ESPECTáCULOS

“Para mí, el teatro está vivo, el cine está muerto”

Con su mirada de niño perverso, John Malkovich es conocido como uno de los grandes del cine, pero su gran carrera está en el teatro, donde intervino en más de 130 obras. Mientras planea una versión fílmica de Sobre héroes y tumbas, dirige en España una obra sobre los últimos días de Sigmund Freud.

Por Rosana Torres *

A pesar de que es conocido por el cine, John Malkovich se considera un hombre de teatro. Le gusta la arquitectura, le apasiona la Europa mediterránea, es un lector compulsivo y se considera una persona normal: “A veces no sé qué quiere decir eso, pero soy un padre de familia que llevo a mis hijos al colegio cuando puedo y hago una vida casi vulgar. Me equivoco, me comporto mal y pienso que lo que hace falta es continuar”.
Aunque afirma que es hombre de escenario –“el teatro está vivo, el cine está muerto”–, se lo conoce por sus trabajos en films como Las relaciones peligrosas, Refugio para el amor, En la línea de fuego, ¿Quieres ser John Malkovich?, o incluso como director de Sendero de sangre. Pero la quincena de películas en las que intervino parecen poca cosas frente a las 130 obras de teatro en las que trabajó como actor, director o productor. “Sólo soy del mundo del cine en el sentido en que un saxofonista puede tocar un día la guitarra: todo es música, pero no es su instrumento”, asegura Malkovich. Y añade, con ese tono pausado con el que habla siempre: “Mi cabeza pertenece al escenario, puede que sea un poco pretencioso decirlo, pero mi casa es el teatro”.
Malkovich inició su carrera teatral con el grupo Steppenwolf Theatre, que fundó en 1976 en Chicago. Allí compaginó trabajos como conducir autobuses o pintar casas con todos los oficios del teatro, incluido el de jefe de prensa. En 1982 le llegó la fama en Nueva York con una obra de Sam Shepard y, con ella, la oportunidad de trabajar en Broadway y en el cine.
La pasión de Malkovich por el teatro no llega a ser como la que tenía Vittorio Gassman, que confesaba hacer cine para ganar mucho dinero que luego podía perder en el teatro: “Lo mío es diferente, yo soy mucho más mercenario que él, que finalmente era un hombre increíble, elegante, encantador..., yo en cambio soy mucho más práctico”, dice el actor, que reconoce haber pasado apuros económicos durante diferentes épocas. “Pero al final logré hacer sólo lo que me interesa”, asegura.
Conoce los escenarios de numerosos países, donde trabajó como actor y director. Esto es lo que va a hacer ahora en España, donde montará Histeria, de Terry Johnson, el autor estadounidense que escribió El graduado. Es una obra que Malkovich conoce bien: primero la montó con su grupo en Chicago y hace tres años se la produjeron en el Teatro Marigny de París. En España se estrenará en septiembre en Barcelona y a principios de 2005 en Madrid, donde en estos días está haciendo pruebas a actores para completar el reparto de una obra en la que uno de los personajes centrales es nada menos que Sigmund Freud.
La pieza se desarrolla en 1939, cuando Freud huye a Inglaterra perseguido por los nazis. Allí, envejecido y enfermo de cáncer, se abandona a sus ensoñaciones, en las que aparecen una joven que le cuestiona sus teorías, su médico y Salvador Dalí, que para Malkovich representa la modernidad. “El pintor representa ese mundo de hoy de grandes acontecimientos, lleno de historias de vidas privadas, de la mediatización, la superficialidad, la estupidez... es narcisista, egocéntrico; el dinero lo es todo para él.” Malkovich, casado con una italiana que fue ayudante de dirección de Bernardo Bertolucci y padre de dos hijos, trabajó en cine a las órdenes de algunos de los realizadores más importantes: Volker Schlöndorff, Woody Allen, Stephen Frears, Wolfgang Peterson, Luc Besson. Su fascinación por la Europa mediterránea lo llevó a elegir como residencia la Provenza francesa, aunque su curiosidad cultural y su falta de miedo ante lo desconocido lo llevan a trabajar en medio mundo. “Los reencuentros son deliciosos, tener amigos que vienen de otros países, eso es la verdadera riqueza, una fuente de gran placer”, explica.
Su padre era guarda forestal y ahora piensa que quizá fue la admiración que tenía por él la que lo llevó a iniciar estudios universitarios demedio ambiente y a respetar las cuestiones ecológicas. Su madre y su abuela trabajaban en un diario de su ciudad y su hermana y su cuñado son periodistas en Estados Unidos. Eso marcó las relaciones de Malkovich con la prensa, a la que trata con deferencia: “Tengo muchos amigos periodistas, unos muy serios y otros muy frívolos, pero lo que nunca tuve es un jefe de prensa. Para mí la prensa es algo familiar, cercano”.
El actor encara este proyecto después de rodar una película en la que su personaje se hace pasar por Stanley Kubrick durante años. También acaba de terminar el rodaje de Le libertine, “una obra del siglo XVII, que habla de un poeta alcohólico, sodomita, inglés... una historia muy interesante”.
Entre sus proyectos está el de dirigir para el cine la novela de Ernesto Sabato Sobre héroes y tumbas. A pesar de estar muy marcado por el viejo continente, no interpretó nunca obras de clásicos como Shakespeare, Calderón, Goldoni, Marivaux o Molière, algo impensable en un actor europeo de su trayectoria. “No sé si se considera a Inglaterra muy europea, pero sí hice mucho teatro inglés, como Harold Pinter, pero siempre del siglo XX”, señala y justifica diciendo que el teatro que tenían “era pequeño y trabajábamos pocos actores: imposible hacer piezas de Shakespeare”.
Malkovich cree que en Histeria se pone de relieve que “los hombres somos los autores de nuestros sueños”. “Estamos ante el sueño de Freud, él inventa los personajes que desfilan al final de su vida, cuando está dispuesto a asumir que se pudo equivocar. El piensa que cuando uno se analiza se obliga a decir ‘detesto mi vida, a mi mujer, mis hijos, a mí mismo, sufro, tengo una pena infinita, perdí algo muy importante...’. Todas estas cuestiones surgen durante un psicoanálisis, pero nunca es suficiente. En el fondo, Freud sabe que no hay cura posible y que el único camino es el que lleva a la libertad, pero es un recorrido que lleva un tiempo infinito”, dice.
Al hablar de la obra, que define como “una comedia de enredos”, asegura que Histeria habla de la página histórica que Europa pasó tras la muerte de Freud. “El estuvo equivocado, incluso alguna vez gravemente equivocado, pero hizo una revolución. Es parte de la historia de la humanidad y hace falta comprenderla”, defiende. En la charla, Malkovich no se compromete a la hora de hablar de la guerra de Irak y la intervención de su país. Tras uno de sus habituales silencios previos a cualquier comentario, asegura: “No tengo nada que decir, son asuntos suyos, decisiones de los ingleses y los estadounidenses, el problema es tan triste... antes y después del 11-S, del 11-M, de Bosnia... todo está lleno de tristeza. En cualquier caso, la única manera de resolver los desaguisados históricos es consiguiendo que la gente se concentre en los libros”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Malkovich compuso personajes inquietantes para la pantalla grande.
 
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