El Programa Oficial de Idioma Chino del Centro Universitario de Idiomas cumplió diez años. Esto no sería nada más que un dato si omitiéramos el contexto de la relación entre ambos países –y el mundo– a lo largo de esta década. El crecimiento del programa es, a la vez, producto y agente del cambio y la consolidación vertiginosa de las relaciones entre la Argentina y China y de su presencia creciente en diferentes aspectos de nuestra vida cotidiana.

En agosto de 2004, los argentinos sabíamos bien poco de la China contemporánea a no ser por datos sueltos de la historia, más los mitos y prejuicios construidos a diario en la relación con la creciente inmigración china.

Sin embargo, había muchos que sí sabían y querían ver más allá. El programa de idioma chino, lanzado en el segundo cuatrimestre de 2004, inscribió en una semana a más de 600 alumnos. Cientos de personas que habían venido nutriéndose por años de la cultura, la música, la literatura, las artes marciales y plásticas, el pensamiento y la política chinas se lanzaban ahora hacia la aventura final: aprender y hablar el idioma.

El programa tiene hoy un promedio de 1500 alumnos al año, el más numeroso de la Argentina y de Sudamérica, y contribuye a derribar las barreras entre ambos pueblos. Muchos de sus egresados integran empresas chinas radicadas en la Argentina, o empresas argentinas que operan en y con China, nutren el cuerpo diplomático o han conseguido becas de estudio en carreras de grado y posgrado en China. El CUI se convirtió también en el principal centro de enseñanza del idioma español para chinos y de promoción de la Argentina como destino educativo. Cerca de 600 alumnos chinos han venido en estos años a aprender la lengua castellana y muchos de ellos pueblan hoy las universidades argentinas.

Pero hay más. La Argentina cuenta hoy con dos sedes del Instituto Confucio (el organismo oficial de la lengua y la cultura), uno de ellos en la UBA, por impulso de sus facultades de Económicas y Agronomía, pioneras en la relación con universidades chinas, y fueron creadas además la cátedra Argentina en la Universidad de Jilin y la de la República Popular China en la Facultad de Ciencias Económicas. Ambas casas de estudio generan hoy un nutrido intercambio de docentes, investigadores y alumnos entre ambos países, y un proceso similar se repite en otra universidades públicas y privadas.

Nada de esto hubiese sido posible sin uno de los hechos salientes de la década: la visión y decisión estratégica del presidente Kirchner y su continuidad por parte de la presidenta Cristina Fernández de mirar hacia Oriente, y una política exterior basada en las nuevas hegemonías y bloques regionales. La importancia de la relación con China y la complementariedad de sus economías fueron una fuerza presente desde tan temprano como 2004 y el disparador de una novedosa gama de posibilidades para el desarrollo de las relaciones culturales y académicas.

La creciente vinculación en estas áreas y el crecimiento del aprendizaje de las lenguas son, sin duda, hijos de ese nuevo paradigma de las relaciones exteriores argentinas. En este sentido, el viaje de la Presidenta a la República Popular China constituyó un nuevo trampolín hacia la construcción de más y mejores vínculos culturales y educativos.

Hay mucho por delante y por hacer, como lo sería avanzar en el reconocimiento mutuo de títulos secundarios y universitarios de grado y posgrado, un paso que ya han dado una gran cantidad de países del mundo.

La verdadera celebración, pues, es que, acompañando el crecimiento de las relaciones comerciales y políticas con la República Popular China, sus pueblos y sus maestros han venido tendiendo los puentes más sólidos que pueden construir las naciones: los del conocimiento, la educación, la cultura y el desarrollo intelectual conjunto. Y, por supuesto, los del idioma.

* Director del Centro Universitario de Idiomas.