EL MUNDO › ROBERT CAILLIAU FORMó PARTE DEL EQUIPO QUE CREó LOS PILARES DE LA MODERNIDAD: WEB, HTTP, HTLM

“La gente preferirá el mundo virtual”

El ingeniero belga vuelve sobre la invención de la WWW, al tiempo que reflexiona sobre la evolución de la red, sus riesgos y sus potencialidades. Exhorta a “imaginar otras formas de utilizar la computadora”.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

Robert Cailliau es el hombre del código. O mejor dicho de tres: web, HTTP, HTLM. Este ingeniero belga formó parte del equipo del británico Tim Bernes-Lee, que en los años ’90 inventó, en la sede del CERN, en Ginebra (Organización Europea para la Investigación Nuclear) estos tres pilares de la modernidad: el URL, o sea las tres WWW, el lenguaje hipertexto, HTLM, y el protocolo de transferencia de hipertexto, HTTP. Inútil extenderse sobre el impacto prodigioso que tuvo este invento que, en sus comienzos, estaba destinado únicamente a compartir datos entre la comunidad científica. En esta entrevista con Página/12, Robert Cailliau vuelve sobre la genial invención de la telaraña mundial, WWW, al tiempo que reflexiona sobre la evolución de la red, sus riesgos y sus potencialidades.

–Usted subrayó en varias oportunidades que la web tenía muchos más aspectos positivos que negativos. Sin embargo, la web está hoy en manos de enormes grupos.

–Toda tecnología puede ser utilizada para bien o para mal. Hay algunas tecnologías para las cuales es difícil imaginar aplicaciones benéficas, por ejemplo la bomba atómica. Otras tecnologías como la web son mucho más fáciles de utilizar con metas positivas que negativas. La influencia negativa de un número determinado de usuarios con malas intenciones está sobrevaluada. La pornografía, por ejemplo, crea un problema de protección de los menores. La pornografía siempre estuvo presente, pero con la web la facilidad se acrecentó. Internet es un medio desarrollado por académicos para académicos. Se trata de una capa de la población que tiene un comportamiento uniforme en todo el mundo. Pero en cuanto el net (red) se expandió fuera de esta comunidad, enseguida hubo una intrusión de los aprovechadores y de los manipuladores. La estructura tecnológica del net no estaba hecha para tomar en cuenta ese tipo de gente. Habría que volver a pensar toda la estructura.

–Usted defiende la idea de mejorar las relaciones entre el hombre y la máquina. ¿Qué mejorías se pueden aportar?

–Cuando veo que los constructores de programas reproducen en la computadora la interface de los objetos que nos rodean, eso me decepciona mucho. Por ejemplo, los programas de libros electrónicos están considerados como buenos cuando presentan una linda animación que hace como si diéramos vuelta la página de un libro. ¡No hay que simular lo que existe! Hay que imaginar otras formas de utilizar la computadora. Para mí, un libro electrónico no tiene por qué tener páginas, sino que debe desfilar automáticamente, a mi ritmo. Las páginas son una obligación de la imprenta. Por la misma razón estoy desencantado con esa carrera de los robots enfáticos que se comportan como seres humanos. Un aparato inteligente que me ayuda en las tareas de rutina no tiene necesidad de presentarse como un ser humano. ¡Dentro de poco se va a quejar de su destino! La inteligencia artificial no es la simulación de la inteligencia humana.

–Con el equipo de Tim Bernes-Lee, ustedes redactaron los tres pilares de nuestra modernidad: las direcciones de la web, el URL, el lenguaje hipertexto, HTLM, y el protocolo de transferencia de hipertexto, HTTP. ¿Cómo llegaron a concebir un útil tan genial y, al mismo tiempo, tan accesible y comprensible?

–Esas tres cosas fueron puestas a punto por Tim Bernes-Lee. La idea realmente nueva y capital es el URL. El HTLM es un ejemplo pobre de una aplicación SGML (hoy XML) que data de 1977. Para el HTTP fue algo similar: había un montón de protocolos y nos inspiramos de ellos. El HTLM y el HTTP eran cosas temporarias, substratos que había que mejorar luego. Lo más importante era el URL. Pero la simplicidad y la universalidad son igualmente importantes: Saint-Exupéry decía: “Se llega a la perfección no cuando no hay nada más que agregar sino cuando ya no hay más nada que retirar”. No hay nada paradójico en esto. Los nuevos sistemas operativos son igualmente simples. A mí no me gusta la palabra “afinidad” ni la expresión “de manejo fácil” porque siempre expresan el deseo de encontrar algo que es familiar y también cierta aversión por el aprendizaje, lo nuevo, lo diferente: esas expresiones son un rechazo al esfuerzo de controlar el pensamiento. Pero reconozco que deberíamos encontrar la simpleza en la informática.

–Calificó los servicios de Facebook, MySpace, Second Life o Twitter como “una nueva encarnación del opio de los pueblos”. ¿Cuál es, según usted, su negatividad, su nocividad?

–En su gran mayoría, los usuarios piensan que estas cosas son como el aire o el espacio, que existen, que son libres para todo el mundo. Nadie se hace preguntas. Contrariamente a los objetos del mundo físico, esos servicios tocan nuestro cerebro. ¿Donde están? ¿Quiénes son las empresas que los administran? ¿En qué espacio legal se encuentran? ¿Qué hacen con los datos privados, los esquemas de comportamiento que los usuarios les confían? ¿Acaso podemos salir de esos sistemas? ¿O acaso no ocurre como en las religiones, donde la apostasía es castigada con la muerte? ¿Y quién paga? ¿Cómo sabemos que no guardaron los datos en alguna parte? No hay analogía entre los servicios físicos y numéricos. Felizmente estoy viendo una toma de conciencia.

–¿Teme que eso que usted llama las “esferas virtuales” alejen a la gente del mundo real y del mundo de los sentimientos?

–La gente va a preferir el mundo virtual, sin las obligaciones, sin los problemas de medioambiente, de calentamiento climático, de pobreza, de mala comida, antes de lo que realmente nos rodea. En último caso, es lo real lo que se impondrá. Pero en este campo también veo una toma de conciencia en los jóvenes. Todo no está perdido. Tal vez nos salvemos de Matrix.

–Al introducir una máquina entre el hombre y una parte importante de sus relaciones con el mundo, ¿la web no hizo acaso emerger un nuevo tipo de individuo, más egoísta, más hedonista, más compacto, sin relación intensa con el mundo de la naturaleza, con la fragilidad de los seres vivos?

–La introducción de la imprenta condujo a las mismas reflexiones. Pero el libro sigue siendo un objeto físico sin interacción, sin la rapidez de reproducción y de acceso. Con la web muchos jóvenes ven las informaciones de otras partes del mundo. Antes no podían acceder a ellas. Cada individuo debe decidir dónde pone los límites de la sobredosis. La red permite volver a un tipo de vida característica de los pueblos chicos: trabajo a domicilio, compras en la red y entrega a domicilio. Tal vez eso vaya en el buen sentido, no sé. Pero el mayor problema del planeta es el siguiente: entre 1950 y 2010 la población mundial casi se triplicó. Somos más individuos y también somos individualmente más ricos, consumimos más, queremos más. Hace falta un cambio profundo si queremos sobrevivir en las próximas dos décadas sin conflictos mayores.

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“La inteligencia artificial no es la simulación de la inteligencia humana”, afirma Robert Cailliau.
 
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