EL PAíS › LAS ELECCIONES Y LOS PROXIMOS DESAFIOS

Continuidad y ruptura

El domingo se decidirá no sólo la composición del próximo Congreso sino también la elección presidencial de 2007. Las viejas identidades radical y peronista buscan nuevos cauces. La incógnita sobre qué quedará del duhaldismo y los próximos desafíos en el campo económico- social. El besamanos empresarial al embajador Lott y la discusión salarial en Techint. La inflación como instrumento oligopólico de apropiación de ingresos. Clientelismo, desintegración social y escándalo biempensante.

 Por Horacio Verbitsky

La experiencia de dos décadas de régimen electoral en la Argentina sugiere que los comicios de renovación legislativa del próximo domingo no sólo decidirán la conformación de ambas cámaras del Congreso Nacional, para las que se eligen 127 diputados y 24 senadores. También preanunciarán los resultados de la próxima convocatoria presidencial, en 2007, cuando deba elegirse al sucesor de Néstor Kirchner, quien sostiene que no buscará su reelección. Una vez conocidas las cifras electorales el gobierno deberá abocarse a los grandes desafíos de la segunda mitad de su mandato, que se dan en el terreno económico-social y tienen que ver con el crecimiento y la distribución del ingreso.
Las listas de Raúl Alfonsín en 1985 y de Carlos Menem en 1991 se impusieron en la primera elección legislativa, lo cual les permitió una cierta holgura política en los años siguientes. El fracaso de los candidatos de la Alianza en octubre de 2001 prologó el colapso de la presidencia de Fernando de la Rúa, apenas dos meses más tarde. Las derrotas oficialistas de 1987 y 1997 fueron anuncios tempranos de los relevos de partido gobernante en las elecciones presidenciales siguientes. Pero además el 23 de octubre se pondrá en juego el diseño del sistema político y el destino de sus principales partidos. Por primera vez en seis décadas los resultados no serán monopolizados por peronistas y radicales, que competirán con fracciones y desprendimientos de ambas fuerzas, como el Frente Para la Victoria, el ARI y Recrear, en un cuadro de atomización y realineamiento. Esto explica la intensidad de la campaña electoral, muy superior a lo que parecería natural para una mera renovación de bancas parlamentarias.

Cuños

Las elecciones del próximo domingo pueden leerse como una expresión de continuidad de algunas tendencias profundas. Es tan difícil de ocultar el origen peronista de Néstor Kirchner como el cuño radical de Elisa Carrió y Ricardo López Murphy. Esto muestra la persistencia de identidades políticas que tienen seis y doce décadas de antigüedad. Pero igual validez tiene una visión basada en la transición de un sistema político en crisis hacia nuevas fuerzas y organizaciones. La propia interpretación de los datos que arrojen las urnas insumirá un esfuerzo por parte de actores y analistas ya que por primera vez desde la conclusión de la dictadura militar no habrá dos grandes casilleros en los cuales sumar los votos. Recién cuando los legisladores electos asuman sus cargos se apreciará la nueva relación de fuerzas. Kirchner dispondrá de un mayor número de legisladores propios pero perderá el apoyo de una porción de aquellos con los que pudo contar antes de la ruptura con Duhalde. Pero es prematuro cuantificarlos, dada la fluidez de las lealtades en este momento de cambio de alianzas. Los últimos en pasarse suelen ser los más fervorosos.
En los comicios celebrados hasta ahora en distintos lugares del país, Kirchner tuvo éxito contra candidatos sostenidos por otras facciones justicialistas, vistos como representantes de la situación establecida. En cambio, fue derrotado por otras fuerzas que emergieron como alternativa al caudillismo peronista tradicional. Ejemplos de lo primero fueron la Capital Federal y Misiones, donde los candidatos que apoyó Kirchner (Aníbal Ibarra y Carlos Rovira) batieron a los que sostenían Eduardo Duhalde y/o Felipe Solo antes de su rendición, como Mauricio Macri y Ramón Puerta. El segundo caso ocurrió en Santiago del Estero, donde el radical Gerardo Zamora superó al justicialista José Figueroa. A la luz de ese antecedente, Kirchner se dispone a la confrontación abierta contra el justicialismo en media docena de distritos, el más importante de los cuales es la provincia de Buenos Aires, donde el enfrentamiento será directamente con Eduardo Duhalde. Pero ha celebrado acuerdos especiales con otras fuerzas políticas, como el radicalismo de Santiago del Estero, Neuquén, Corrientes y Tierra del Fuego, de modo de incluir candidatos propios en sus listas. Lo mismo ocurre en provincias con gobernadores peronistas no kirchneristas, como Córdoba.

