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Salú la Barra

Las razones del despido del procurador Guglielmino. El arte de litigar y demasiados olvidos. Semblanza de un fuero armado por Rodolfo Barra. De cómo la Justicia se parece a la Bombonera y algunos estudios, a Boca. Tres juezas de esa forja, mala praxis y flojos fundamentos. Judicialización, preocupaciones de la Corte Suprema.

 Por Mario Wainfeld

Osvaldo Guglielmino debió renunciar a la Procuración del Tesoro. Era insostenible su continuidad, contra el malhumor de la Casa Rosada por su desempeño. Los cuestionamientos son abundantes: van de la negligente defensa de los intereses del Estado hasta las sospechas de empatía con magistrados del fuero Contencioso Administrativo. En Olivos y zonas de influencia se murmura que Guglielmino, que supo ser juez de ese fuero, pecó de blando con sus ex colegas. Concesivo, cuanto menos. Es difícil probar ese cargo y diferenciar las redes de relaciones y el trato cordial (que son deberes y hasta recursos, si se los maneja bien) de la aquiescencia o la pasividad. Es, ay, simple encontrar falencias en su trajín tribunalicio.

Guglielmino paga, pues, el precio de su ineficacia. No caen justos por pecadores pero, seguramente, el hombre dista mucho de ser el único culpable de la derrota del Gobierno. Mediaron más errores propios, cometidos por otros protagonistas, hasta ahora indemnes: la elección de la vía del mero decreto en la destitución de Redrado, la ignorancia o subestimación de su resistencia, la mala lectura de la correlación de fuerzas, la pobreza comunicacional.

Hablar de grave crisis del kirchnerismo es una demasía cuando se desplazó a quien no ocupa un cargo políticamente estratégico. El cronista desafía a sus lectores a que evoquen a los tres últimos procuradores del Tesoro o a cinco alternados. Difícil, es una función de bajo perfil, de alta responsabilidad pero de relativo peso político. Además, el sustituto, Joaquín “Chango” Da Rocha, tiene mejores pergaminos de trayectoria y de gestor que el procurador saliente. Volvamos a él.

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El arte de litigar: Litigar es un arte complejo, por muchos motivos. Un juicio es una competencia (muchas veces de suma cero) ante un adversario dispuesto a explotar cualquier distracción o torpeza. Y los Tribunales, a menudo, distan de la ecuanimidad que les atribuye la leyenda y les exige la Constitución.

Un pleito es como un difícil partido de fútbol, con un agregado: con lamentable asiduidad una de las partes juega de visitante. Un profano en un fuero VIP se parece a un equipo extranjero que entra a la Bombonera a disputar la Copa Libertadores: todo el contexto le es adverso, lo que puede incluir al referí localista. Los tribunales contenciosos administrativos son, como regla, una Bombonera judicial.

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Boquita en la Bombonera: Es consabido que el menemismo armó a su imagen y necesidad los Tribunales Federales. Hugo Anzorreguy y Carlos Corach, abogados de fuste ambos, tejieron una malla de poder autónomo e impunidad que, en buena medida, subsiste hoy. Es menos conocido, pero igualmente real, que Rodolfo Barra, siendo ministro de Justicia de Carlos Menem, hiló una red semejante en el fuero Contencioso Administrativo. Era una jugada estratégica, un bastión para proteger al gobierno que desguazó el patrimonio estatal y a las empresas que medraron con las privatizaciones.

Grandes estudios colonizaron esos tribunales, sumisos a sus intereses y, también, a la eminencia económica y académica de algunos de sus titulares. Dos de ellos asesoran a Martín Redrado. El Golden Boy les agradeció que lo defendieron con el corazón. Esos corazones, aclara el cronista, sólo se entibian cuando la billetera que los cubre está bien provista.

Los Cassagne o los Badeni, si se permite seguir con la imagen futbolera, tienen la casaca de Boca en el fuero amañado a su medida.

Las tres magistradas que actuaron en las causas ligadas al Fondo y a Redrado (María José Sarmiento en primera instancia, y las camaristas Clara Do Pico y Marta Herrera) se foguearon en ese caldero en los ’90.

El sesgo antiestatal y la afinidad con los habitués de sus mesas de entradas son un déficit institucional que espera reparación. Como tal, son un alerta para el sistema político, en especial para el Gobierno. Para el abogado que trajina sus baldosas, deben ser una referencia costumbrista a precaver y a superar, aun en debilidad relativa. Tener reflejos veloces, anticipar maniobras hostiles, no abrir flancos. Nada de eso hizo la Procuración.

