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Por la memoria del cura barrendero Mauricio Silva

Una congregación católica se presentó por primera vez ante la Justicia como querellante por crímenes de la dictadura. Los Hermanitos del Evangelio piden que se investigue la desaparición de Silva.

 Por Washington Uranga

La congregación católica de los Hermanitos del Evangelio, a través de su superior para América latina, el sacerdote español José Luis Muñoz Quiroz, se presentó ante la Justicia argentina como parte querellante solicitando se investigue la desaparición del cura barrendero Mauricio Silva, desaparecido en Buenos Aires el 14 de junio de 1977. La presentación, patrocinada por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), fue realizada ante el juzgado federal número 3, cuyo titular es el juez Daniel Rafecas, quien tiene a su cargo la investigación por las violaciones a los derechos humanos de las que se responsabiliza al Primer Cuerpo del Ejército.

Para la presentación, que también compartió el ex sacerdote Patricio Rice, reconocido como activo militante por los derechos humanos, el superior de los Hermanitos del Evangelio viajó especialmente desde Bolivia, donde reside habitualmente. El cardenal Jorge Bergoglio fue informado por el propio Muñoz Quiroz de la instancia judicial. Este el primer caso en el que una congregación religiosa católica se presenta como parte querellante en un juicio por crímenes de lesa humanidad.

La acción iniciada por los Hermanitos del Evangelio coincide también con la presentación de un libro titulado Gritar el Evangelio con la vida. Mauricio Silva barrendero, editado por la Dirección de Cultos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que se presentará hoy, a las 19, en la sala del Teatro de la Comedia, en Rodríguez Peña 1074. El teatro pertenece a la Congregación de las Hermanas del Divino Maestro, que dirigen el Instituto de Cultura Religiosa Superior y que han tenido también un compromiso muy activo en la lucha por los derechos humanos. En la presentación del libro estará presente el también sacerdote Jesús Silva, hermano de sangre del desaparecido Mauricio, quien reside en Caracas y viajó especialmente para la ocasión.

Mauricio Silva nació en Montevideo, Uruguay, el 20 de septiembre de 1925, en el seno de una familia humilde. Su padre era ladrillero y agricultor. Como testimonio de la situación económica familiar queda un registro en la partida de nacimiento de Mauricio (cuyo verdadero nombre de pila es Kléber): un sello que dice “exonerado de estampilla por haber justificado pobreza”. Silva fue ordenado sacerdote en 1951 en Córdoba, Argentina, donde había estudiado desde 1948 por disposición de sus superiores de la congregación salesiana, después de haber servido en las misiones que los propios salesianos tenían en el sur del país. Entre los compañeros de formación de Silva se contaba el ya fallecido obispo de Neuquén, Jaime de Nevares, uno de los pocos miembros de la jerarquía enrolados en la defensa de los derechos humanos. Al comenzar los años ’70, junto con Patricio Rice, el sacerdote Mauricio Silva se integró a la Fraternidad de los Hermanitos de los Pobres, una hermandad inspirada en la vida del religioso francés Charles de Foucauld, y dedicada por completo al servicio de los pobres.

Después de una temporada en Uruguay, donde regresó debido a la enfermedad de su madre, Mauricio Silva volvió a la Argentina para continuar aquí con su labor de compromiso con los pobres. En 1974, también a la luz de las reformas que se planteaban en la Iglesia Católica después del Concilio Vaticano II, Mauricio Silva decidió iniciar su labor como cura obrero y se empleó como barrendero en la ciudad de Buenos Aires. Estando en esa tarea participó también de la actividad gremial y en los comicios sindicales de 1972 fue parte de la lista opositora que patrocinó la Juventud Trabajadora Peronista (JTP).

A pesar de su compromiso político y social, Mauricio Silva nunca perteneció a los Sacerdotes del Tercer Mundo, si bien mantenía una perspectiva de compromiso similar a muchos de ellos. Tampoco se enroló en organizaciones políticas armadas, tal como lo dejó plasmado en un testimonio que se incluye en libro que se presentará hoy. Su objetivo fue “participar a nivel del pueblo, conociendo proyectos. Apoyando, concientizando desde la postura en que quede de manifiesto nuestra opción primera y fundamental: nuestra vida religiosa... y sin pertenecer a una organización revolucionaria”.

El cura fue secuestrado mientras se encontraba cumpliendo sus tareas como barrendero municipal en la esquina de Terrero y Magariños Cervantes, en la Capital. Los testigos aseguran que tres hombres vestidos de traje se bajaron de un automóvil Ford Falcon blanco, se dirigieron al sacerdote barrendero y tras un diálogo y sin violencia lo escoltaron hacia el auto. Eran las ocho y media de la mañana del 14 de junio de 1977 y ése es el último dato que se tiene de Mauricio Silva. De los testimonios recogidos en el libro se puede deducir que primero fue conducido a la comisaría 41ª de la Capital. Después su rastro se pierde a pesar de que existen algunos testimonios que aseguran que fue terriblemente torturado y personas que creen haberlo visto incluso en el Hospital Borda. Nada se pudo comprobar. Las autoridades eclesiásticas de ese tiempo, informadas de la situación, tampoco hicieron gestiones o aportaron algún dato. Desde 1978 su hermano Jesús Silva, también sacerdote, y su compañero Patricio Rice denunciaron la desaparición en Estados Unidos y a nivel internacional. Como en el caso de tantas otras personas en la Argentina, la verdad sobre la desaparición de Mauricio Silva está ahora en manos de la Justicia.

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Mauricio Silva, en una imagen de juventud, con una sobrina, en Uruguay.
 
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