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Sin sorpresas

 Por Washington Uranga

Si bien mientras se celebraba en la Catedral de Buenos Aires el Tedéum de acción de gracias por el aniversario patrio Francisco estaba a miles de kilómetros de distancia en su viaje a Tierra Santa, la presencia del Papa se sintió en muchos sentidos en el principal templo católico de la Argentina. Porque el cardenal Poli, su sucesor en el arzobispado, lo hizo presente a través de una cita sobre el diálogo y la “cultura del encuentro” que constituyeron la parte medular de su homilía, pero también porque la participación de la Presidenta en la Catedral, después de ocho años de ausencia de ella y del ex presidente Néstor Kirchner, estuvo ahora claramente signada por la coyuntura muy particular que genera el hecho del pontífice argentino en el Vaticano.

La ceremonia transcurrió en los términos de la mesura, pero también de la cordialidad protocolar e institucional que ha venido caracterizando en los últimos tiempos la relación entre el Gobierno y la Iglesia Católica en Argentina. Puede decirse que en ese vínculo no existen sorpresas. Todo –o casi todo, para no exagerar– es previsible. Por ese mismo motivo resultó insólito y muy fuera de lugar el exabrupto generado días atrás por el ceremoniero vaticano Guillermo Karcher al poner en duda la muy formal y al mismo tiempo cordial salutación del Papa a la Presidenta y a los argentinos con motivo de la fecha patria.

Nadie que conozca hoy las profundidades de la relación entre Gobierno e Iglesia –incluyendo en cada uno de los interlocutores a la Presidenta y al Papa como figuras centrales– debería esperar algo diferente del diálogo institucional sin sobresaltos. Ello no significa –de ninguna manera– que existan coincidencias en todo y que las discrepancias no afloren. Pero es evidente que –como quizá no sucedió en otros momentos– existen los canales y las formas para procesar de manera aceitada y madura las discrepancias que, por cierto, siguen existiendo en varios niveles.

Poli habló ayer en ese marco. Hizo una homilía de tono claramente religioso e incluyó allí un pedido permanente al “diálogo” y a la “cultura del encuentro”. Nada nuevo en el magisterio de la Iglesia. Nada que el Gobierno y la dirigencia en general no hayan escuchado una y otra vez, tanto de boca de la jerarquía local, de Bergoglio cardenal antes o de Francisco papa ahora.

Más allá de ello seguramente aparecerán los periodistas y editores convertidos en exegetas para “explicarnos” que la referencia al “diálogo” hecha por Poli fue una “advertencia” y un “llamado de atención” para el Gobierno. Eso al margen de que Poli haya repetido en varias ocasiones la palabra “todos”.

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