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La real discusión

Por Claudio Lozano *

Durante el año 2001 nuestra sociedad vivió un formidable proceso de movilización política que se expresó en el derrocamiento de López Murphy, en el cuestionamiento a la estrategia cavallista del déficit cero, en el repudio generalizado que se materializara en las elecciones de octubre sobre el sistema político tradicional, en la consulta popular por un shock distributivo promovida por el Frenapo y, por cierto, en la participación popular en las jornadas del 19 y 20 de diciembre. Se consumó así una verdadera crisis de hegemonía del bloque dominante que con sus modificaciones y contradicciones se venía sosteniendo en la conducción de nuestro país desde 1976.
Cabe consignar que, pese a la magnitud del cuestionamiento, la ausencia de una experiencia política de signo popular capaz de actuar como dirección consciente impidió que la movilización pudiera transformarse en una verdadera estrategia de resolución democrática de la crisis. Lejos de ello, a partir de enero se desataron condiciones de violencia material e incluso represiva. Es en este nivel donde deben ubicarse tanto la “salida devaluacionista” de la convertibilidad (que arroja 750.000 personas por mes bajo la línea de pobreza), los procesos represivos vividos, como los asesinatos de Puente Pueyrredón, e incluso el carácter de la convocatoria electoral realizada por el oficialismo. La violencia material y física que el bloque dominante en crisis desatara sobre el conjunto de la sociedad corona en una convocatoria electoral, cuyos términos definen un cerrojo institucional dirigido a abortar cualquier intento de cambio. En suma, Duhalde ratificó su renuncia a garantizar una salida democrática a la crisis no sólo para mantener el control de las principales variables económicas –y por lo tanto su capacidad de daño– en manos del FMI, los grupos exportadores y los bancos, sino para posibilitar una salida institucional donde una Corte y un Parlamento cuestionados (que no serán renovados) actúen como contralor de cualquier nuevo gobierno. Asistimos entonces al intento de configurar un cuadro de autoritarismo legal que permita profundizar un rumbo excluyente cuyas claves son la liquidación de la banca pública, la mercantilización de la salud y la educación, y el achicamiento del sistema de representación política como excusa para profundizar el proceso de ajuste sobre las provincias. En este contexto, quienes participamos desde la Central de los Trabajadores Argentinos en la confluencia política que se movilizó el pasado viernes 30, entendemos:
a) Que no habrá salida democrática a la crisis si no somos capaces de poner en marcha un proceso de movilización y organización política, que por un lado cuestione e ilegitime la tramposa maniobra electoral oficial, y por otro garantice mecanismos para que la sociedad pueda desplegar su potencia de intervención definiendo los términos en que debe resolverse la crisis actual.
b) Este proceso supone la construcción de esa experiencia de signo popular que señaláramos como ausente en el marco de las jornadas de diciembre del 2001, y se instituye como el desafío principal que debe asumir (si pretende continuar) la confluencia abierta con la movilización del 30.
c) Este desafío, que no es otra cosa que vertebrar condiciones de articulación y unidad política que permitan sostener y dar perspectiva a la movilización popular, es, entendemos, la verdadera discusión. Discusión que no puede desplazarse mágicamente por consideraciones tácticas respecto de distintos escenarios posibles –todos válidos– como la participación electoral, el abstencionismo o el desarrollo de una Constituyente. En cualquiera de los casos, lo que cuenta es cuál es el sujeto político construido que puede garantizar su intervención y éxito en los diversos contextos.
d) No hay atajos frente a la magnitud de la crisis. La construcción de un proyecto político popular no es el resultado de una candidatura ni de un programa elaborado por cuatro técnicos. Se trata de sostener un conjunto de ideas y principios que en el marco de la situación actual le otorguen sentido a una experiencia emancipatoria capaz de involucrar al conjunto dela sociedad. Ningún hogar pobre en la Argentina, autonomía nacional y democratización institucional son las claves a plebiscitar con la sociedad para abrir un camino de superación de la crisis actual.

* Secretario de Estudios y Formación de la CTA.

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