EL MUNDO

Para recuperar la memoria

 Por Fernando Krakowiak

El Nobel de la Paz a la Unión Europea puede ser interpretado casi como un gesto de cinismo si se toma en cuenta que el bloque estuvo involucrado directamente, o a través de sus principales miembros, en las recientes invasiones militares a Afganistán, Irak y Libia. También resulta irónico que la distinción llegue en uno de los peores momentos de la Unión y provenga de un país europeo que rechazó formalmente integrar ese espacio regional en dos oportunidades. Sin embargo, el Comité Nobel del Parlamento noruego explicó ayer que el reconocimiento es por la contribución de la Unión durante más de seis décadas a promover la paz, la democracia y los derechos humanos en un continente que, antes de que este proyecto comenzara a construirse, había sido el epicentro de dos guerras mundiales. Desde este punto de vista, es indudable el aporte del bloque y muy importante que el reconocimiento llegue justo cuando la crisis económica, y fundamentalmente las recetas neoliberales para superarla, están siendo el caldo de cultivo para el resurgir del nacionalismo y la xenofobia.

Antes de la creación de la Unión Europea era algo “normal” que Francia y Alemania resolvieran sus disputas a través de las armas, arrastrando tras de sí al resto del continente. En la actualidad, esa situación es impensable debido al proceso de integración regional que llevó a Europa a atravesar el mayor período de paz de su historia. El bloque también sirvió para consolidar la democracia entre sus miembros, pues es una condición indispensable para formar parte. Quienes nacieron en el período actual de paz y democracia corren el riesgo de creer que esto fue siempre así o, peor aún, de pensar que eso no significa demasiado, sobre todo en países donde la desocupación y la pobreza avanzan. En este contexto, la distinción sirve para recuperar la perspectiva histórica y entender que la integración regional fue clave para dejar atrás un período de sombras. Tan clave como el Estado de Bienestar que ahora también está siendo cuestionado, pero no por minorías nacionalistas y xenófobas, sino por las propias autoridades europeas.

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