Horizontes

Uno de los mayores enigmas es qué quedará del duhaldismo después de estas elecciones. Todos los sondeos, aun los encargados y difundidos por el ex Senador, anuncian una fuerte ventaja de Cristina Fernández de Kirchner sobre Hilda González de Duhalde. Las distancias oscilan entre los diez y los treinta puntos porcentuales. Con un margen menor al diez por ciento, Graciela Fernández Meijide descorchó champagne en 1997 y dijo que había ganado “por escándalo”. Ese fue el principio del fin de la invulnerabilidad duhaldista. Un agravante de la diferencia porcentual entre ambas candidaturas será el número de diputados nacionales y de legisladores provinciales que obtenga. En el duhaldismo el malestar se dirige a la alianza con el ex subcomisario de la policía bonaerense Luis Abelardo Patti. Ese acuerdo mejora la chance de la señora de Duhalde, cuyo nombre se repite en ambas boletas, pero empeora la de los candidatos justicialistas. Sólo tres o cuatro de ellos accederían al Congreso Nacional. En el primer caso quedaría afuera el financista de la campaña Francisco de Narváez, quien también pagó el intento presidencial de Menem hace dos años. Una expresión de deseos formulada por Mariano Grondona es que, aun derrotado, Duhalde emergería como el armador de una coalición antikirchnerista, de la cual podrían participar el hombre de negocios con el Estado Mauricio Macri, el vicepresidente Daniel Scioli y alguna facción radical vinculada con Alfonsín. Ellos constituirían la fuerza de derecha que López Murphy quiso pero no pudo crear y competirían con la coalición progresista que aspira a suscitar Kirchner. Otra expresión de deseos, adelantada en esta columna, es que el horizonte duhaldista se reduciría al plano municipal de Lomas de Zamora, con incidencia residual en la provincia de Buenos Aires y nula en el plano nacional. La especulación acerca de un acuerdo electoral de Duhalde con el ministro de Economía Roberto Lavagna no parece consistente. Si Lavagna no acompañó a Duhalde en su ruptura con Kirchner en junio de este año, menos chances hay de que lo haga después de las elecciones en las que el presidente saldrá fortalecido. De alejarse ahora, en el momento de las decisiones habría perdido peso propio, ya que el ciclo de crecimiento no parece que vaya a revertirse en los próximos dos años, cualquiera sea el ministro. Cuanto más postergara el alejamiento, menores serían sus chances de diferenciarse.

