EL PAíS › OPINION

Castoriadis, filosofía política y democracia

Por José Pablo Feinmann

Uno de los críticos más severos de la democracia en Occidente ha sido el filósofo griego Cornelius Castoriadis. Sus reflexiones tienen que ver con el mundo central que él describe y con el periférico al cual esas reflexiones se aplican. El pensamiento de Castoriadis (que intensamente citaremos) tiene un rigor que proviene de su formación de marxista que ha leído ampliamente a Heidegger. Ve, así, en la destrucción de la naturaleza y, en última instancia, del planeta (¿acaso alguna instancia podría ser más última?) la acción esencial y devastadora del capitalismo.
Escribe: “Esta destrucción irremediable sigue: en este preciso momento, la destrucción de los bosques tropicales en calidad de especies vivientes continúa. Las medidas tomadas o consideradas para detener esta destrucción son irrisorias. De modo que hablar de dominación del hombre sobre la antroposfera y el mundo creado por él no hace otra cosa que reproducir la vieja ilusión cartesiano-capitalista-marxista del hombre dueño y señor de la naturaleza. Cuando el hombre es más bien como un niño que se encuentra en una casa cuyas paredes son de chocolate, y que se dispuso a comerlas, sin comprender que pronto el resto de la casa se le va a caer encima” (Figuras de lo pensable, p. 175, FCE).
Castoriadis –dentro de estas líneas de reflexión– se vuelca sobre el Fondo Monetario Internacional, pieza decisiva de este encuadre que el Gran Capital ha hecho del mundo y que camina hacia su implosión. “Acompañando la ofensiva Reagan-Thatcher en contra de los sindicatos y de los niveles de salarios, esta regresión permitió que los extirpadores de dientes de Chicago sacaran a relucir las antigüedades refutadas desde hace mucho tiempo (de hecho, la teoría cuantitativa de la moneda), que los expertos del Fondo Monetario Internacional hundieran algunos clavos adicionales en el ataúd de los países pobres y que el señor Guy Sorman se convirtiera en el apóstol de las Luces económicas en Francia” (p. 169).
Pero donde el pensamiento de Castoriadis logra mayor hondura y actualidad es en la relación que establece entre el dinero y la política. Por ejemplo: ¿cómo llega un político, o, pongamos, un senador norteamericano, a ocupar un lugar en el Congreso? Las elecciones, ¿terminan expresando la voluntad de la ciudadanía o la de las grandes corporaciones? Castoriadis ofrece un punto de vista ya célebre en politología: “Por cierto hay elecciones en Estados Unidos para el Senado y la Cámara de los representantes (...) Una vez elegido senador uno se convierte en senador de por vida, salvo que ocurra un accidente. ¿Por qué? Porque ser elegido senador exige dinero, mucho dinero para el financiamineto de las campañas electorales, y este dinero será suministrado por los Comités de Acción Política (Political Action Committees, PAC) previstos por la ley estadounidense, que reglamenta sus actividades y los límites de las contribuciones económicas (...) ¿Quién suministra dinero a los PAC?”
Aquí está el centro de la cuestión. Hasta ahora tenemos: un senador para llegar al Congreso necesita dinero. Ese dinero se lo suministran los PAC. El dinero es imprescindible para la campaña política. La cuestión es: ¿quién le da el dinero a los PAC, o, en nuestro caro y defendible idioma: Comités de Acción Política? “Probablemente (dice Castoriadis con lógica contundente) no se trate del vagabundo drogadicto del vecindario. Probablemente se trate de gente que tiene, al mismo tiempo, dinero y razones para entregarlo al Pac republicano y no al demócrata, o viceversa. Y sabe quién entregó tal cantidad de dinero así como se sabe con precisión qué ley votó tal senador” (p. 158). Y he aquí la afirmación axial de Castoriadis: “El dinero será suministrado por aquellos que lo tienen para aquellos que votan como corresponde”. De este modo, ocurre algo evidente e inevitable: “Cuando un senador dispone del dinero de un PAC más rico que el PAC de su adversario, está prácticamente asegurada su reelección”.
Esta ecuación entre dinero y política transparenta el mecanismo que todos conocen o intuyen pero que pocos analizan como Castoriadis. El dinero hace la política. La hace sobre a través del financiamiento de las campañas electorales. Si el candidato republicano se consigue más metálico vencerá al demócrata, porque tendrá más medios para la campaña electoral y representará intereses más poderosos.
Acaso el pensamiento de Castoriadis sirva para entender no sólo la actual coyuntura argentina, sino también buena parte de nuestra historia política.

Compartir: 

Twitter

 
EL PAíS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.