EL MUNDO › OPINION

El capital según Bush

Por Claudio Uriarte

“En estas elecciones he ganado capital político, y me propongo gastarlo”, dijo el triunfante George W. Bush después de la avalancha de votos del 2 de noviembre último. Los hechos de los últimos siete días en Faluja demuestran cómo. También las declaraciones que hizo junto a Tony Blair después de la muerte de Yasser Arafat. Con las únicas constricciones de un presupuesto en rojo profundo y del tamaño de las Fuerzas Armadas norteamericanas, Bush se propone aplicar al pie de la letra su visión de una pax americana, aunque significue guerra para todos los demás.
El hilo mediooriental está suficientemente claro. Bush y su secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, se proponen barrer cada foco de resistencia en Irak, de modo que las elecciones programadas para enero puedan celebrarse en todo el país, el gobierno que emerja adquiera así una pátina de legitimidad y el ejército estadounidense, junto a lo que logren reclutar como “nuevo ejército iraquí”, pueda arrasar a sangre y fuego con toda la insurgencia sin la mínima atención a la opinión pública internacional. En cuanto a Israel y los palestinos, los resultados del encuentro Bush-Blair son transparentes: el primer ministro británico fue a Washington pidiendo un nuevo enviado norteamericano a la región y la convocatoria a una conferencia internacional, y no obtuvo nada de esas cosas. Traducción: no habrá ninguna clase de mediación, norteamericana o de cualquier otro tipo, entre la Autoridad Palestina y Ariel Sharon. El alineamiento con Israel es más fuerte que nunca, y la célebre “hoja de ruta” es la hoja de un almanaque atrasado. El igualmente célebre “Cuarteto”, integrado por EE.UU., Rusia, la Unión Europea y la ONU para transar entre las partes, tampoco existe, porque el Washington de Bush no está dispuesto a que nadie medie entre su principal aliado en la zona y una constelación de facciones palestinas que todavía no se sabe qué es.
El resto es menos claro. Es posible que EE.UU. prosiga su actual vía diplomática ante Corea del Norte, pero sólo porque le conviene que Corea del Sur y un posible Japón remilitarizado hagan frente a las amenazas nucleares del hombre fuerte Kim Jong-il. Y el verdadero enigma es Irán, que igualmente está embarcado en un ambicioso programa nuclear. ¿Atacará EE.UU. con armas de precisión las instalaciones iraníes, en una repetición más definitiva? Este es el verdadero centro del problema para los próximos cuatro años, necesarios para que tanto Irán como Bush completen sus respectivos programas.

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