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Saber jugar: La jueza Sarmiento obró contra derecho al no dejar una guardia en su despacho, un viernes de feria. Fue parcial, en un trámite que había acelerado al servicio de la parte actora. Pero los representantes del Estado podían (debían) haberse cubierto pidiendo por escrito habilitación de días y horas (como hicieron los patrocinantes de Redrado). Ese recaudo básico hubiera achicado el margen de discrecionalidad de Su Señoría.

El escrito itinerante, llevado al domicilio de Sarmiento y luego entregado al camarista Carlos Grecco, constituyó otro desacierto. Para cubrirse del eventual vencimiento de término, a la representación del Estado le bastaba presentar la apelación en las dos primeras horas de atención del lunes, un rito cotidiano entre los abogados.

La confusa maniobra opcional aceleró la excusación de Grecco, que tenía publicaciones doctrinarias favorables a la postura general del Ejecutivo. Hay funcionarios y legisladores kirchneristas que malician que Grecco no tuvo un gesto de decoro sino que capitalizó el blooper para sobreactuar y borrarse. Sea cual fuerE su móvil, le dejaron la pelota picando.

Un lector de este diario, Pedro Carlos Baumann, explica cuáles son los desafíos de un abogado que litiga por el Estado. El mismo lo hizo muchos años y distingue entre el letrado burocrático y el que “tiene pasillo”. “Este conoce todos los vericuetos legales y está dotado de reflejos para afrontar circunstancias procesales límites. Sabe cuáles son las modalidades no sólo de cada Juzgado sino de cada Secretaría.” El letrado burocrático tiene poco recorrido en Tribunales “carece de la aptitud técnica para un caso de tanto dinamismo, de rapidez en los reflejos, alta complejidad, de cortísimos plazos”.

De visitante, con la cancha inclinada... te dormiste, fuiste.

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Goles son amores: El apego a las formas institucionales es bandera de la oposición y su cohorte mediática pero, en el fragor del juego, sus tribunas celebran los goles hechos con la mano. Sin ir más lejos, las magistradas mencionadas, en especial Sarmiento, incurrieron en fallas y arbitrariedades. Resultadistas al mango, los que coinciden con el fondo de sus sentencias las elogian sin medida ni razón.

Sarmiento favoreció indebidamente cuando menos dos veces a Boca... perdón a los accionantes. Una, ya se dijo, fue discriminar al Estado demandado habilitando días y horas sólo para su contraparte.

La otra fue “sumarizar” el amparo. Es una conversión muy inusual, contraria a la celeridad del recurso. Su decisión ralentó el procedimiento, abriendo cancha a chicanas dilatorias lícitas, como la recusación sin causa. La magistrada se hizo socia de la táctica de una de las partes: hacer tiempo. Algo que jamás debe tolerar (menos fomentar) una jueza.

Las camaristas fundaron muy pobremente sus sentencias. Sus “considerandos” sobre la cautelar solicitada por Redrado tienen una redacción confusa. Y su definición sobre la “necesidad y urgencia” que habilita los homónimos decretos presidenciales es pésima y anacrónica. Sus Señorías parecen suponer que esos extremos sólo confluyen en situaciones como los terremotos de Haití o Nueva Orleáns e ignoran, charramente, la velocidad imparable de las crisis económico-financieras. Supeditar la necesidad y urgencia a catástrofes es una visión arcaica en plena globalización, cuando los flujos de dinero circulan más rápido que las personas o las mercaderías y las Bolsas del mundo funcionan on line las 24 horas del día. El mercado cambia el escenario “n” veces por día, sus Señorías pretenden que el Estado responda a sus estímulos (depredadores con frecuencia) con mecanismos y tiempos del siglo XIX.

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Forum shopping: Otra burla establecida a las instituciones que formó parte del entuerto es el Forum shopping. Se apodan así las artimañas (permitidas por la organización de los tribunales) que permiten elegir un juzgado a gusto del litigante, es decir saltear o truchar los sorteos.

Un relevante juez de instancias superiores, preservando sus datos, reconoce el flagelo y da cuenta de su dimensión. “En el juicio de Telecom, un fuero le da la razón al Gobierno y otro a la empresa. O sea que cuando se discute la competencia (algo en apariencia formal) en verdad se está dirimiendo quién va a ganar.”

