EL MUNDO › HECTOR FERNANDEZ PARDO, SUBDIRECTOR DE LA OFICINA DEL PROGRAMA MARTIANO, DE CUBA

“Viví en el monstruo y le conozco las entrañas, y mi honda es la de David”

José Martí fue un precursor de muchas de las posiciones latinoamericanistas de hoy. Fino escritor, tuvo una peculiar relación con los argentinos: fue nuestro cónsul en Nueva York y por años fue corresponsal de “La Nación” en EE.UU., criticando en sus columnas al expansionismo norteamericano. En enero habrá un programa de homenajes por su natalicio y Fernández Pardo visitó el país para prepararlo.

 Por Luis Bruschtein

A fines del siglo pasado, Estados Unidos organizó la Primera Conferencia Panamericana en Washington con la intención de imponer medidas para monopolizar el comercio en el continente, una idea similar a la que se plantea ahora, más de cien años después, con el ALCA. En ese momento, el prócer de la independencia de Cuba José Martí era corresponsal del diario argentino La Nación y en sus artículos criticó duramente la política expansionista norteamericana. “Se podría decir que su visión de aquel entonces tiene una vigencia total ahora cuando se está planteando el ALCA”, apunta Héctor Fernández Pardo, subdirector de la Oficina de Programa Martiano de Cuba. Martí fue luego cónsul argentino en Nueva York, polemizó con la idea de “civilización o barbarie” de Sarmiento y mantuvo una extensa relación epistolar con Bartolomé Mitre y Vedia. Al ideal independentista, Martí sumaba una visión muy clara del expansionismo norteamericano y concepciones de fuerte contenido social. “La raíz y el tronco de la Revolución Cubana es Martí –afirma Fernández Pardo, quien se encuentra en la Argentina para la organización de los actos para celebrar el sesquicentenario del natalicio del prócer–, lo demás es para completar.”
–¿Cómo se relaciona Martí con la Argentina?
–Se vincula cuando empieza a trabajar con el delegado argentino a la primera conferencia internacional panamericana en Washington, en octubre del 1889. En ese momento, el delegado era Sáenz Peña, que tenía como secretario al cubano Gonzalo de Quesada, muy amigo de Martí. A Gonzalo de Quesada se debe la recopilación de toda la obra de Martí, porque antes de partir hacia Cuba, Martí le dejó indicaciones de cómo debía hacerlo. Es muy interesante porque él trabaja con este hombre, ya como corresponsal de La Nación, entonces seguía de cerca las posiciones de la Argentina y las reflejaba en el periódico. Por esa vía establece una relación muy cercana con la Cancillería argentina que entonces lo nombra cónsul en Nueva York.
–¿Y la relación con La Nación cómo empezó?
–Bueno, todo comenzó con la relación con Bartolomé Mitre y Vedia, quien le propone a Martí trabajar para el diario. Por cierto que la primera crónica que Martí escribió para La Nación fue censurada. No le permitieron publicarla completa.
–¿Sobre qué trataba esa crónica?
–Martí escribía sus notas en un género epistolar. Mitre le escribió una carta muy bonita explicándole la razón de esa censura. En esa primera crónica Martí habla de cómo era el trabajo de los obreros. En una de las partes que se publicaron, dice: “Estamos en plena lucha entre capitalistas y obreros, para los primeros son el crédito en los bancos, las esperas de los acreedores, los plazos de los vendedores, las cuentas de fin de año; para el obrero es la cuenta diaria, la necesidad urgente e inaplazable, la mujer y el hijo que comen por la tarde lo que el pobre trabajó para ellos por la mañana. Y el capitalista holgado constriñe al pobre obrero a trabajar a precio ruin. Para el capitalista, unos cuantos céntimos en libras en las cosas de comer son apenas una cifra en la balanza anual. Para el obrero, esos centavos acarrean en su existencia la privación inmediata de artículos elementales imprescindibles. El obrero pide salarios que le den modo de vestir y comer. El capitalista se lo niega. Otras veces, movido del conocimiento del excesivo provecho que reporta al capitalista un trabajo que mantiene al obrero en pobreza excesiva, rebélase este último en demanda de un salario que le permita ahorrar la suma necesaria para aplicar por sí sus aptitudes o mantenerse en los días de su vejez. Ya estas rebeliones no son hechos aislados...”
