ESPECTáCULOS

“Sin conciencia no hay cambio”

El documental “Che vo Cachai”, de Laura Bondarevsky, reúne a los hijos de los desaparecidos de Argentina, Uruguay y Chile.

 Por Oscar Ranzani

La lucha contra la impunidad del Estado terrorista y las metodologías criminales de los militares fue emprendida en Argentina por numerosas organizaciones de derechos humanos, que durante la dictadura tuvieron el arriesgado trabajo de conocer el destino de los desaparecidos. Con el regreso de la democracia la finalidad de las agrupaciones se amplió y así fue como también buscaron, entre otros objetivos, el destino y la identidad de los niños nacidos en cautiverio a través de Abuelas de Plaza de Mayo. Muchos de ellos crecieron desconociendo su origen y a sus padres biológicos y, ya adolescentes, algunos se integraron a H.I.J.O.S. junto a otros hijos de desaparecidos bajo la necesidad de conocer la verdad que les fue negada. El análisis sobre el origen, la historia y el sentido de esta organización de derechos humanos fue plasmado por la joven cineasta Laura Bondarevsky en el documental Panzas, film estrenado a fines de 2000. Ahora Bondarevsky recupera la temática de los hijos de desaparecidos ampliando el marco territorial –además de Argentina– a Uruguay y Chile.
“La película pretende mostrar cómo los chicos argentinos, chilenos y uruguayos se juntan, se agrupan intentando, por un lado, hacer que la historia de sus viejos no se olvide”, explica Bondarevsky en la entrevista con Página/12. “Pero, por otro lado, también cómo la existencia de estos grupos marca una vez más la continuidad de la lucha”, completa. A su vez, el hecho de que la película se detenga en estos tres países permite vislumbrar la complicidad que existió en las dictaduras de América latina, y cómo “los países estaban en comunicación y cómo hacían, por ejemplo, para mandar a detenidos políticos de Uruguay a Chile, de Chile a Argentina o de Uruguay a Argentina”, destaca Bondarevsky. Además, el film menciona el Operativo Cóndor, que no fue abordado en otros trabajos cinematográficos sobre la dictadura.
Una de las características de Che vo cachai es que las opiniones de los jóvenes no están filmadas como testimonios: el foco se mete en la intimidad de los grupos y en sus conversaciones. Es decir, la cámara realiza una especie de viaje hacia el mundo y la cotidianidad de las agrupaciones en los tres países. “Es un viaje en donde se pasa de lo individual a lo colectivo, de lo particular a lo general. Y, por otro lado, hay una cámara que está permanentemente en movimiento y que está buscando algo. Y lo que está buscando es algo distinto. Por eso el movimiento”, analiza.
–¿A qué alude el título?
–Che vo cachai son las tres palabras del lenguaje popular de tres países: el “che” de Argentina, el “vo” de Uruguay y el “cachai” chileno, que juntas cobran como otra significación. Y un poco lo que está diciendo es “vos entendiste lo que te estoy diciendo, ¿no?”.
–A pesar de las diferencias culturales, ¿qué puntos en común encontró en las maneras de luchar? ¿Practican también el escrache?
–Fue muy loco porque hay muchas diferencias culturales fuertes en los tres países. Pero había algo que era más fuerte que las diferencias: era el objetivo, el punto donde todos se encuentran. Por ejemplo, en Chile a lo que acá se llama escrache, ellos le dicen “funa”. Es exactamente la misma acción: ir a la casa del tipo, averiguar sus datos, convocar a la gente e ir a denunciar quién es esa persona, dónde vive y qué fue lo que hizo, y que hoy está libre por las huellas de impunidad. En Uruguay también se lo llama escrache.
–¿Considera que hay temáticas referidas a la dictadura y a los desaparecidos que todavía no fueron abordadas por el cine nacional?
–Hablando con mi productora, le dije que estaba muy impresionada porque había visto muchos trabajos documentales que se presentaron en el Festival y otras cosas que he visto como los documentales Raymundo y Trelew. Y le decía cómo estas películas abordaban justamente la generación de nuestrosviejos y yo estoy abordando nuestra generación, el hoy. Todo tiene un punto de encuentro y hay una continuidad.
–¿De qué manera puede contribuir el cine a la memoria?
–En mi caso y desde el cine, contando una historia que pasó, que no afectó solamente a una parte sino que le pertenece a los pueblos y que es fundamental que la gente se haga cargo de eso, que la gente entienda que la historia es de los pueblos y que hasta que no haya una conciencia en ese sentido, no va a haber ningún cambio posible. El cambio no va a salir de una parte parcializada sino que tiene que salir de la gente. Y el cine es una posibilidad, pero hay muchas otras.

Che vo Cachai se proyectará hoy a las 19.15 y mañana a las 14.45 en la Sala 6 del Hoyts Abasto.

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Laura Bondarevsky dice que su film se ocupa del presente.
 
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