SOCIEDAD › OPINIóN

El bastión que resiste al cruzado

 Por Francisco Nenna

Mauricio Macri es enemigo de la educación pública. Desde que asumió la Jefatura de Gobierno porteño, aplicó un plan sistemático para la destrucción de la escuela de gestión estatal.

El conflicto por las inscripciones online es, en ese sentido, un capítulo más en la saga de ataques, vulneraciones y ensayos represivos contra docentes y estudiantes movilizados en defensa del derecho social a la educación. No es un problema nuevo la falta de vacantes porque emerge ante la subejecución presupuestaria en infraestructura, flagelo que el macrismo cultiva en serie, y la carencia total y absoluta de voluntad para construir nuevos establecimientos educativos con el propósito de acrecentar la matrícula en la escuela pública y absorber la demanda realmente existente.

En incontables ocasiones denunciamos que la Ciudad niega el derecho de acceder a la escuela infantil, que va desde los 45 días hasta los 5 años, a 6500 niños. Cuando el PRO imprimió en 2011 un folleto publicitario en el que se adjudicaba la construcción de 31 establecimientos educativos, mentira corroborada en sede judicial, se burló groseramente del problema y, cuando a principios de 2012 dispuso el cierre de un centenar de cursos, propició el drenaje de la matrícula hacia los institutos de educación privados.

Así, el moderno y novedoso sistema de inscripciones no trae transparencia en el proceso, porque no garantiza la inclusión de los alumnos y ni siquiera el ministro de Educación, Esteban Bullrich, puede explicar acabadamente por qué se producen “errores”. Pero cristaliza el verdadero déficit de la gestión macrista: como no se construyeron escuelas durante los últimos seis años, no hay vacantes suficientes para las familias que eligen la escuela pública y acorralan con acciones administrativas burdas a los padres, hasta que deciden mandar a sus hijos a la escuela privada.

Sin embargo, la comunidad educativa resiste. Porque fue la escuela pública la que enfrentó al pedagogo Mariano Narodowski cuando contrató al espía Ciro James en su cartera. Porque fue la escuela pública la que eyectó en 13 días al fascista Abel Posse, que bramaba contra el rock, la juventud y la política estudiantil. Porque fue la escuela pública la que cerró filas en defensa de los estudiantes cuando Bullrich pidió que se confeccionaran listas negras con los nombres de los chicos que protestaban por el deterioro edilicio de sus escuelas y exigió a través de un memo que se remitieran esos datos a las comisarías. Porque fue la escuela pública la que habilitó la formación cívica y política de nuestros adolescentes hasta niveles que exasperan a la tecnocracia que sólo atiende a la reasignación de partidas presupuestarias o convenios con consultoras de dudoso fuste académico.

La crisis de las inscripciones es la punta de un iceberg gigante, asignatura pendiente de una experiencia política que priorizó la formación de la Policía Metropolitana –compuesta por agentes que salen en jauría a tirotear pobres, como en el Indoamericano, o pacientes y trabajadores de la salud, como en el Hospital Borda– con recursos que debían destinarse a la educación. El verdadero problema, una vez más, es la falta de inversión en infraestructura escolar para dar respuesta a la demanda de vacantes.

Macri podrá ser un cruzado contra la enseñanza laica, pública y gratuita, sus sucesivos ministros de Educación podrán ser promotores de la transformación de la educación en una mercancía, pero los maestros y profesores, los estudiantes y las familias que eligen la escuela de gestión estatal son un bastión invencible para cualquier derecha. Porque siempre que hubo que atrincherarse en defensa de los derechos sociales, el neoliberalismo salió aplazado y la comunidad educativa se fortaleció. No será ésta la excepción.

* Legislador porteño (mandato cumplido) Frente para la Victoria.

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