–Es una descripción bastante dura y realista para la época...
–Mitre le manda una carta muy gentil, muy diplomática, pero además muy franca. Le dice: “la supresión de una parte de su primera carta al darla a publicidad ha respondido a la necesidad de conservar al diario la consecuencia de sus ideas en lo relativo a ciertos puntos y detalles de laorganización política y social y de la marcha de ese país. Sin desconocer el fondo de verdad en sus apreciaciones y la sinceridad de su origen, hemos juzgado que su esencia, extremadamente radical en la forma absoluta en las conclusiones, se apartaba algún tanto de las líneas de conducta que, a nuestro modo de ver, consultando opiniones anteriormente comprendidas, al par de las conveniencias de empresa, debía adoptarse desde el principio en el nuevo e importante servicio de correspondencias que inaugurábamos. La parte suprimida de su carta, encerrando verdades innegables, podía inducir en el error de creer que se abría una campaña de denunciación contra Estados Unidos como cuerpo político, como entidad social, como centro económico. Su carta habría sido todo sombras si se hubiera publicado como vino. Habla a usted un joven que tiene probablemente mucho más que aprender de usted que usted de él, pero que tratándose de una mercancía, y perdone usted la brutalidad de la palabra en obsequio a la exactitud, que va a buscar favorable colocación en el mercado que sirve de base a sus operaciones, trata, como es su deber y su derecho, de ponerse de acuerdo con sus agentes y corresponsales en el exterior acerca de los medios más convenientes para dar a aquellos todo el valor de lo que es susceptible”.
–De todas maneras, la parte que se publicó es bastante fuerte, sería interesante saber qué decía lo que no se publicó...
–Nunca sabremos cuál fue la parte censurada, es interesante señalar que por una razón similar renunció a la corresponsalía de El Nacional de Caracas. Pero siguió en La Nación. Y creo que fue por esa carta de Mitre, tan delicada y al mismo tiempo cruda. Por eso digo que hay que leer entrelíneas a Martí en La Nación, durante esos diez años. Habría que añadir la observación de cómo Estados Unidos trata de torpedear la independencia de Cuba, lo que pudiera explicar también esa carta famosa, considerada su testamento político, que escribe a Manuel Mercado. Mercado era un gran amigo mexicano que había sido subsecretario de Gobernación. Martí escribe una carta íntima, podría decirse muy personal. Al día siguiente murió en combate. Dice: “Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber de impedir a tiempo que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas y de proclamarse en lo que son levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin. Impedir que en Cuba se abra por la anexión de los imperialistas el camino que se ha de segar –con nuestra sangre estamos segando– de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia. Viví en el monstruo y le conozco las entrañas y mi honda es la de David”.
–Cuando dice “en silencio ha tenido que ser y como indirectamente” se está refiriendo a esa necesidad de escribir entrelíneas...
–Cuando empieza en La Nación apenas había cumplido los treinta años y se da cuenta de que no puede ser tan franco, que tiene que ser más diplomático y eso se refleja en su proyecto político. Muchos lo constriñen a la independencia de Cuba. Pero ésta era un escalón del proyecto de emancipación continental. A diferencia de Bolívar, que tenía un proyecto similar, pero muy voluntarista, Martí veía esto por evolución y sobre la base de la influencia de la República que iba a fundar en las Antillas. Cuando debió irse de Venezuela dijo: “De América soy hijo, a ella me debo, a su revelación, sacudimiento y fundación me consagro”. Eso significa que hará un gran esfuerzo por revelar a los pueblos de América la fuerza de su identidad y de su cultura y de su potencialidad, la fuerza que tiene un pueblo nuevo; su proyecto político es para sacudir, para hacer una revolución, y luego fundar una República Nueva. Consideraba que en las primeras repúblicas tras la independencia, había seguido viviendo la colonia. Hablaba de una República donde la primera ley debía dedicarse ala defensa de la dignidad plena del hombre. Creía que la fundación de esa República, en Cuba, en Puerto Rico, en las Antillas y también de República Dominicana, podía influir sobre el resto del continente por la vía de la evolución, la educación y la concientización para lograr la unidad.
