EL PAíS › HOMENAJE AL CHE EN LA HIGUERA

Un viaje hacia el último día de Ernesto Guevara

Cientos de jóvenes llegados de todas partes del mundo más bolivianos y argentinos comenzaban ayer su marcha desde Vallegrande hacia La Higuera, donde fue fusilado el Che Guevara tras ser capturado el 8 de octubre de 1967.

 Por Martín Piqué
desde Vallegrande, Bolivia

La tarde empieza a morir sobre la plaza céntrica de esta ciudad colonial fundada en 1614. El cielo se tiñe de un azul oscuro, las campanas de la iglesia señalan que ya son las seis. Una colorida bandera wiphala, que representa a todas las etnias de los Andes, se agita sobre un camión atestado de gente. Se escuchan gritos, un rubio con aires de hippie corre desesperado y logra aferrarse a una pequeña escalerita en el costado del vehículo. Es la señal que esperaba la multitud. Una señal de largada hacia el camino que todos quieren recorrer en la noche que se asoma. La ruta hacia La Higuera, el poblado en el que el ejército boliviano mató a Ernesto Guevara por orden de la CIA. Los participantes se trasladarán trescientos kilómetros hacia el sudoeste, hasta llegar a la escuelita en la que el soldado Mario Terán fusiló al Che con ráfagas de ametralladora en el pecho para que pareciera muerto en combate.

Los visitantes recorrerán en sentido inverso el mismo camino que hicieron los militares bolivianos que querían mostrarle al mundo el cadáver del Che. Llevaron su cadáver desde La Higuera hasta Vallegrande, allí lo exhibieron en la pileta de la lavandería del hospital. Un reportero gráfico al servicio del ejército, Fredy Alborta, retrató ese instante en el que alrededor del cuerpo tendido se veían hombres codeándose por aparecer en la foto. La imagen también recorrió el mundo, como la postal de Korda. El ensayista inglés John Berger comparó el rostro y la escena con el cuadro La lección de anatomía, de Rembrandt. Esa pileta de lavandería se ha convertido en un lugar de introspección, de peregrinación casi religiosa. En sus paredes hay cientos de inscripciones.

La caravana de vehículos comienza a salir de Vallegrande, el silencio se apodera de la plaza que hasta hace minutos era el lugar de encuentro de los participantes del II Encuentro Mundial Che Guevara. Es el segundo foro que se organiza en Bolivia con motivo del aniversario de su muerte. El primero se hizo hace diez años, cuando el ultraderechista Hugo Banzer gobernaba Bolivia y se cumplían treinta años de su caída. Esta vez el contexto es muy distinto: con Evo Morales en el gobierno, las actividades en homenaje al Che recibieron el apoyo explícito de la administración boliviana. Diez años atrás el encuentro había sido posible gracias al impulso de organizaciones sociales, sindicatos y estudiantes: toda una parábola de las transformaciones políticas en este país. Pero los cambios no les gustan nada a los sectores poderosos del Oriente.

Tras la lluvia que cayó durante toda la noche del viernes, las callecitas de Vallegrande están cubiertas por una capa mínima de agua y barro que obliga a caminar con cuidado. Los visitantes caminan haciendo equilibrio, algunos aprovechan las lonas que los comerciantes han colgado sobre las veredas. Así protegen su oferta de productos, que va desde las “salteñas”, empanadas de harina de maíz rellenas con papa y carne, hasta los típicos sándwiches de carne de cerdo con cebolla y tomate que se preparan a la vista. Entre los transeúntes aparece el cantautor uruguayo Daniel Viglietti. Su presencia también es otro pequeño indicio de los cambios que asustan a la burguesía cruceña. Por las calles también se puede ver a varios cubanos que combatieron con el Che en la Columna Cuatro y en el ELN de Bolivia. Uno de ellos es moreno y lleva una camisa blanca, no una guayabera. Aunque nadie parece haberse dado cuenta, tiene los mismos rasgos que el joven de rostro anguloso que aparece en el identikit del ejército que se ve en la muestra fotográfica. El identikit ofrecía una recompensa y lo llamaba Urbano. Así le decían en el ELN: su nombre completo es Leonardo Tamayo y es uno de los cinco sobrevivientes de la guerrilla de Ñancahuazú. Luego del mediodía, Urbano participa de una conferencia en el Teatro Parroquial. Algunos testigos se sorprenden al enterarse de que era uno de los dos escoltas del Che (ver aparte).

