EL PAíS › MENEM ANUNCIARA HOY SI DESISTE DE PARTICIPAR EN EL BALLOTTAGE

El Martes 13 quedó para el miércoles

El ex presidente estuvo a un tris de ceder a las presiones de su entorno y renunciar a su candidatura. Lo haría hoy desde La Rioja.

 Por Diego Schurman

Será superchería nomás. Porque la decisión de no anunciar su martes 13 un martes 13 no encontró demasiada explicación, más que demorar la agonía. La duda instalada ahora es si Carlos Menem le pondrá hoy mismo punto final a su título de candidato o si dejará que el último adiós se plasme con el castigo electoral que sufrirá el próximo domingo en las urnas.
Menem se subirá esta mañana a un avión para dar a conocer su futuro desde La Rioja, su provincia natal. Lo acompañarán sus laderos de siempre y el equipo que aceptó la aventura de integrar su gabinete. Se trata del mismo núcleo que dejó entrever una fuerte pulseada sobre el futuro del ex presidente.
En rigor, el reparto no es parejo. De un lado, una pequeña aunque influyente corriente a favor de su continuidad en la pelea, encabezada por Alberto Kohan, Eduardo Bauzá y, sin demasiada intervención en la campaña, Carlos Corach. Del otro, la “línea riojana”, que abarca a su hermano Eduardo, sus sobrino Adrián y el gobernador Angel Maza.
Este último sector, al que se sumó el candidato a vice, Juan Carlos Romero, mantuvo un encuentro matinal para determinar los pasos a seguir.
Menem se anotició poco antes de ingresar al Hotel Alvear, en donde mantuvo una cumbre con el titular del BID, Enrique Iglesias.
Al salir de allí lo interceptaron Jorge Azcárate y Fernando Szereszevsky, dos de las cabezas de su equipo de comunicación.
–Si se baja se tiene que bajar ya.
Aludían, claro, a la necesidad de no “regalar” dos tapas a los diarios: la de hoy anunciando que se bajaría, y la de mañana, confirmando que se bajó.
Romero, pese a que sus enemigos internos lo consideraron como miembro honorario del “grupo rendición”, igualmente puso reparos.
–No compremos la agenda de los periodistas.
Pero los encargados de la comunicación menemistas insistieron:
–Vamos a estirar la agonía. Si ahora (cerca del mediodía) es inmanejable. A las 5 de la tarde nos pasan por arriba.
Recién entonces intervino Menem.
–Yo todavía no me bajé. Tranquilos muchachos –cerró la conversación.
Ya de nuevo en el Hotel Presidente, su bunker de campaña, Menem comenzó a caminar inquieto por los pasillos. Tenía el ceño fruncido. Calmó su ansiedad oral con algunos sandwichitos.
Azcárate se ocupaba de chequear y corregir cada uno de los textos de renuncia que le hacían llegar los escribas de turno. Menem ni siquiera los quiso recibir. Un primer borrador llegó a la web con el título “Carta Abierta a los Argentinos”. De allí saltó a la televisión. Y el propio jefe de prensa menemista se apuró en desligar a su jefe del texto, pese a que los peregrinos del Hotel Presidente reconocieron su autoría intelectual.
Algunos, incluso, creyeron reconocer la muñeca de Rubén Marín en varios tramos de la epístola. Pero haya sido o no el responsable final de semejante maniobra, lo cierto es que la base argumental de la dimisión era exactamente igual a la utilizada por todos aquellos que pugnaban por bajar la guardia.
Se habla de “renunciamiento”, con un tono épico y una pretenciosa comparación con Evita, y se deja a Menem en un papel de patriota que se hace un lado para resguardar la democracia. “Si el voto es contra Menem, les ahorro el trámite (...), ahora sin mi presencia tan `conflictiva y contaminante`, no habrá excusas”.
En ningún párrafo se decía el principal argumento del paso al costado: la aplastante derrota que vaticinan todas las encuestas. “En el mejor de los casos –admitió en off un menemista full time– estamos 25 puntos abajo.”
El ex presidente no comulgó con el texto. Llamó de urgencia a Bauzá y a Kohan. Los quería a todos cerca. Hizo lo propio con los ministeriables. Se dijo que el candidato a ministro de Economía, Carlos Melconian, tuvo quesubirse a un avión de urgencia para llegar al Hotel Presidente. Por allí desfilaron, entre otros, Oscar Salvi y Pablo Rojo, propuestos para Justicia y Defensa, y también el hombre del bolsillo generoso y jefe de los equipos técnicos de la campaña, el empresario Francisco De Narváez.
Para contrapesar la versiones de la retirada, hubo un fuerte operativo. Se reactivaron los spots publicitarios, en que trabajadores y profesionales gritan al unísono “vamos Menem”, y se hizo gala del aparataje peronista con la movilización masiva de gente hacia la puerta del bunker del ex presidente.
En este caso, del traslado se encargó Daniel Lalín, más conocido por su pasado racinguista que por sus vínculos con Kohan. No es un dato menor: es el ex secretario general de la Presidencia el que empuja a Menem a la competencia y uno de los pocos que anoche se animó a decir ante los medios que el ex mandatario no se bajaba.
El ex funcionario, de todos modos, no pudo explicar demasiado el sentido del traslado de Menem a La Rioja. De renunciar allí –lo aturdían–, nadie podrá evitar hacer un parangón con Adolfo Rodríguez Saá. El puntano se trasladó con sus ministros a San Luis para hacer pública su dimisión.
Una salvedad: el Adolo era presidente, Menem es aspirante a serlo.
De todos modos, los sandwichitos, o quizá la gente vivándolo desde la calle Cerrito, le cambiaron el semblante. Y bien entrada la noche cedió a la recomendación de su entorno y se asomó por una ventana para saludar. Tuvo gestos de agradecimiento palmeándose la camisa violeta, a la altura del corazón. Su saco azul lo había dejado reposando en el respaldo de una silla.
Romero también se mostró sin corbata y con una nimia sonrisa que, lejos de develar el misterio, lo prolongaba. Cerca de la medianoche, cuando los micros que Lalín y otros hombres de buenos oficios del conurbano bonaerense llegaron frente al Hotel Presidente, Menem volvió a asomarse congraciado. “No los voy a defraudar”, gatilló. Nadie supo si respondía al clamor que se escuchaba algunos pisos abajo para que no se baje.
Del lado de adentro, todo era quimera. Y la pulseada entre el grupo “continuista” y el grupo “rendición” se mantenía a la orden del día. Desde los “celestes” contra “rojos punzó”, a principios de los `90, las peleas internas fueron un común denominador del menemismo. Y en la debacle no podían estar ausentes.
Entre sus detractores, hubo tiempo para achacarle a Menem su propia responsabilidad en el magro presente. Concretamente, le recordaron que si no hubiese congeniado con Raúl Alfonsín el Pacto de Olivos hoy sería presidente de la Nación, ya que antes de la reforma constitucional del `94 no existía el ballottage. Se olvidaron, claro, que gracias a esa misma reforma logró su reelección en 1995.

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Carlos Menem y Juan Carlos Romero se asoman por una ventana del Hotel Presidente.
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