–La independencia cubana es una de las últimas del continente. A diferencia de los próceres de los primeros movimientos independentistas, Martí tiene una visión de Estados Unidos ya en su fase expansionista y además incorpora un fuerte contenido social...
–Así es, pero además, el origen social de Martí es diferente al de la mayoría de los próceres de esos primeros movimientos. Martí no es un caudillo, es un hombre de pensamiento político más formado, es hijo de valenciano y de canaria pobre. El padre fue empleado administrativo y después sastre, la madre cosía para ayudar en la casa, tenía una visión más cercana del sector más humilde. Además estamos hablando de un hombre muy sensible, inteligente, un hombre que trató de traducir Shakespeare a los doce años y que guardó luto por Lincoln, espontáneamente, a los trece años, y que en dos años y pico hizo dos carreras universitarias en España. A los 16 años cayó preso por sus ideas independentistas. Estamos hablando de una de esas figuras que aparecen pocas veces. Las condiciones también favorecen su desarrollo, eso también es cierto: Martí recibe una educación importante de su maestro, José María Mendivil. En la biblioteca de un gran amigo, de ideas socialistas anarquistas, Fermín Valdez Domínguez, Martí se asomó al mundo bolivariano y leyó a Simón Rodríguez. En Cuba vio la esclavitud y, desde muy niño, en versos famosos habla de “lavar con su sangre el crimen del esclavo muerto”.
–A diferencia de los próceres de las independencias anteriores, Martí conoce las ideas sociales modernas de aquella época.
–En Europa tiene la posibilidad de conocer el kraussismo, el socialismo utópico y el socialismo científico, conoce la Inglaterra del desarrollo industrial, después llega a México, conoce la América india, toma partido por la América india, y deja expresado en esos versos famosos su decisión: “con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”. Ese momento es también cuando en Estados Unidos se está produciendo el cambio del desarrollo industrial capitalista a una nueva fase monopolista considerada como la fase imperialista del capitalismo. Se da cuenta del proceso expansionista que empezó como una República con trece colonias inglesas liberadas y ahora tiene 50. Hay estudiosos norteamericanos que dicen que Martí es autor norteamericano, porque son pocos los que han estudiado y escrito tanto sobre las virtudes y defectos de la sociedad norteamericana como él. Se da cuenta de ese expansionismo de Estados Unidos, primero hacia el oeste, luego hacia el sur, arrebatando la mitad del territorio a México, y advierte que el próximo paso son las Antillas y de ahí hacia Sudamérica. Entonces concibe su proyecto de emancipación continental, al que ve no solamente como un muro de contención frente a esa expansión, sino también como una forma de lograr un equilibrio en este hemisferio.
–¿Sarmiento descubre a Martí a través de los escritos en La Nación?
–Sarmiento queda impresionado por los escritos de Martí y dice que Martí es a las letras hispanas, lo que Victor Hugo a las letras francesas. Gabriela Mistral, Juan Ramón Jiménez hicieron reconocimientos similares. Rubén Darío lo llamó maestro. Sarmiento, que era un hombre de gran cultura, un gran intelectual, advierte la fuerza del pensamiento de Martí.
–En Nuestra América, Martí hace una crítica indirecta a Civilización o barbarie...
–Martí conoció la obra de Sarmiento, y no coincidía con la idea de considerar barbarie a lo autóctono, lo americano, y civilización a lo europeo, a lo norteamericano. “No se trata de civilización o barbarie -dice– sino de falsa erudición y naturaleza.” Toda su obra subraya las cualidades de lo que Sarmiento llamaba barbarie y que él, sin embargo, llamaba pueblos nuevos, que tenían cultura propia con grandes dotes y cualidades. Martí reivindica la cultura de nuestros pueblos, y se alegrade que sea como es, y se diferencie de otros. Por eso decía que los políticos tenían que crear, no imitar. Criticaba profundamente a la gente que imitaba. “Son gente que pulula en la América hispana –dice– con una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España.” Pero no puede decirse que hubo una polémica frontal con Sarmiento, porque también lo respetaba. Sarmiento en un momento dice que Martí debía dejar de ser tan hispano para escribir y ser más yanqui. Yo creo que, en realidad, el conocimiento de Martí sobre Estados Unidos era más profundo que el de Sarmiento. Martí vivió 15 años allí y escribió casi como un norteamericano crítico, como Whitman, como Emerson. Estudiosos norteamericanos como Ivan Schulman, de la Universidad de La Florida, dicen que Martí es un autor norteamericano.