Los fueros federales son asolados por el Forum shopping. La propia cobertura periodística proderecha se solazaba anunciando que Sarmiento y las camaristas fallarían a favor de la oposición (sin sincerarlo con esas palabras, claro). Y avisaban: si el expediente pasa a la Cámara tal día, triunfa el avasallamiento. Si demora una semanita más, florece la República. Un mensaje maniqueo, amén de un tanto obsceno, máxime si hubo jueces que dilataron adrede el procedimiento.

Abundan los magistrados decentes (como el confidente mencionado en este mismo párrafo) que reconocen la falla y abominan de ella. Son menos los que lo hacen en público. Lo corporativo tira más que una yunta de bueyes.

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Si te hace falta un Consejo: Retomemos: las rémoras y limitaciones de los Tribunales integran el inventario. Un gobierno activo y eficiente debe tomar nota y anticiparlos al actuar. Meterse en ese andurrial fue falla del procurador, también de quienes tomaron la decisión política. El Contencioso administrativo sigue siendo un bunker del poder económico porque está en su matriz y porque poco se hizo en años sucesivos para alterar su esencia.

El Consejo de la Magistratura es, desde su desdichado parto constitucional, una quinta rueda del carro. La reforma del kirchnerismo no lo mejoró, por decirlo con un eufemismo piadoso. AUn sin ser ave de mal agüero, cuesta imaginar que un cambio impuesto por el “Grupo A”, sin innovación ni profundidad, rompa la inercia de fracasos.

La renovación generacional es imprescindible para ir aligerando la composición geológica de un estamento estatal vetusto, construido bajo el paradigma noventista en el que sobreviven incrustaciones dictatoriales. Ahí finca una responsabilidad del poder político y de su modo centralizado de toma de decisiones que genera embotellamientos por doquier. Los nombramientos insumen tiempos vaticanos. Hay muchas designaciones pendientes, por pujas políticas eventualmente entendibles. Pero la prolongación de las vacancias causa daños irreparables, mientras solidifica a las capas geológicas ya instaladas.

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Corte sana: Ricardo Lorenzetti descansó sólo quince días del mes de “feria de verano”, está en su despacho desde el lunes pasado. El Palacio sólo es transitado por albañiles, pintores y electricistas. El presidente de la Corte Suprema se prepara para un año arduo.

Desde diciembre, la realidad política fue en plano inclinado al Foro. Varios de los Supremos recelan de la tendencia a judicializar la política. Eugenio Raúl Za-ffaroni lo puntualizó en un reciente reportaje publicado en Página/12. Lorenzetti discurre de modo similar, ante sus pares y ante oídos amigables. Su discurso emana sensatez y sentido sistémico. Resumamos los ejes centrales. Es fundamental que la Corte preserve la gobernabilidad. El Poder Judicial es contramayoritario (sus integrantes no dependen de elección popular) por lo tanto es indeseable que gobierne. Le compete, sí, fijar límites pero jamás gobernar. La línea divisoria entre esos dos cometidos no siempre es nítida pero la diferencia conceptual existe. Esos predicados configuran un credo razonable, que difiere del imaginario de un buen conjunto de opositores y de los grandes medios.

Un allegado cercano resalta que Lorenzetti le explicó ese breviario a la multitud de senadores opositores que colmaron su despacho, en un encuentro inédito por el número de asistentes. Era imposible hablar a fondo, fue puramente protocolar, se les dijo a los legisladores que deberían dirimir sus cuitas en los otros poderes del Estado. En voz más baja, el confidente asume que a Lorenzetti “lo operaron”: el radical Gerardo Morales le pidió la reunión y la divulgó antes de que se estipularan sus condiciones. Es un ejemplo más de los usos a que estará expuesta la cabeza del Poder Judicial.

Las presiones de grandes empresarios, incluyendo multimediáticos, son otro dato cotidiano. A varios cortesanos les preocupa porque a menudo sus reclamos suenan imprudentes, chocantes a la gobernabilidad.

La Corte tiene entre manos un caso vinculado con esos problemas. Se trata del iniciado por la provincia de San Luis contra el uso de reservas para pagar la deuda pública. En confianza, ciertos supremos rezongan: “tienen diputados y senadores, tendrían que ir al Congreso”. Pero el amparo está radicado, el tribunal se declaró competente, le imprimió un trámite hiperveloz. En su primer acuerdo de pasado mañana empezará a tratarlo. Será una buena ocasión para, en los hechos, poner coto al frenesí litigante de gobernadores, senadores y diputados. O de darles un aliciente para reincidir. Habrá que ver.

Por si el lector no lo sabía, uno de los principales abogados conchabados por la provincia de San Luis es Rodolfo Barra.

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Imagen: Sandra Cartasso
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