que habían alquilado los denunciara a la policía.

Segundo, la estrategia consciente para hacer fracasar el trabajo paciente de los enviados especiales suizos que, junto con Francia y España, montaron un andamiaje para que las FARC y el gobierno de Uribe acordaran una zona de encuentro y de despeje. Uribe echó todo por tierra cuando reveló el plan “secreto” en una conferencia de prensa.

Tercero, el arresto de Rodrigo Granda en Venezuela –liberado más tarde a pedido de Sarkozy– y de Simón Trinidad en Ecuador –extraditado a los Estados Unidos–, cuando ambos emisarios de las FARC negociaban con delegados del Viejo Continente la liberación de ciertos rehenes.

Cuarto, la “intercepción” de las pruebas de vida sobre los secuestrados, recuperadas por los servicios colombianos cuando, en realidad, éstas estaban destinadas a Hugo Chávez, que debía hacerlas públicas en París durante su visita a Francia (en esas pruebas están las dramáticas imágenes de Ingrid Betancourt que conmovieron al mundo entero).

Quinto, la tercera “casi” acusación, una suerte de duda flotando sobre el cadáver de Reyes. ¿Cómo llegó Bogotá hasta él? Según Colombia, el hallazgo de Reyes se debió a un paciente trabajo de inteligencia que permitió localizarlo en Ecuador. Pocos días después de su muerte militares colombianos indicaron a los medios locales que el punto de localización exacta lo dio una llamada telefónica que Hugo Chávez le hizo a Reyes a su teléfono Satélite. El lunes, la senadora Piedad Córdoba dio otra versión en una entrevista publicada por la revista Cambio: fue una llamada del emisario francés Noell Saez a Raúl Reyes, interceptada por la inteligencia colombiana, lo que condujo a dar con él.

Córdoba sostiene que dicha llamada se intervino “dos o tres días” antes de que Colombia terminara con la vida de Reyes en Ecuador. Siempre según la senadora, dicha llamada fue hecha luego de una reunión celebrada en Panamá en la que participaron el comisionado para la Paz del gobierno colombiano, Luis Carlos Restrepo, y los enviados del gobierno francés Daniel Parfait y Noé Saez. “Tengo entendido que la reunión se dio porque Restrepo les comentó que el gobierno los autorizaba a hablar con Reyes para mirar cómo se podía dar la liberación de Ingrid”, dijo la senadora, que agregó: “La liberación de Ingrid ya había empezado a considerarse (...) Los franceses llamaron a Reyes al teléfono satelital y ahí fue que lo escucharon”. Córdoba fue aún más lejos y aseguró: “Incluso Saez le dijo en estos días a un amigo mío que se sentía responsable por la muerte de Reyes, pues creía que por su llamada ubicaron al jefe guerrillero”.

La veracidad de esta información fue rápidamente desmentida por uno de los protagonistas de la cumbre de Panamá, Luis Carlos Restrepo. Ayer, en una carta publicada en su portal de Internet, Restrepo dio esta versión: como dice la senadora, me reuní el 26 de febrero en Panamá con Daniel Parfait, los dos delegados europeos para los contactos con las FARC y representantes de España y Suiza, a fin de evaluar posibles caminos para avanzar en el acuerdo humanitario. “En dicha reunión no se acordó entrar en contacto con Reyes ni con ningún otro miembro de las FARC, entre otras cosas porque Francia prefería esperar a que terminara la dinámica de las liberaciones unilaterales.”

Informaciones recabadas por Página/12 y confirmadas por la misma prensa francesa registran un escenario donde el juego doble es rey. En primer lugar, el semanario Le Nouvel Observateur confirmó que la reunión de Panamá a la que hacen referencia Piedad Córdoba y Carlos Restrepo se hizo a pedido de Alvaro Uribe. En segundo, en dicha reunión los europeos convinieron desplazarse a la zona donde estaba Reyes, que no era ningún secreto para nadie, como lo prueban la sólida cantidad de periodistas que lo entrevistaron por esas zonas. La perspectiva se presentaba tan bien que el semanario francés cuenta que “ese 26 de febrero Nicolas Sarkozy tiene una media sonrisa: está persuadido de que algo se desbloqueó en el nudo colombiano”. El motivo era tan inesperado como útil: Noel Saez, el emisario francés, un hombre apoyado 008 y de un gran coraje, había sido invitado a Panamá por Alvaro Uribe a una reunión secreta en la que están también presentes Luis Carlos Restrepo, el emisario suizo Jean-Pierre Gontard y un representante del gobierno español. Varias fuentes narraron –y así lo certifica el semanario francés– que Carlos Restrepo pidió expresamente a los europeos que tomaran contacto con Raúl Reyes para desbloquear el tema de los rehenes. La novedad es sustancial y suscitó esta reacción en la presidencia francesa: “En el Elíseo (palacio presidencial) hay escepticismo. ¿Por qué el inflexible jefe de Estado andino se volvería un intermediario de sus peores enemigos?”. Lo cierto es que después de repetidas constataciones el grupo de europeos –franceses, españoles y suizos– pacta la cita con Reyes. Existen dos fechas para ese encuentro. La información de Página/12 fija la cita para el 10 de marzo mientras que Le Nouvel Observateur afirma que es el 12. El punto de encuentro está situado en la jungla, del lado ecuatoriano.

