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Seis años en la Selección signados por los resultados

 Por Ariel Greco

La renuncia de Marcelo Bielsa a la dirección técnica de la Selección Argentina resultó casi tan sorpresiva como su llegada a fines de 1998, cuando todo indicaba que José Pekerman sería el sucesor de Daniel Passarella. Fue la recomendación del entrenador de los juveniles lo que determinó que Julio Grondona eligiera al rosarino para el cargo.
El 3 de febrero de 1999 se produjo su debut. Con un plantel integrado en su totalidad por jugadores que actuaban en el país, la Selección se impuso 2-0 a Venezuela en Maracaibo, con tantos de Marcelo Gallardo y Walter Samuel. El primer compromiso serio para la Selección de Bielsa fue la Copa América de Paraguay, donde el equipo resultó eliminado en los cuartos de final luego de caer 2-1 ante Brasil, después de haber perdido 3-0 con Colombia la noche que Martín Palermo erró tres penales, y signado por la pelea que protagonizó el entrenador con José Luis Calderón en el aeropuerto de Asunción.
Ir al Mundial 2002 no fue difícil. Desde el 4-1 sobre Chile en la primera fecha, Argentina lideró las Eliminatorias con comodidad y llegó a la clasificación con cuatro jornadas de anticipación, luego de una victoria 2-0 sobre Ecuador en la altura de Quito. Hubo victorias sobre España, Italia y Alemania, y el empate ante Inglaterra, como visitante. Bielsa había logrado un gran consenso, aunque algunas voces se alzaban por el estilo demasiado europeo del equipo. Empezaba además una polémica que se transformaría en el karma de su gestión: Batistuta, Crespo o los dos. Bielsa aseguraba que en su esquema sólo había lugar para un centroatacante, y con el tiempo se encargó de confirmarlo.
Con chapa de candidata, una trayectoria intachable en la clasificación y el nivel de sus jugadores, la Selección Argentina llegó al Mundial. Sin embargo, algunas lesiones, bajos rendimientos individuales y un sistema de juego previsible llevaron al equipo, luego de caer ante Inglaterra en Sapporo, a una inesperada eliminación en aquella jornada fatídica del 12 de junio ante Suecia en Miyagi. Parecía el final del ciclo y Bielsa así lo entendía. Asumió el fracaso por las expectativas que se habían generado pero ningún jugador manifestó una sola crítica hacia el entrenador.
La sorpresa llegó con la renovación de su contrato. Se especuló con una gran deuda que mantenía la AFA con Bielsa y la mala relación de Julio Grondona con Carlos Bianchi, el candidato natural para un reemplazo. En medio de una gran indiferencia, Bielsa inició su segunda etapa el 20 de noviembre de 2002 con un triunfo 2-0 en Japón. El inicio de estas Eliminatorias marcó el punto más bajo de la popularidad de Bielsa.
El Preolímpico de Chile resultó una bisagra. El título invicto y algunas actuaciones sobresalientes convencieron al entrenador de darle más confianza a los jóvenes, que asumieron mucho más protagonismo, incluso en las Eliminatorias. Esa tendencia se potenció en la Copa América. Con el rendimiento más alto de todo el ciclo, el equipo de Bielsa perdió la final en los penales ante Brasil, pero dejó en claro que el camino elegido era válido. Así se llegó a los Juegos Olímpicos, ganados brillantemente, invictos, con casi tres goles de promedio a favor y ninguno en contra.
La última imagen de Bielsa como entrenador de la Selección lo mostró celebrando junto a los jugadores, luego del triunfo 3-1 ante Perú en Lima. Es probable que, en ese momento, Bielsa tuviera resuelta su decisión y ese festejo haya sido una especie de despedida hacia un grupo que bancó –y lo bancó– a muerte.

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