EL MUNDO › LOS OPOSITORES CAPITALIZAN LOS ERRORES DE GEORGE. W

Los demócratas se avivan

Con la mira puesta en las presidenciales del próximo año, la oposición acusa a Bush por los datos falsos sobre Irak. Las encuestas reflejan dudas sobre la reelección del presidente.

Por Javier Del Pino*
Desde Washington

Criticar al gobierno de Estados Unidos ya no es un pecado patriótico en tiempos de guerra. El Partido Demócrata, que durante 20 meses ha estado agazapado bajo un discurso monótono y falto de reproches, ha encontrado por fin el catalizador político que necesitaba. La Casa Blanca, al reconocer que incluyó acusaciones falsas contra Irak en un discurso de Bush, ha destruido la imagen intocable del presidente y ha permitido que se abra la veda electoral. El torbellino político es de tal envergadura que las encuestas ya adelantan serias dudas sobre las posibilidades de Bush en las elecciones del año próximo.
Según la última encuesta de CNN y Time, que refleja ya la polémica sobre las acusaciones falsas, el índice de aprobación general al trabajo de Bush apenas llega al 55 por ciento, una posición nada confortable para un presidente en ejercicio que teóricamente acaba de ganar una guerra. Cuando Bill Clinton venció en las elecciones de 1992 al padre del actual presidente, los demócratas solían repetir un lema legendario: “Es la economía, estúpido”. La economía, y no la primera guerra del Golfo fue efectivamente lo que movilizó a los votantes contra el padre de Bush, como demostraron las urnas.
Ahora la encuesta refleja por primera vez que la mayoría de los estadounidenses piensa que Bush lo está haciendo mal en el terreno económico; además, sólo cuatro de cada diez creen que la campaña en Irak ha sido un éxito. Por si esto fuera poco, la ultraconservadora Fox News distribuyó el sábado otra encuesta en la que sólo una minoría de los electores –el 42 por ciento– anuncia su intención de votar a Bush en noviembre de 2004. Los datos se completan con un tercer sondeo de la empresa independiente Zogby Internacional, en el que el 52 por ciento de los encuestados muestra su intención de votar a cualquier otro candidato que no sea Bush.
Acusaciones nada fiables
Aunque Harry Truman solía decir que Moisés nunca habría ido muy lejos si se hubiera fiado de las encuestas, los porcentajes han alimentado un furor demócrata que hasta los republicanos echaban de menos. Tienen el argumento perfecto para la indignación en el reconocimiento de culpa por parte de la Casa Blanca, que acepta haber incluido acusaciones nada fiables en un discurso de Bush. El senador Carl Levin, miembro del comité militar y del de inteligencia, habló ayer de las maniobras del gobierno “para crear una falsa impresión sobre la gravedad y la inminencia” de la amenaza iraquí. Levin, como casi todos sus compañeros del Capitolio, tuvo que votar en su día a favor de la guerra porque nadie se atrevía a romper la estela del 11 de septiembre. Ahora parece haber llegado el punto de inflexión cuando los demócratas empiezan a establecer paralelismos con el caso Watergate. Según Levin, la acusación falsa sobre la compra de uranio en Africa “es sólo una de las muchas exageraciones y declaraciones cuestionables” del gobierno.
Quienes más se lanzan al deporte repentino de criticar a Bush son, como cabía esperar, los nueve candidatos demócratas a la nominación presidencial de su partido. Howard Dean, el ex gobernador de Vermont que se dispara en las encuestas, acusó a Bush de “llevarnos a la guerra con excusas falsas”. Varios extendieron sus ataques más allá de las mentiras de la guerra: “Bush tiene que decir también la verdad sobre la economía de Estados Unidos. También nos engañó ahí. Es hora de que acepte que los recortes de impuestos no funcionan”, dice otro aspirante demócrata, John Kerry. Y uno más, Joe Lieberman, añade que “el gobierno subestimó la profundidad del agujero en el que estamos y, lo que es peor, se escondió detrás de la guerra para tapar su irresponsabilidad fiscal”. Estados Unidos tiene la mayor tasa de desempleo de la última década y se aproxima al mayor déficit de su historia.
Política y dinero
En Estados Unidos, las posibilidades reales de un candidato presidencial se miden en dólares. Esta premisa permite obtener dos conclusiones rigurosamente matemáticas: que Howard Dean es el favorito entre los demócratas y que ninguno de los nueve tiene ahora nada que hacer frente a una máquina de hacer dinero electoral llamada George W. Bush.
Según los datos del segundo trimestre facilitados por la Comisión Electoral Federal, Dean recaudó más dinero que cualquiera de los otros aspirantes de su partido. Sus ingresos por donaciones entre abril y junio suman aproximadamente 7,5 millones de dólares, más de lo que ningún demócrata ha recaudado hasta ahora. Este sistema frío de medición de éxito sitúa en segundo y tercer lugar a John Kerry, con seis millones recaudados, y a John Edwards, con cinco.
En la política estadounidense, quienes donan dinero no suelen hacerlo por pura consistencia ideológica, sino por algo más mercantilista: esperan ganar “acceso al poder” si su candidato logra la victoria. Cuanto mayor es la donación, mayores son las contrapartidas que esperan quienes regalan el dinero. Por eso la recaudación de Dean ofrece otra particularidad digna de mención, casi histórica en este país: la mayor parte del dinero que consiguió procede de pequeñas donaciones, es decir, de gente que no espera nada a cambio.
El ejemplo de Bush es el opuesto. En su campaña presidencial del año 2000, el 74 por ciento del dinero que acumuló procedía de unos pocos donantes con amplias cuentas corrientes. Su equipo de campaña ni siquiera se molesta en fomentar las pequeñas donaciones porque son conscientes de que no las necesitan: durante el segundo trimestre del año, Bush recaudó 34,4 millones de dólares para su campaña presidencial de 2004, una cifra que supera con creces lo que recaudaron, en total, los nueve aspirantes a la candidatura demócrata.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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El presidente George W. Bush está en el centro de las acusaciones sobre cómo justificó la guerra.
 
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