EL PAíS › UN JUZGADO EXPERIMENTAL QUE USA LOS ULTIMOS ADELANTOS TECONOLOGICOS

El tribunal del futuro

En el Centro de Tecnología Legal, dentro del Centro Nacional de las Cortes Estatales en Williamsburg, a unos 200 kilómetros de Washington, se prueba y analiza cómo utilizar la tecnología en los juicios. Documentación y pruebas digitalizadas y reconstrucciones de escena en realidad virtual holográfica son algunos ejemplos. Un contingente de funcionarios judiciales argentino recorrió y comparó.

 Por Irina Hauser
desde Washington

En el pueblo de Williamsburg las casas son de madera, la gente usa ropa de mediados del 1800 y las ovejas saludan desde sus corrales a los visitantes bajo el cálido sol otoñal. En ese mismo lugar con sello de otros tiempos, funciona “el juzgado del futuro”, como lo llaman los norteamericanos. Es un tribunal virtual, un verdadero laboratorio donde se prueban los mayores adelantos tecnológicos para trasladarlos a tribunales reales. Allí los testigos pueden hablar por videoconferencia, las declaraciones se transcriben en tiempo real, no hay papeles (hasta las pruebas están digitalizadas) y la escena del delito se reconstruye en imágenes tridimensionales en las que es posible “meterse” con anteojos especialmente diseñados. Cuatro jueces, un fiscal, un secretario, tres mediadores y un policía, todos argentinos, estuvieron en el lugar y pudieron experimentar las bondades –también los problemas– de tanta belleza (americana). Página/12 fue testigo.

–¿Alguien de ustedes todavía usa máquina de escribir? –preguntó con actitud de anticipar un “noooo, a quién se le ocurre” la experta que daba una charla a los presentes. Estaba parada en el centro de la sala inteligente de audiencias con su panza de siete meses de embarazo. Fue notable su cara de espanto cuando la abogada María Cristina Klein, de pelo corto con claritos, le dijo que todavía tipea algunos escritos en una Olivetti. La pregunta, en realidad, pretendía llevar hacia una explicación sobre las opciones que superan no a la máquina de escribir sino al popular procesador de texto: al momento de volcar por escrito las declaraciones de un juicio, dijo, se puede usar un sistema informático que traduce los símbolos estenográficos en palabras y otro que directamente transforma la voz en texto. Todo en tiempo real.

El experimento del “tribunal del siglo XXI” –un nombre que le pusieron en 1993– es un invento de la Facultad de Derecho Marshall-Wythe del Colegio Universitario William and Mary. La delegación argentina llegó hasta ahí invitada por el Programa Justicia en Cambio, que organiza la Fundación Libra con apoyo de la Embajada de Estados Unidos, y con una inquietud común, entre otras tantas, acerca de cómo superar las demoras en el funcionamiento de la Justicia. “Soy el fiscal de la vía láctea, bip, bip”, bromeaba apuntando el dedo hacia arriba, apoltronado en la butaca destinada a la fiscalía, el abogado especialista en mediación Damián D’Alessio.

A su derecha se extendían las filas de asientos reclinables correspondientes al jurado, cada uno con su escritorio y su computadora. A la izquierda, el sector de los abogados de la querella y la defensa, también informatizados. Enfrente, completaban el recinto hexagonal la silla del intérprete (de idioma o de lenguaje de señas), el banquillo de testigos y acusados (con elevador para silla de ruedas) y el estrado del juez. Por detrás, había tres pantallas para tomar declaraciones o interactuar con otros tribunales por videoconferencia. En el medio se erguía un atril para los litigantes con un mecanismo para plantear objeciones “silenciosas” (que no alboroten la sesión como en las películas) o intercambiar opiniones con otros abogados que estén adentro o afuera del tribunal.