Ese camino no constituye una novedad. En los últimos cinco años varios emisarios del Viejo Continente se entrevistaron con Reyes en esas coordenadas. Más aún, entre 2006 y 2008, Reyes autorizó a muchos periodistas a llegar hasta él para hacerle una entrevista y lo mismo hizo con dirigentes comunistas de América latina. Por si alguna duda queda, existe información pública al respecto.

En septiembre de 2005 (9/09), un despacho de la agencia AFP publicado por el diario ecuatoriano El Mercurio fechado en Quito anota: “Un emisario francés que negocia la liberación de la política colombiana Ingrid Betancourt, en poder de la guerrilla de las FARC, viajó tres veces a Ecuador para pasar clandestinamente a una zona selvática de Colombia y reunirse con el jefe rebelde Raúl Reyes, reveló un informe de inteligencia divulgado ayer”. Dicho informe resalta: “Los reportes de agentes de seguridad precisan que el funcionario francés a cargo de la misión fue Noel Saez”. Saez ha ingresado tres veces a Ecuador. El delegado “llegó a Quito a inicios de este mes portando un pasaporte diplomático. Luego se trasladó vía terrestre hasta Nueva Loja y de allí pasó, en forma clandestina, al departamento colombiano de Putumayo, donde tenía previsto reunirse con Reyes”. El reporte añade que “Saez permaneció varios días en la selva del Putumayo, regresó a Quito por tierra hace dos semanas y luego tomó un avión con destino a Bogotá”.

Es sumamente enriquecedor constar también que en el mismo artículo de El Mercurio los militares ecuatorianos reconocen con nombre y apellido la presencia de las FARC en Ecuador. Esta es la cita: “Las Fuerzas Militares admitieron ayer que la guerrilla de las FARC filtró el territorio y reiteraron que enfrentan a los rebeldes sin el apoyo de las tropas colombianas, acatando la política de no intervención que les impide operar conjuntamente”. Y luego cita a Manuel Zapater, jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas: “Los indicios que se han encontrado demuestran que ha existido un campamento, de que se filtran, se filtran. Definitivamente así ha ocurrido”.

Zapater expresó que sus hombres cumplen en la zona “labores de inteligencia y control”, en lo que denominó “una estrategia de carácter defensivo”, que explicó de la siguiente manera: “Tenemos excelente relación con las Fuerzas Armadas colombianas, pero no estamos trabajando conjuntamente porque la política de Estado nuestra es la de no intervención en los asuntos internos de otros países”.

El dato que aporta El Mercurio es tanto más útil por cuanto confirma que la penetración de las FARC en territorio ecuatoriano es muy anterior al gobierno de Correa. Cabe puntualizar aquí que durante la cumbre del Grupo de Río que se celebró en Santo Domingo, Alvaro Uribe afirmó que a él nunca le habían informado que Ecuador integraba el comité de países que intervenían en la liberación de los rehenes. Es en ese contexto claro y conocido que los delegados europeos decidieron, al cabo de la cumbre de Panamá, ir a ver a Reyes a aquella jungla. A este respecto, Le Nouvel Observateur revela que el grupo de emisarios tiene “garantías de no ser perturbado por bombardeos de la aviación colombiana durante su estadía”.

Pero Reyes cae en el radar de los servicios secretos, que informan a Uribe. Este, al parecer, ordenó localizar a los emisarios de España, Suiza y Francia para corroborar que no estaban en la zona del futuro ataque contra el Nº 2 de las FARC. Poco había de realmente secreto en este esquema.

Apenas trascendió la muerte de Raúl Reyes, el portavoz de la Cancillería francesa, Pascale Andreani, ratificó la realización de ese dialogo: “En el marco de la facilitación que nosotros hacemos –España, Suiza, Francia– teníamos contactos con Raúl Reyes. Y puedo decirles que los colombianos estaban al corriente”.

Es evidente que las FARC tenían plena confianza en Noel Saez. Su relación remonta a antes del año 2003. Así lo demuestra Jacques Thomet, el ex jefe de la oficina de la AFP en Bogotá, en su libro AFP, los soldados de la información.

El 5 de julio de 2007, el Comando Conjunto de Occidente FARC-EP emitió un comunicado solicitando al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y al trío de países facilitadores para el intercambio humanitario (España, Francia y Suiza) su intervención para la entrega de los cuerpos de los once diputados que murieron en circunstancias poco transparentes mientras estaban secuestrados por las FARC. La solicitud, firmada por Reyes, está destinada a Noel Saez, a Jean-Pierre Gontard, asesor del Ministerio de Exteriores de Suiza, y a Alvaro Leyva, mediador colombiano.

Es un auténtico poker: ¿quién miente más?, ¿quién disimula más? Fuera de los mismos rehenes, no hay ni buenos ni malos. Todo vale en esta guerra cruenta. Un poker real que suele tener, como la vida, ganadores cambiantes.

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