Frentes, clientes y piquetes

La inclusión de Macri en ese frente depende de que haga un papel decoroso el domingo ante Elisa Carrió y Rafael Bielsa. Las escasas diferencias que se prevén entre las tres candidaturas sugieren que las trece bancas que elige la Ciudad se repartirán 4-4-4, con la restante para Luis Zamora. Por eso, para el gobierno nacional más importante que una victoria de Bielsa es una derrota de Macri. Un triunfo de Carrió en la Capital y otro de la coalición socialista-radical en Santa Fe implicaría la posibilidad de otro frente, éste de centro-izquierda, competitivo con el mismo espacio que ocupa el gobierno nacional aunque con características culturales distintas, más parecido a la Unión Democrática que hace sesenta años se opuso al primer peronismo, con un avanzado programa social y profusa retórica ciudadana. En tal caso dos coaliciones que se consideran de centro-izquierda competirían en 2007.
Uno de los temas que la observación periodística instaló en los últimos tramos de la campaña fue el de la distribución de dinero y bienes por parte de los principales candidatos en la provincia de Buenos Aires. La crítica al clientelismo ocupó un espacio destacado en columnas en la prensa gráfica y electrónica y en declaraciones de los partidos que por abundancia de principios o por escasez de recursos no incurrieron en esa práctica. Esos señalamientos se enriquecerían con algún grado de reflexión acerca del empobrecido país en el cual eso sucede y las responsabilidades políticas correspondientes. Sólo aquellas fuerzas que no integraron ninguna de las coaliciones gobernantes en los últimos 22 años están en condiciones de arrojar la primera piedra, que tampoco llegará muy lejos dada la debilidad de sus brazos, que nunca les permitieron alcanzar otras posiciones que las testimoniales de la denuncia. La gran prensa que celebró el proyecto de desnacionalización, desestatización y desregulación que desde la dictadura al menemismo condujo a esta catástrofe social se escandaliza ahora al comprobar que el Gran Buenos Aires no tiene costumbres tan civilizadas como Estocolmo. La destrucción de la industria y del tejido social correspondiente ha explicitado el destino sudamericano de la Argentina. Esas prácticas son tan repugnantes como el horror que suscita en las buenas conciencias de muchos corresponsables de semejante cuadro que no reflexionan sobre cómo se llegó a él ni acerca de lo necesario para dejarlo atrás. Estas iniquidades sólo desaparecerán con la inequidad que las hace viables, como el 15 por ciento de desocupación abierta y el 47 por ciento de trabajo no registrado.
También será interesante constatar cuál es la incidencia electoral de las distintas variantes de la paleoizquierda. El gobierno se ha referido en forma despectiva a ellas durante las polémicas con los grupos piqueteros que cada una de esas facciones organizó para ocupar las calles. Las muestras reducidas sobre las que trabajan las principales empresas de sociología electoral permiten mayor precisión en los pronósticos respecto de las fuerzas grandes. En cambio sus encuestas son menos confiables para registrar las intenciones de voto de los partidos menores. Si los resultados del domingo confirmaran las presunciones de Kirchner y varios de sus ministros de que se trata de grupos políticos minúsculos, se producirían en ese sector actitudes divergentes. Algunos se permitirían procesos introspectivos que dieran cuenta de las razones de su impotencia y que en el caso de la principal fuerza organizada debería incluir desde su actitud ante el yrigoyenismo y el peronismo hasta su complacencia con la dictadura militar. Otros tenderían a exasperar aún más su marginalidad apostando al conflicto social como forma de construcción.