–Aquí es poco conocida la relación de Martí con la Argentina. En las escuelas se lo estudia más como escritor...
–Hubo una relación muy amistosa y cordial entre Bartolomé Mitre y Vedia y Martí como se aprecia en las cartas que intercambiaban. Y Martí guardó siempre por la Argentina una gran admiración. Alabó mucho a la delegación argentina ante la conferencia panamericana de Washington, porque la Argentina fue la voz de la dignidad americana, como lo dijo en sus notas, porque se opuso a los planes norteamericanos que pretendían el dominio absoluto del comercio, frente al resto de los países europeos. La delegación argentina tomó esa bandera y Martí la levantó.
–En los artículos sobre la conferencia panamericana hace como una radiografía premonitoria de lo que iba a pasar en las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica...
–Hay quienes consideran que aquellas advertencias tienen hoy más vigencia que nunca ante la posibilidad del ALCA. Porque ya en aquel momento dice claramente que “ha llegado para la América española la hora de su segunda independencia”. Siempre se sintió muy gratificado por las relaciones con la Argentina, a tal punto que cuando España presiona y hace una campaña diciendo que era incompatible el cargo de cónsul de la Argentina con sus actividades como revolucionario y militante por la independencia de Cuba, Martí, por una cuestión de honor, escribe su renuncia donde dice bien claro: “Si en mi persona desaparece el cónsul argentino en Nueva York, queda en mí siempre para la República Argentina un hijo agradecido”.
–También era cónsul de Uruguay...
–Fue cónsul de Uruguay y de Paraguay, casi al mismo tiempo que de la Argentina.
–Había un reconocimiento muy grande como intelectual, como figura latinoamericana...
–Era una figura muy reconocida. Escribía para La Nación y para otros periódicos latinoamericanos, que muchas veces reproducían lo que escribía para La Nación.
–En el discurso de la Revolución Cubana hay un componente martiano muy fuerte, no es solamente marxismo ortodoxo...
–Ese es un tema importante. Todos saben que el Che vivía como pensaba, pensaba lo que decía y decía lo que pensaba, con una honradez tremenda. Luego que se mete en la revolución, el Che empieza a estudiar la historia de Cuba y a Martí. El Che dijo claramente que el mentor ideológico de la Revolución Cubana era Martí. La carta del Che a la Tricontinental empieza con una frase de Martí. En muchas ocasiones lo cita. Nunca se podrá entender a la Revolución Cubana si no se entiende la influencia de Martí en el siglo XX cubano y sobre todo en su juventud. Todos los que abrazaron ideas socialistas, primero fueron martianos. Podemos decir también que socialistas cubanos en la época de Martí se subordinaron a él, como Carlos Baliño, fundador del primer partido marxista. Martí dice de él, más o menos, que es un gran hombre, que solamente peca de querer adelantarse a los acontecimientos, “porque revolución no es la que vamos a hacer en la manigua, sino la que vamos a hacer en la República”. Baliño, que erasocialista, se subordina al partido de Martí, el Partido Revolucionario Cubano. Después del asalto al cuartel Moncada, cuando los jueces le preguntan quién fue el autor intelectual de esa acción, Fidel respondió que había sido Martí. Martí decía “Ingente en nuestras repúblicas es el mundo”, o sea era abierto a recibir todas las corrientes del mundo. Aunque agregaba: “pero el tronco ha de ser nuestra raíz”. Y el tronco de la Revolución Cubana, la raíz, es Martí, todo lo demás es para completar el cuadro.

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