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Las incursiones israelíes se redoblaron ayer en la Franja de Gaza en respuesta al atentado del domingo reivindicado por las brigadas Ezadin-elKassim y los disparos con misiles Kassam-2. Israel atacó con cazabombarderos F-16 y helicópteros Apache contra la cárcel central de Gaza y las instalaciones de los servicios de inteligencia militar de la Fuerza 17, la guardia del líder palestino Yasser Arafat, que causaron al menos 37 heridos, la mayoría miembros de las fuerzas de seguridad. Tras los ataques, una muchedumbre liberó entre 80 y 100 prisioneros de la cárcel central de Gaza, que acababa de ser alcanzada por las bombas israelíes. Asimismo en Hebrón (sur cisjordano) unos 300 manifestantes palestinos asaltaron la cárcel y empezaron a liberar a detenidos islamistas, entre ellos al líder local del grupo radical Yihad Islámico. El Departamento de Estado norteamericano calificó los ataques israelíes como “contraproducentes”. A todo esto se informó que el liderazgo del movimiento Al-Fatah que preside Arafat habría decidido congelar las actividades armadas de su grupo más radical y bastión de esta segunda Intifada, las Brigadas de los mártires de Al-Aksa.
Los cazabombarderos F-16 y helicópteros Apache del ejército israelí fueron accionados contra la cárcel central de Gaza y las instalaciones de los servicios de inteligencia militar de la Fuerza 17, la guardia de Arafat. El ejército israelí señaló que los ataques aéreos habían sido efectuados “en respuesta a los disparos de cohetes Kassam-2 contra el territorio israelí” y acusó a la Autoridad Palestina de no hacer nada para impedirlos. El domingo, a su regreso de Estados Unidos, el primer ministro israelí Ariel Sharon acusó a Arafat de ser “directamente responsable”, tanto del atentado en Bersheva (sur de Israel), en el que murieron dos soldados israelíes además de los dos asaltantes, como de los disparos de misiles Kassam-2. Sharon ya había advertido que el uso de esos cohetes contra el territorio israelí provocaría una respuesta nunca vista hasta ahora, y que con esto los palestinos están cruzando una “línea roja”, ya que tienen capacidad de alcanzar zonas densamente pobladas de Israel. Debido al atentado en Bersheva ayer se declaró el estado de alerta máxima en esa localidad.
Luego de los disparos de las fuerzas israelíes, un grupo de manifestantes palestinos liberó por la fuerza a alrededor de 100 prisioneros –aunque los funcionarios no dieron cifras exactas– de la cárcel central de Gaza e igual acción por la fuerza se dio con la liberación de al menos 17 prisioneros de la cárcel de Hebrón por parte de unos 300 palestinos. La mayoría de los presos liberados habían sido detenidos por la Autoridad Palestina por intimación de Israel a que detuviera a los extremistas de su país. Uno de los liberados fue el líder local del grupo radical Yihad Islámico, Mohamed Sidr, buscado por Israel -que intentó matarlo el 10 de diciembre por el asesinato de dos niños–. El vocero del Departamento de Estado norteamericano, Richard Boucher, declaró que “estamos realmente preocupados por los ataques cerca de instalaciones carcelarias palestinas (...), contraproducentes en los esfuerzos de reducir la violencia”.
Por otra parte, las Brigadas de los Mártires de Al Aksa, el grupo armado más radical cercano al movimiento Al Fatah de Arafat, anunciaron en un comunicado que estaban estudiando la posibilidad de disolverse, después de que la dirigencia de Al-Fatah decidiera “congelar” las actividades armadas de Al Aksa. Así lo reveló un volante difundido en Cisjordania en el que se pide a todos los activistas que cesen sus ataques contra Israel y se menciona que las brigadas fueron desmanteladas en los últimos días.