Economía y sociedad

El 12 de octubre España celebró el Día de la Hispanidad, que en la Argentina lleva el absurdo nombre de Día de la Raza. Así lo dispuso Hipólito Yrigoyen en 1917, cuando buscaba el apoyo de la Iglesia para exorcizar el fantasma de la Revolución Bolchevique. En la recepción organizada por el embajador Carmelo Angulo Barturen la figura principal fue su colega de Francia, Francis Lott, quien concitó el interés de numerosos empresarios que desfilaron para expresarle su solidaridad ante el choque verbal con el presidente y la senadora CFK. Lott opinó que Kirchner era populista y sesentayochista y el gobierno replicó que el embajador era gestor de los intereses de Suez, el accionista francés de Aguas Argentinas. Quienes asistieron a la recepción española pudieron verificar con quién se identifica el sector patronal. Suez pretendía que el Estado nacional se hiciera cargo de su deuda en dólares y reclamaba fuertes aumentos tarifarios. El gobierno le negó una y otra cosa, lo cual muestra el cambio habido en las negociaciones argentinas con empresas privatizadas. Durante el viaje a Salamanca exploró otras alternativas, que involucran a capitales de distinto origen, incluyendo la dudosa “burguesía nacional”.
Otro diálogo no menos significativo ocurrió durante las negociaciones salariales entre la Unión Obrera Metalúrgica y Siderar, la ex SOMISA hoy en manos del grupo italiano Techint, cuya operatoria gira con la nueva denominación Tenaris Siderca. El Secretario General de los obreros metalúrgicos de San Nicolás, Naldo Brunelli, advirtió al director general de Tenaris Siderca, Guillermo Noriega:
–Si por negarnos cien pesos más de aumento le hacés perder 22 millones de dólares por dos días de huelga, Rocca te va a echar a la mierda.
–Estás equivocado. Rocca me va a echar si te aflojo los cien pesos –respondió con su mejor sonrisa Noriega.
Los dos episodios permiten adelantar algunas de las tensiones que esperan al país y a su gobierno a partir del lunes próximo. El tercer año consecutivo de impactante crecimiento macroeconómico viene a-compañado por un incremento inflacionario por ahora moderado pero que compromete algunos de los principales objetivos declarados por el gobierno (y compartidos por las principales fuerzas políticas del país), como la mejora en la distribución del ingreso. Para el ex presidente del Banco Central Alfonso de Prat Gay la inflación se debe a la expansión de la base monetaria con la que se mantiene el tipo de cambio alto y la política de desendeudamiento. Para Lavagna refleja las demandas salariales excesivas y la insuficiencia de las inversiones ahora que la recuperación de los niveles productivos ha agotado la capacidad instalada ociosa. Pero en cualquier nivel (desde el muy moderado actual hasta el incontenible durante las gestiones de Alfonsín y Menem entre 1989 y 1991) la inflación expresa una pugna distributiva, que se torna más ríspida cuando el modelo económico y el poder político se ponen en disputa. El debate es acerca del tipo de salida luego del desplome de 2001/2 y quién cargará con sus costos. Las mejoras sociales de los últimos dos años produjeron un alivio en relación con el peor momento de la crisis, a partir del éxito de los campeones devaluacionistas Duhalde y Alfonsín y las masivas transferencias de ingresos que se dispusieron por vía de subsidios a las mayores empresas. Pero esa recuperación es aún insuficiente para volver a los niveles de ocupación y de empleo de las décadas pasadas, que requerirán otro tipo de medidas. Cualquier aumento del costo de vida aleja esa meta.
La experiencia de las últimas tres décadas indica que las caídas en los ingresos de los trabajadores se producen siempre en forma catastrófica: el rodrigazo de 1975, la crisis bancaria y la socialización de la deuda externa de 1981/83, la hiperinflación de 1989/90, la depresión de 1998/2001, la devaluación de ese último año. También se observa que la recuperación posterior a cada hecatombe no permite a los trabajadores volver a subir el escalón del que fueron empujados. Techint ha sido uno de los grandes beneficiarios en cada etapa de ese proceso. Fue uno de los mayores tomadores de crédito externo socializado durante la Primera Aparición de Domingo Cavallo; uno de los principales participantes en el remate a precio vil del capital social acumulado por generaciones de argentinos en las empresas públicas; uno de los grandes ganadores en la pesificación de deudas dispuesta por Duhalde luego de devaluar la moneda y uno de los mayores favorecidos por la devaluación, dado que es un gran exportador. Pero igual que el resto de las grandes empresas, no está dispuesto a poner esas ganancias extraordinarias en la mesa de discusión. El gran capital sólo mira hacia adelante. “Es cobarde”, como dijo Donald Rumsfeld en la conferencia que sostuvo esta semana en Key Biscayne con ministros de Defensa y Seguridad de siete países centroamericanos. Tema: empleo de las Fuerzas Armadas en tareas policiales para enfrentar la criminalidad que surge de la crisis social, porque de otro modo no habrá inversiones. Al mismo tiempo, los negociadores estadounidenses de la cumbre de Mar del Plata resistían la inclusión en el texto final que firmarán los presidentes de dos palabras defendidas por los negociadores argentinos: “Justicia social”. El problema no es idiomático sino conceptual. Un mediador canadiense admitió que en el inglés que se habla en su país la expresión existe.

