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Los televidentes somos más que números

J. Gunnar Zapata Zurita reivindica la condición de las audiencias como participantes activos del proceso comunicacional.

 Por J. Gunnar Zapata Zurita*

Desde Cochabamba, Bolivia

Hasta el presente han existido casi un centenar de foros, talleres, seminarios y congresos sobre el manejo sobremaquillado de la difusión de noticias en determinados medios de comunicación. Asimismo son más frecuentes columnas y artículos, donde se encuentran posiciones que pretenden orientar a los lectores, respecto del ejercicio de nuestro derecho a la información, considerablemente afectado por el manejo desprolijo de información. Son muchas y siguen las críticas contra el sensacionalismo y la banalización de la noticia pero, a pesar de ello, estas tendencias se reproducen mucho más en los medios de comunicación, sobre todo en la programación televisiva.

Parecería un diálogo de sordos: surgen denuncias respecto de los inconvenientes de un manejo superficial e irresponsable de la información televisiva; sin embargo, estos comentarios no repercuten en nada. Son propagadas cada vez más: la sobreexposición de imágenes de personas malheridas, exageraciones, espectacularización en las noticias, desfiles de ropa interior en revistas informativas y opiniones de comentaristas que rayan en los insultos a autoridades u otras personas, a títulos de chismes de farándula. A estos elementos se suma la levedad de presentadores o comentaristas invitados de televisión, que hacen un papel de inquisidores electorales al calificar como “competentes o no” a candidatos a gobernador o alcalde.

En primera instancia, ningún periodista ejerce representación de la ciudadanía. La población confía sus facultades de investigar y difundir información a los periodistas, pero de ninguna manera los empodera como representantes suyos. La actividad periodística no convierte en celebridades o jueces a los periodistas, la actividad periodística es estrictamente un servicio para la población.

La razón de estas tendencias radica en un término: “rating”. El nivel de audiencia, cuota de pantalla o “rating” es el porcentaje de hogares o personas que ven un determinado programa de televisión en su emisión, sobre el total de la población que mantiene encendido su televisor. Los recursos utilizados en los programas televisivos están dirigidos a capturar la atención del espectador, desde la agresividad o banalidad con que se abordan los temas, hasta el color de la escenografía y la apariencia física de los comunicadores. Me animaría a señalar que “prácticamente” prima más la preocupación del “rating” sobre el interés de difundir información a la población, en el entendido que cualquier dato expuesto en televisión no es información.

La lógica es comercial: cuando un programa de televisión tiene un elevado “rating” sube la cotización por segundo en sus pases de publicidad; esto no resta el interés de las empresas por anunciar en tal programa. A diferencia de los servicios comunes, parecería que estos servicios en televisión se asemejan a bienes “Giffen”, porque cuando suben los precios por segundo de publicidad en un programa televisivo incrementa o se mantiene la cantidad de empresas que desean anunciar en tales espacios, en lugar en reducirse. ¿Por qué? Por el nivel de audiencia de tal programa que aparentemente incluye a los consumidores actuales y potenciales de los bienes ofertados por las empresas anunciantes.

Lo expresado anteriormente probablemente ya fue mencionado alguna vez y quizá no generó reacción alguna contra el poder mediático; sin embargo, el poder no lo tiene el medio, sino el televidente. Sí, amigo espectador, usted no es una cifra más del “rating”. En usted radica el poder de decisión para elegir qué programas quiere ver o no, y ningún medio de comunicación accederá a su atención, si usted le otorga un nivel de credibilidad muy bajo.

Con total seguridad, el nivel de credibilidad otorgado a un programa, medio o periodista, se antepone a las tendencias banales o sensacionalistas. Por más recursos que se utilice en un programa televisivo, si usted perdió la credibilidad en quienes lo producen, ese programa está condenado a la extinción. El público que reconoce un adecuado manejo de la información tiene el poder.

La investigación seria, la orientación periodística y no comercial, la diversidad de fuentes consultadas antes de difundir la nota, el seguimiento al trabajo de servidores públicos, la revisión de sucesos informados previamente y, ante todo, la empatía con el teleespectador son elementos necesarios para mantener una real preferencia de la población. A Dios gracias, se pueden reconocer estas características en determinados espacios informativos en la televisión local, algo de lo que estamos orgullosos los profesionales en Comunicación Social.

* Investigador social y profesor titular de la Universidad Mayor de San Simón (Cochabamba, Bolivia).

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