El piso del superjuzgado, destacó la expositora, es una de sus “máximas atracciones”. Es un “falso piso”, definió. Entonces mandó a un asistente a que levantara un trozo del alfombrado y mostrara qué había debajo: cables y cables prolijamente tendidos y aislados. “La tecnología en la Justicia”, afirmó con un inglés bien articulado, “permite ahorrar un 25 por ciento de tiempo”. El 99 por ciento de la documentación –añadió en honor a la estadística– se digitaliza, igual que más del 60 por ciento de la pruebas, que el juez y los jurados pueden ver por su pantalla plana personal.

El tribunal del futuro no tramita juicios reales. Su staff investiga, experimenta, entrena a miembros del Poder Judicial y diseña tribunales dispuestos a innovar. El modelo fue llevado a Orlando, a Pennsylvania y un tribunal que juzgó al llamado francotirador de Washington. En la sala virtual de Williamsburg se realizaron algunos simulacros. En uno de ellos, se acusaba a un médico de mala praxis por colocar un stent cardíaco al revés, lo que terminó con la vida del paciente. A propuesta de la defensa, cuando le tocaba declarar a la asistente enfermera del acusado se usó “tecnología de realidad virtual holográfica”. Reprodujeron la escena de la operación en imágenes digitales y el jurado podía, con lentes tridimensionales, ver lo mismo que ella veía. Pero al acusado se le volvió en contra: el jurado determinó que era imposible que la mujer, por su posición, viera lo que hacía el cirujano.

–Y pensar que nosotros todavía hacemos croquis a mano alzada –comentó desde su butaca de jurado Alvaro Meynet, un camarista de Río Negro, alto, pelo entrecano y barba candado.

En cambio, su colega Jorge Gorini, del Tribunal Oral Federal 4, preguntó desde una fila adelante y arremangándose la camisa si la técnica tridimensional está convalidada por la Corte Suprema porque, explicó, en un juicio en trámite –en otro tribunal, el 6– recibió un pedido de reconstrucción digital tridimensional del descarrilamiento de un tren donde hubo varios heridos. La primera duda de los jueces (aún irresuelta) era elemental: ¿alguien, algún organismo investigador lo hace en la Argentina?

Lo que en Estados Unidos todavía no está firme ni es moneda corriente es el uso de las declaraciones por videoconferencia: una condena fue revocada por la baja calidad de los testimonios audiovisuales. En otro caso la defensa pidió 50 testimonios de este tipo y se planteó una discusión legal que está en pleno intríngulis. En otro simulacro que se hizo en el tribunal del futuro, actuaban dos tribunales a la vez: uno local y otro de Monterrey por la sustracción internacional de un menor. Para deliberar con su par mexicano el juez norteamericano disponía de una sala apartada donde podía tener una videoconferencia privada.

El grupo argentino viajó bajo la coordinación de Gladys Alvarez, de la Fundación Libra, una pionera de la mediación argentina. Además de Klein, D’Alessio Meynet y Gorini, fueron el juez del Superior Tribunal de la Ciudad de Buenos Aires Luis Lozano; el fiscal general porteño, Luis Cevasco; el presidente de la Corte de Mendoza, Jorge Nanclares; el secretario de la Corte Suprema de la Nación, Cristian Abritta, y el policía de Asuntos Internos de la Federal Jorge Durante.

El nombre oficial actual del tribunal virtual es Centro de Tecnología Legal y está dentro del Centro Nacional de las Cortes Estatales en Williamsburg, a unos 200 kilómetros de Washington. Es una ONG que pretende dar eficiencia al Poder Judicial. Al comenzar el día, de hecho, uno de sus directores describió un sistema que aplican, con jueces “administradores” que arman el cronograma puntual de cada causa que, se supone, debe ser respetado, aunque no se prevén mecanismos reglados frente al incumplimiento.

Al final del día, los visitantes dejaron el juzgado del futuro con esa sensación extraña de divertimento y decepción de quien acaba de bajar del tren fantasma. Es más, para salir atravesaron oficinas atiborradas de calabazas de Halloween, lucecitas anaranjadas en los marcos de las puertas, esqueletos sentados en los escritorios, telarañas pegadas por doquier y brujitas colgadas de los techos. Otra cara de las grandes pasiones que reinan en estos pagos.

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