EL PAíS › EL MINISTRO AMADO BOUDOU Y EL FILOSOFO ERNESTO LACLAU DEBATIERON SOBRE LATINOAMERICA

La nueva institucionalidad latinoamericana

“Hoy estamos construyendo un solo país en América latina que es un modelo para el mundo”, sentenció Laclau. El candidato a vicepresidente del oficialismo rescató la necesidad de que los países de la región “sigan caminando juntos”.

 Por Ailín Bullentini

El moderador Oscar González, el ministro de Economía, Amado Boudou, y Ernesto Laclau.
Imagen: Pablo Piovano.

“Nueva institucionalidad” y “unidad latinoamericana”. En poco más de una hora de disertación, el ministro de Economía y candidato a vicepresidente por el oficialismo, Amado Boudou, y el filósofo Ernesto Laclau construyeron sobre la base de esos dos conceptos el análisis que permite comprender la “consolidación de las reformas progresistas en Latinoamérica”, viga central de la jornada de debate que protagonizaron ayer. “Es importante que los países latinoamericanos caminen juntos en esta etapa turbulenta del mundo, que generará coletazos, y que continúen construyendo una nueva institucionalidad a través de organismos multilaterales fuertes, cooperativos y viabilizadores de puestos de trabajo de este lado de nuestras fronteras”, definió Boudou desde el escenario de la sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza. “Hoy estamos construyendo un solo país en América latina que es un modelo para el mundo”, sentenció Laclau. La jornada tuvo un solo, aunque notorio, ausente. El conflicto con numerosas pueblos originarios de Bolivia por la construcción de un camino que atravesaría un territorio indígena obligó al vicepresidente de ese país, Alvaro García Linera, a no despegarse de la casa central.

“¿Consistencia o provisionalidad?”, la pregunta, en boca del moderador Oscar González, se refirió a las políticas progresistas aplicadas por los gobiernos latinoamericanos en los últimos años y sirvió para romper el hielo. Para el titular de Economía, la dicotomía en realidad “obliga a pensar una cuestión de sentido mayor” que tiene que ver con quién tiene el poder en una sociedad y cuál es el rol del Estado en esa comunidad que quiere ser más dinámica: “Sólo el Estado tiene la capacidad de contener el avance del poder económico concentrado en pos de una distribución del ingreso más igualitaria. Esa es una sociedad progresista y democrática”.

En ese sentido, definió como “opciones antidemocráticas” las “ideas que siguen llegando (desde los organismos económicos liderados por países desarrollados) y que apuntan a reducir al mínimo el rol del Estado”, como los fondos anticíclicos. “Son nuevos formatos de dominación”, remarcó, bajo la mirada aprobadora de Laclau, quien elogió al ministro varias veces. En ese sentido, insistió en la unidad latinoamericana para la “construcción de una nueva institucionalidad” relacionada con “la creación de organismos multilaterales” que aglutinen y tengan como protagonistas a los países de la región.

A esa unidad se refirió el filósofo, al considerar que el Mercosur, la Unasur y el Banco del Sur serán las “herramientas con las cuales iremos creando el espacio en el cual el papel protagónico de nuestros países pueda verificarse”. Pero además, consideró que ese ámbito cercano permitirá la superación de “la dicotomía institucionalismo severo versus populismo”: “Que lo económico esté sometido a lo político y lo estatal es absolutamente decisivo”.

Para el ministro, esas instituciones latinoamericanas regionales sirvieron, también, para resolver problemas de coyuntura: “El último golpe de Estado en Centroamérica (Honduras) fue resuelto en el marco de la OEA, un organismo con sede en Washington y una postura de la situación, claro, washingtoneana. La solución no fue buena. El intento de derrocamiento al presidente de Ecuador, Rafael Correa (hace un año), se resolvió en el marco de Unasur, entre países que mucho más sabían de la decisión popular ecuatoriana”, completó.

En tanto, el pensador agregó una arista más al análisis de la construcción institucional y colectiva entre los países de la región: la cuestión democrática. “La calidad democrática de América latina avanza hacia un equilibrio entre dos posturas que, en su ejercicio absoluto, son falsas: aquella que entiende como instituciones solo a las parlamentarias, una democracia vacía de poder popular; y la visión ultralibertaria, que plantea una democracia de base conformada por nuevas instituciones que rompan con la forma parlamentaria tradicional, algo que tampoco funciona”, explicó Laclau. El intento de derrocamiento que sufrió el presidente venezolano, Hugo Chávez, en 2002, fue su ejemplo: “Sin la movilización popular, el golpe hubiese triunfado. Al mismo tiempo, esa movilización de base sin la presencia de un Estado conformado con las bases políticas propuestas por Chávez hubiese sido un fracaso”.

Si la discusión entre consistencia o provisionalidad fue el disparador, la reflexión sobre las vías para sostener las políticas progresistas en el tiempo fue el desafío del cierre del debate. “La profundización del modelo”, definió González. “En primer lugar, el sostenimiento de esas políticas. Luego, el agregado en el mismo camino –inició el fin Boudou–. La construcción de una nueva institucionalidad tiene que ver con la generación de igualdad de acceso a derechos fundamentales que el pueblo defenderá de manera firme. La Asignación Universal por Hijo, la recuperación de los fondos previsionales por el Estado, la posibilidad de que cada estudiante secundario tenga una computadora son derechos que nadie va a poder cercenar.”

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