Los pequeños negocios de Vallegrande siguen su ritmo habitual, aunque agradecen con una sonrisa la llegada de visitantes dispuestos a gastar algunos dineros. En el cafetín La Cueva se reciben tandas de alemanes e italianos. Por el televisor del salón están pasando el clásico River-Boca, al que el dueño parece no prestarle atención. Al conocer el resultado, el cronista de Página/12 hará un esfuerzo para hacer lo mismo. En la ciudad se ven pocos argentinos, dos militantes de Libres del Sur y el Movimiento Evita, otros de la Brigada General San Martín. Por la tarde aparecerá un grupo de catorce jóvenes maoístas del Partido Comunista Revolucionario.

Todos ellos estuvieron en el primer acto importante del encuentro, la entrega de diplomas del programa de alfabetización “Yo sí puedo”.

Los cubanos se pueden identificar por su acento alegre, sus bigotes y una gorrita deportiva con la estampa del Che. Lejos del estilo protocolar tan habitual en los partidos mayoritarios argentinos, la delegación de la isla no hace distinción entre funcionarios, colaboradores y custodios. Se puede confundir al embajador de Cuba en Bolivia, Rafael Dausá Céspedes, con uno de sus allegados: todos los cubanos visten parecido. “Cada vez que llego a la escuelita de La Higuera se me ponen los ojos húmedos. No puedo dejar de pensar que esa tierra está bendecida por la sangre del Che”, cuenta Dausá Céspedes a Página/12.

Por la mañana, el diplomático encabezó el acto con los alfabetizadores. El embajador de Cuba hizo allí un balance de la tarea de los 2180 médicos y los 119 educadores que la isla envió a Bolivia por pedido de Evo. “Si el gobierno y el pueblo boliviano nos piden más, habrá más. Nosotros no seremos nunca dueños de ninguna concesión minera, no seremos dueños de ningún pozo petrolero. Seremos dueños del cariño y el amor del pueblo boliviano”, dijo Dausá Céspedes. Los asistentes lo aplaudieron, en Bolivia se está hablando mucho de los efectos de la asistencia cubana. Esa ayuda llega también hasta la Argentina (Página/12 pudo ver cómo dos ancianas argentinas cruzaban la frontera desde Pocitos a Salvador Mazza con uno de sus ojos vendado. En Bolivia habían sido operadas de cataratas o pterigio, una enfermedad de la córnea, por especialistas cubanos).

Antes de que la caravana parta hacia La Higuera, en la plaza se empiezan a juntar los que quieren viajar, los que aún no saben a qué vehículo subirse. Frente a la Casa de la Cultura se realiza una muestra de teatro callejero. Unos jóvenes se disfrazan detrás de una 4x4 de la Confederación Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia (Csutcb), los recibe un gentío en forma de ronda. Se trata del grupo de teatro Los Igualitarios. Representan la historia reciente de Bolivia. El más alto de los actores aparece disfrazado de Tío Sam, el público –en su mayoría bolivianos– lo recibe con abucheos y risas. Otro personaje lleva lentes oscuros, peluca rubia y habla como un gringo. Es Goni, o Gonzalo Sánchez de Losada, el ex presidente acusado de genocidio por reprimir las protestas sociales: “Mira las riquezas naturales que tiene Bolivia”, le dice Goni al Tío Sam. Los actores se ríen, el público también. Tras quitarse el sombrero de barras y estrellas, el actor que representó a Tío Sam dice que el Che los inspiró para hacer la obra. Que lo mismo hizo con el pueblo boliviano.

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