EL MUNDO › MENCIONES Y OMISIONES DEL PAPA EN EL SERMON DE JUEVES SANTO

Aborto sí, abuso sexual no

Durante su intervención en la catedral de San Pedro hizo una férrea condena al aborto, pero ni una mención a la lluvia de escándalos sexuales que salpicaron a sacerdotes católicos alrededor del globo en los últimos meses.

El papa Benedicto XVI dedicó su sermón de Jueves Santo a hacer una condena férrea al aborto. “Los católicos no pueden aceptar las injusticias elevadas a derechos por las leyes, como los asesinatos de niños inocentes aún no nacidos”, exhortó la máxima autoridad de la Iglesia Católica en el mundo. Durante su intervención en la catedral de San Pedro, habló sobre la necesidad de sembrar la paz y resistir ante la creciente violencia en el mundo, pero ni una mención a la lluvia de escándalos sexuales que salpicaron a sacerdotes católicos alrededor del globo en los últimos meses. En el primer día de Semana Santa, cuando el mundo entero pone los ojos sobre el Vaticano, sólo una autoridad de la Iglesia habló públicamente del tema. “Ninguna sombra, aunque muy grave, dolorosa, despreciable puede borrar el bien cumplido”, fue la defensa del cardenal y miembro de la Conferencia Episcopal Italiana, Angelo Bagnasco, durante su misa en la catedral de Génova.

Benedicto XVI, en cambio, prefirió hablar de obediencia, purificación y la reconciliación del hombre con Dios. Excepto por el ataque frontal contra los numerosos avances legislativos en el mundo para legalizar el aborto, el pontífice habló de forma abstracta y sin salirse demasiado de los tradicionales libretos de la Iglesia Católica. Cumplió con todos los ritos de la fecha. Al atardecer realizó el tradicional lavado de pies en la basílica Laterana de Roma. El Papa eligió a doce sacerdotes, en recuerdo del gesto de humildad y misericordia de Jesucristo antes de la última cena con sus discípulos. Más tarde, se realizó la colecta, que por esa vez se destinará a la reconstrucción de los seminarios destruidos en Puerto Príncipe por el terremoto que en enero arrasó Haití.

Pero mientras en San Pedro seguían la costumbre como todos los años, en el resto del mundo las víctimas de los casos de pedofilia y de abuso sexual cometidos por sacerdotes católicos seguían reclamando justicia. Ayer el diario romano La Repubblica denunció que la aparente indiferencia del Vaticano ante esos abusos no es nueva.

El medio publicó una carta, revelada por los abogados de la víctimas del reverendo Lawrence Murphy en California durante 25 años. La carta, fechada en 1963, era del reverendo Gerardo Fitzgerald, un sacerdote que se ocupaba de curas con “problemas morales” y estaba dirigida al entonces pontífice Pablo VI. En la misiva, el padre Fitzgerald le pedía al Papa autorización para remover a los curas con “impulsos sexuales dirigidos a menores”. Según los abogados de las víctimas, en aquel momento, como ahora, el Vaticano no hizo nada.

Ayer Benedicto XVI predicó el respeto a la ley y la oposición, incondicional, a todo tipo de violencia. Dos enseñanzas que las víctimas de los abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia Católica en Estados Unidos, Europa y América latina le reclaman al Vaticano desde que las denuncias aparecieron por primera vez.

La respuesta de la cúpula católica llegó ayer de la boca del cardenal Bagnasco, desde Génova. “Tengo un profundo sentido de traición y remordimiento por los crímenes de pedofilia, pero también un renovado empeño en no ocultar ni uno de esos delitos, sin esconder nada, sin temblores o minimizaciones”, prometió el cardenal.

Pero aún entre los clérigos más críticos no parece haber una intención de repensar y discutir el problema a nivel global. Para Bagnasco, como para el Vaticano, los abusos sexuales a menores de edad son casos aislados, que no tiñeron la imagen del sacerdocio. “La gente los quiere –les dijo ayer Bagnasco a sus colegas que lo escuchaban–, los mira con estima y a veces con un poco de curiosidad por sus vidas solícitas. El mundo nos mira con la esperanza de ver lo mejor de la humanidad.” Por estos días, la sucesión de denuncias está debilitando esa esperanza.

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Benedicto XVI cumple con el ritual de lavarle los pies a un feligrés en Jueves Santo.
Imagen: AFP
 
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