EL PAíS › CARLOS ALTAMIRANO *

Qué esperar del nuevo gobierno

Comparto el sentimiento generalizado de expectativa que despierta la etapa que se abre con la presidencia de Néstor Kirchner. El nuevo gobierno trae a la memoria la renovación peronista que no fue, la de Antonio Cafiero, derrotada por Menem en 1988. Pero aquella renovación expresaba una corriente fuerte y extendida dentro del peronismo, una corriente que aspiraba a rivalizar con el radicalismo alfonsinista por el comando y la orientación del cambio progresista. La que se expresa a través de Kirchner, en cambio, es hasta hoy una minoría dentro del partido peronista. Su mismo acceso al gobierno es, en gran medida, obra de contingencias que no dependían del sector que dirige el nuevo presidente, como el decidido apoyo que le prestó a su candidatura Eduardo Duhalde o el masivo rechazo que provocaba el retorno de Menem. Para concluir con el paralelo, digamos que el fragmentado paisaje político actual en nada se parece a aquel que controlaban, repartidamente, el PJ y la UCR.
No obstante la complicada gestión que lo aguarda, el Gobierno que asume hoy tiene de su lado algunos factores propicios. La crisis ha generalizado la conciencia de que los problemas no se resolverán rápidamente, y esa conciencia servirá a las nuevas autoridades, al menos por un tiempo, para frenar las presiones corporativas y las impaciencias de los media. Cuenta también en su favor con el prestigio que rodea a algunas de las figuras designadas para integrar el gabinete. Comenzando por Roberto Lavagna, cuya elogiable labor al frente del Ministerio de Economía ha terminado por ser reconocida aun por quienes no dejaron de hostilizarlo durante su gestión bajo el gobierno anterior. La reactivación de la economía, aunque sea parcial, es igualmente otro de los hechos propicios para la nueva administración. Por último, que el discurso neoliberal y su visión encantada del capitalismo a la americana se han desgastado y ése es también un dato ventajoso.
Néstor Kirchner no ha hecho grandes promesas durante su campaña electoral ni en los días que han precedido a la asunción de la presidencia. Sólo ha indicado algunas orientaciones, sobre todo a través de los hombres que eligió como ministros. Lo cual está en sintonía con las mesuradas expectativas que ha inspirado su triunfo. Espero que el nuevo gobierno aproveche estas circunstancias propicias para devolver honradez al ejercicio del poder y para recrear la noción del bien público. Esta no puede disociarse de la idea democrática y, por lo tanto, del contrato colectivo que haga inaceptables la desdicha social y la miseria en nuestro país. Ningún plan salvador nos hará pasar rápidamente del peor al mejor de los mundos, pero el camino hacia el restablecimiento de un mínimo de la justicia social debe comenzar ya. Espero también que el nuevo gobierno recupere para la política internacional del Estado argentino su mejor tradición, la que se interrumpió bajo la última dictadura militar y en década del noventa. Nos liberará así de la humillación de figurar sólo en los records en desaparecidos, corrupción o irresponsabilidad política. En fin, espero que el Gobierno que comienza hoy reúna las dos virtudes que requiere la compleja situación actual: ductilidad para buscar acuerdos y firmeza. Porque la Argentina necesita a la vez de consensos y de autoridad de gobierno.

* Historiador

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