EL PAíS › ULTIMA AUDIENCIA DEL AñO EN EL JUICIO A DIECINUEVE REPRESORES QUE ACTUARON EN LA ESMA

Las acusaciones contra el ex marino

La fiscalía consideró probada la participación de Astiz en el secuestro y desaparición de las monjas francesas y Azucena Villaflor. La policía no les permitió a las Madres presenciar la audiencia con fotos de sus hijos. La Secretaría de Derechos Humanos criticó la disposición.

Las Madres de Plaza de Mayo no pudieron exhibir las fotografías de sus hijos en la última audiencia del año del juicio a 19 represores que durante la dictadura actuaron en el centro clandestino de la ESMA. En la audiencia se leyó la acusación contra el ex capitán Alfredo Astiz, imputado por el secuestro y la desaparición de Azucena Villaflor, fundadora de Madres, y de las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet.

La policía les impidió a las Madres ingresar al auditorio de los tribunales de Comodoro Py con los retratos para presenciar la lectura de las acusaciones. El secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, deploró la prohibición. “Debe tenerse en cuenta que dichas fotografías, además del valor afectivo que tienen para cada una de las Madres, son el único modo que han tenido durante más de tres décadas para hacer visible la existencia de sus hijos frente al escamoteo de sus cuerpos y la invisibilidad con que el terrorismo de Estado encubrió sus crímenes masivos”, sostuvo Duhalde.

En la audiencia de ayer, el represor Astiz escuchó las acusaciones en su contra. Sobre la base de testimonios de sobrevivientes, la fiscalía dio por probado que el ex marino y el capitán de corbeta Jorge “el Tigre” Acosta comandaban los servicios de inteligencia de la ESMA, uno de los más sangrientos centros de detención de la dictadura, por el que pasaron cerca de 5 mil prisioneros, de los que sólo sobrevivió un centenar. Según las pruebas, sostuvo la fiscalía, bajo las órdenes de Astiz y Acosta funcionaron grupos “que secuestraron, robaron y saquearon”, a la vez que se coordinaban operaciones para que, “mientras los detenidos eran torturados, otro grupo estuviera listo para salir a secuestrar, según los datos que se obtenían bajo tormentos”.

También se consideró probado que El Angel de la Muerte –tal como gustaba hacerse llamar– se infiltró por orden de Acosta en el grupo de familiares de desaparecidos que se encontraba en la Iglesia de la Santa Cruz, en el barrio porteño de San Cristóbal. Allí, el 8 de diciembre de 1977, fueron secuestradas diez personas, entre ellas la monja francesa Alice Domon. Dos días más tarde también se llevaron de sus casas a Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo, y a Léonie Duquet. Según testimonios de testigos, todos ellos fueron llevados a la ESMA, donde los tuvieron “engrillados, torturados y alojados en condiciones inhumanas, sin asistencia médica o sanitaria, con escasa alimentación y obligadas a escuchar los gritos de dolor por las torturas a sus compañeros”.

Uno de los testimonios más sobresalientes fue el de François Cheron, enviado del gobierno francés que en 1978 se entrevistó en Montevideo con el almirante Emilio Massera para averiguar el paradero de las dos monjas. Según testificó Cheron, Massera le aseguró que “no había desaparecidos”, y sugirió que en los operativos “a veces caía gente inocente, lo que podía haber sido el caso de las monjas”. El francés relató que los militares argentinos “intentaban justificar la aplicación de tormentos aludiendo a la guerra francesa en Argelia y se presentaban como los últimos defensores del cristianismo, al aludir que luchaban contra la conspiración judía comunista internacional”.

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Astiz y Acosta dirigían los servicios de inteligencia de la ESMA.
Imagen: Rolando Andrade
 
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