EL PAíS › EL PAPEL CUMPLIDO POR EL TENIENTE CORONEL ANTONIO MOLINARI

Un militar que se llevó su secreto a la tumba

 Por Gustavo Veiga

“Pienso que hay una justicia divina. Pero Molinari vivió demasiado. Yo hubiera querido que pagara por lo que hizo, me hubiera gustado que dijera quién dio la lista de la Ford”, dice Pedro Norberto Troiani, ex delegado de la empresa y el pionero en las diferentes instancias judiciales que se abrieron para esclarecer lo que sucedió en la planta de General Pacheco a partir del 24 de marzo de 1976. Lamentablemente para él y sus compañeros, un testigo clave de su cautiverio como el teniente coronel murió el 5 de septiembre de 2007 en San Nicolás. Había vivido en esa ciudad del norte bonaerense en la calle Pellegrini 321, 2º B junto a su segunda esposa, Zaida Esther Trebes. Hoy esta sepultado en el cementerio Parque Celestial de esa ciudad.

Cuentan quienes lo conocieron que era socio del club Regatas de San Nicolás y que vivía en un edificio frente a la delegación local de la Policía Federal. Según quien se refiera a Molinari, era “un hombre muy amable y muy compañero de su mujer, con quien se casó en los años ’90” o “un altanero, que miraba con soberbia a quien le dirigiera la palabra”. En cualquiera de los dos casos, pasó inadvertido muchos años en esa ciudad, donde apenas se sabía que había integrado el arma de Ingenieros del Ejército. “Nadie estaba al tanto de su pasado como represor, ni de que estuvo procesado”, confesó un militante de derechos humanos local.

Tenía 79 años cuando falleció (había nacido en 1928) y sus deudos pidieron que no se enviaran ofrendas florales y que el importe se destinara a obras de beneficencia, según reza un aviso fúnebre que publicó el diario El Norte en su edición del 6 de septiembre pasado.

De Molinari, además de su trayectoria como represor en la zona norte del Gran Buenos Aires, no se recuerdan demasiados antecedentes, a no ser por una curiosidad que aparece en su legajo de las Fuerzas Armadas. El 28 de septiembre de 1979, cuando el siniestro Luciano Benjamín Menéndez se levantó contra el no menos siniestro jefe del Ejército, Roberto Viola, por la liberación de Jacobo Timerman (en el expediente militar está escrito “Caso Timmermann”), el teniente coronel Molinari siguió las órdenes del general ahora juzgado en Córdoba.

Era el máximo oficial del batallón de Ingenieros de Combate 141, con asiento en Santiago del Estero, y movilizó las tropas a su mando para sumarse a la rebelión de Menéndez. Cuando ya había emprendido la marcha, los militares leales a Viola le ordenaron que volviera hacia su unidad. Por ese hecho, el general José Vaquero le aplicó una sanción de veinte días de arresto bajo el argumento de “participar parcialmente de un proceso antirreglamentario de su comando natural, consistente en exigir la renuncia del Comandante en Jefe del Ejército, con los atenuantes de haber cesado en dicha actitud...”

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