Nacidas ayer

Algunos de los indicadores argentinos recientes muestran una inversión de la tendencia ominosa anterior. La concentración del ingreso dejó de crecer y mostró un ligerísimo descenso. La creación de nuevos puestos de trabajo registrado supera con amplitud a la de empleos no registrados, pese a lo cual todavía casi la mitad de los trabajadores son precarios. El conflicto gremial es una de las vías para mejorar ese cuadro y por primera vez en décadas el ministerio de Trabajo procura aportar en esa dirección y no en la contraria. Pese a la lentitud y la moderación de este proceso, las grandes patronales no están dispuestas a ceder ninguna de las ventajas obtenidas. Como nacidas ayer, sólo aceptan discutir sobre ganancias de productividad futuras. De este modo, cada escalón de descenso en la participación de los trabajadores en el ingreso corresponde a un escalón ascendido por el capital más concentrado. El de los aumentos limitados a la productividad fue también el discurso de la década pasada, y no se cumplió en la práctica. Un estudio realizado por la Federación de Trabajadores de la Industria, FETIA, y el Area de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales determinó que la productividad de la industria manufacturera creció casi el 50 por ciento desde 1991. Las remuneraciones se deberían haber incrementado a una tasa anual del 4,8 por ciento sólo para seguir esa evolución de la productividad, pero no sólo no aumentaron sino que cayeron y terminaron por debajo del nivel del año 1991. Medido en pesos, el incremento de productividad por encima de los salarios permitió al sector empresario apropiarse de una masa de ganancias que les hubiera correspondido a los trabajadores, de 33.548 millones de pesos entre 1992 y 2004. Esto equivale a la masa salarial correspondiente a dos años, que debería restituirse a los trabajadores para cumplir con la propuesta equivalencia entre productividad y salarios. Otro estudio, del ministerio de Trabajo, fija el punto de partida diez años después que el de FETIA-FLACSO, en 2001. Desde entonces la incidencia de los salarios en los costos de producción se redujo un 17 por ciento mientras el excedente empresario creció 8,7 por ciento del PIB. Someter la discusión salarial a la futura evolución de la productividad perpetuaría en el nivel actual el reducido poder de compra de los salarios y consolidaría una inequitativa distribución del ingreso. La menor participación del salario en el ingreso total resultante de la devaluación quedaría establecida como la Nueva Frontera.

La miseria planificada

Los niveles de desempleo que en 1974 se ubicaban en torno al 4,2 por ciento promediaron el 12 por ciento durante la década de 1990, alcanzaron el 21,5 por ciento al finalizar la convertibilidad y se han reducido ahora al 16 por ciento. A su vez, los salarios reales de 2002 eran la mitad de los de 1974. En 1974 la diferencia de ingresos entre el 10 por ciento de los hogares más pobres y el 10 por ciento de los más ricos no llegaba a diez veces. En 2002 llegó a 46 veces. En pocos meses más se cumplirán treinta años del golpe de 1976. En su Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar, Rodolfo Walsh hizo la primera descripción sistemática de la política de exterminio en ejecución, aquella que el gobierno y la sociedad civil repudian. Pero luego Walsh agregó: “Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.” Esa planificación fue exitosa. Por los medios más violentos se quebró la resistencia popular organizada y se estableció el círculo vicioso cuyas consecuencias se sufren hoy. La reparación pendiente no será fácil, porque implica atacar un nudo central de la problemática argentina: la oligopolización de los principales mercados, que permite a las grandes empresas trasladar los incrementos salariales a los precios y con ello impulsar la inflación y anular cualquier mejora en el ingreso de los trabajadores.
Los sectores poderosos de la economía prestan mayor atención que las fuerzas políticas, y los políticos de la derecha más que los de izquierda, a la insistencia con que Kirchner plantea varias veces por semana el combate contra la pobreza, la indigencia y el desempleo. Es una lástima que los muchos críticos del bajo nivel de debate de la campaña electoral, tanto en la política como en la sociedad y los medios, no le tomen la palabra para introducir en la discusión las formas de lograr esos fines, sin olvidar que los intereses que hoy defienden la rentabilidad ganada como si fueran una colina bajo asedio son los mismos que mandaron matar a decenas de miles de personas para que ello fuera posible. Sería un bienvenido gesto de responsabilidad.

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