EL PAíS › PANORAMA POLITICO

Veredicto

 Por J. M. Pasquini Durán

Sin ballottage, de un modo rotundo, incuestionable, Cristina Fernández de Kirchner fue electa presidente de la Nación, a partir del 10 de diciembre, para los próximos cuatro años, con alrededor del doble de los votos que reunió Néstor Kirchner en el año 2003. Será la segunda mujer que llega al Poder Ejecutivo, aunque de la anterior sólo quedó un sabor amargo, tanto que muchos prefieren pensar que ésta es la primera mujer elegida por las urnas para la máxima responsabilidad institucional. Esa elección de la mayoría significa continuidad de la gestión y, en esa medida, no sólo apuesta al futuro sino que manifiesta su aprobación por el pasado inmediato, cincuenta y nueve meses continuados de reactivación económica, la formación de la Corte Suprema sin ninguna subordinación al Poder Ejecutivo y el firme compromiso contra la impunidad del terrorismo de Estado. Con la misma contundencia, Daniel Scioli, ubicado a la derecha del matrimonio presidencial, ganó la sucesión de Felipe Solá en la gobernación de Buenos Aires, convirtiéndose en uno de los principales contribuyentes a la victoria de la candidata oficial, que tuvo macizo apoyo en los sectores más humildes del territorio bonaerense y nacional. Con los resultados preliminares a la vista puede suponerse que la presidente electa tendrá mayoría propia en el Congreso.

De acuerdo con algunas predicciones, la presidente electa tuvo apoyos más débiles en la Capital Federal y en algunos otros centros urbanos, aunque no fueron ni comparables con lo que sucedió en junio de este año con los comicios porteños. Una prueba fue Santa Cruz, donde la senadora Cristina ganó con comodidad, pese a los problemas sociales ocurridos en la provincia durante el año. De todos modos, las retracciones verificadas fueron suficientes para que Elisa Carrió, al frente de la Coalición Cívica, se ubicara en el segundo lugar, si bien a considerable distancia de la triunfadora. De cualquier manera, no deja de ser un dato llamativo que sean dos mujeres las que ocupan el primer y segundo lugar en el ranking elaborado por la ciudadanía. Es demasiado pronto para otorgarle certificado de líder de la oposición, ya que tributaron a la Coalición votos tan disímiles como sectores del socialismo rosarino, radicales bonaerenses y prófugos de Ricardo López Murphy. ¿Logrará retenerlos o pasado este momento volverán a separarse? Sabido es que en esta época nadie puede considerar los resultados de una elección como patrimonio privado. Macri lo comprobó ayer porque no pudo llevar al Congreso a sus candidatos, excepto uno, en el mismo distrito que apenas cuatro meses atrás lo eligió jefe de la Ciudad con el sesenta por ciento de los votos. Los porteños ayer prefirieron a Carrió.

Debido al lento trámite del escrutinio, una vez más, y con numerosas dificultades durante el día para cumplir con el deber cívico, a la medianoche los datos oficiales estaban a la mitad del recuento. A esta altura, los métodos electrónicos para la votación, como en Brasil, son un soporte indispensable para acelerar el escrutinio y evitar los debates tradicionales acerca de la manipulación de la información sobre los resultados. Mucho más cuando el electorado se encuentra con un número impresionante de opciones y combinaciones, y una fragmentación partidaria que se multiplica en cada cita de cuarto oscuro. La baja participación de votantes en Córdoba, según los datos preliminares, después del pleito con Luis Juez que acusó de fraude al ganador en los comicios de gobernador, indica que la mayor transparencia en todo el trámite aumenta la voluntad de participación de la ciudadanía.

El ex ministro Roberto Lavagna, apoyado por el aparato formal de la UCR, defraudó las expectativas de quienes lo vieron hace un año como un serio competidor a la sucesión porque sin romper las tendencias económicas vendría a corregir los estilos políticos de la gestión “K”. Tendrá que remontar una empinada cuesta si quiere recuperar nivel para los próximos cuatro años. Sin embargo, no está muy lejos de Carrió, de manera que puede abrirse su futuro con mayor facilidad, siempre que decida insistir, ante cualquier golpe de timón de la volátil personalidad de la candidata de la CC que la desaloje del lugar que consiguió anoche. Lavagna siempre reivindicó su origen peronista y proclamó su propuesta de “centro progresista”, en tanto que Alberto Rodríguez Saá, mandatario de San Luis, quiso desde que se presentó, a principios de año, remontar la tradición del peronismo convencional. El proyecto cosechó menos de la mitad de los votos del ex ministro de Economía, en tanto que la base peronista bonaerense apoyó sin duda la candidatura de Cristina.

A la derecha más neta se le quemaron los papeles. Ni López Murphy ni Jorge Sobisch consiguieron llegar a más de tres puntos, en números redondos, de los votos positivos, mientras que la fórmula Narváez-Macri ocupaba el tercer lugar en la provincia de Buenos Aires. El embajador Abel Posse, candidato al Congreso del jefe electo de la Ciudad, no figuró ni a placé. Si bien la CC de Carrió con sus figuras más sobresalientes debería considerarse de centroderecha, la campaña mediática de la candidata enredó la imagen de tal manera que, con seguridad, muchos de sus votantes, que no quisieron elegir al oficialismo, adoptaron la alternativa sin tomar en cuenta su sesgo ideológico, excepto el antiperonismo que ella lleva en los genes de su cultura política, amasada en los tiempos de las antinomias bipartidistas. Los resultados, por supuesto, conforman a unos y molestan a otros, pero algo es seguro: el cuarto oscuro es el reino de la soberanía popular, donde la voluntad de cada ciudadano es la única que toma la determinación final, hasta la próxima vez.

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