SOCIEDAD › INAUGURAN UN COLEGIO
CONSTRUIDO CON FONDOS DONADOS HACE 191 AÑOS

La escuela que Belgrano nos legó

En 1813, el general Manuel Belgrano donó los 40 mil pesos fuertes que le otorgaron como premio por las batallas de Salta y Tucumán para la construcción de cuatro escuelas. Nadie sabe qué se hizo de ese dinero, pero ayer se inauguró el último de esos establecimientos, en un barrio de la capital jujeña, aunque aún no está terminado.

 Por Carlos Rodríguez

“¡Nunca es tarde cuando la dicha es buena!” María Luisa ya es abuela y le cuesta mantenerse en pie tanto tiempo, a la espera de que comience el acto de inauguración de la Escuela número 452 Legado Belgraniano, cuya piedra fundamental fue plantada, sin mucho éxito, por el general Manuel Belgrano, el mismísimo creador de la Bandera, el 31 de marzo de 1813. La obra que había soñado el general tardó, apenas, 191 años en hacerse realidad. Un signo eterno de la burocracia argentina. Al hablar ayer en la apertura de la escuela, que todavía tiene que terminarse de construir para cubrir totalmente las necesidades de los 900 alumnos del ciclo primario que planea albergar, el ministro de Educación, Daniel Filmus, sostuvo que “esto es lo que querían Belgrano, (José de) San Martín y (Mariano) Moreno, construir una Argentina mejor, crecer de la mano de la educación, porque sabían que ésa era la única manera de ser una nación independiente”.
Para la construcción de cuatro escuelas, la inaugurada ayer y otras tres que debían levantarse en Tucumán, Santiago del Estero y Tarija, que ahora pertenece a Bolivia, pero que en aquellos años remotos era territorio argentino, el creador de la Bandera argentina había destinado la suma de 40.000 pesos fuertes de la época, una suma que, dicen, era equivalente entonces al cuatro por ciento de las exportaciones del país. Hoy, para hacer la tercera parte de la obra, se invirtieron 591.934 pesos con cuarenta y siete centavos. Los aportes fueron hechos por la provincia y por la Nación, ya que el dinero original se fue perdiendo entre una tonelada de papeles, de días, de meses, de años, casi dos siglos. “Lo que había donado Belgrano es una fortuna incalculable, debería medirse en libras esterlinas, pero de todas maneras era una fortuna a la que nunca se le dio el destino que tenía”, dijo a este diario el historiador Vicente Ciccarelli, que ha seguido el caso cada uno de los minutos de su vida.
“Y he creído propio de mi honor y de los deseos que me inflaman por la prosperidad de mi patria, destinar los expresados 40.000 pesos para la dotación de cuatro escuelas públicas de primeras letras.” Por medio de esa carta, Belgrano comunicó a la Asamblea Constituyente del año 1813 su decisión de donar el dinero que le habían concedido por sus “grandes victorias” en las batallas de Tucumán y Salta. En Jujuy se había comenzado a construir la escuela en el mismo año ’13, pero el avance de las tropas realistas, que acechaban en el norte del país, hizo paralizar las obras. El 13 de abril de 1825, el Cabildo jujeño inauguró una escuela mucho más modesta en ambiciones, pero ella fue cerrada tres años después y nunca más se encaró la obra. Recién en 1997 se hizo la primera licitación, ganada por la empresa Ranking SRL, pero la firma después se declaró en quiebra (ver aparte) y otra vez todo quedó en la nada. Por eso, la escuela funcionó desde entonces en lugares prestados: un regimiento, una iglesia, una guardería municipal y un templo evangélico.
Carlos Duilio Morales, de 11 años, alumno de sexto grado, dijo que tener “una escuela propia” era para los chicos de Campo Verde, un barrio perdido entre las montañas, en la capital jujeña, “una gotita de esperanza”. La directora del establecimiento, Selva Celia Rodríguez Córdoba, expresó a las autoridades presentes “un gracias inmenso en nombre de la niñez”. El gobernador de Jujuy, Eduardo Fellner, sostuvo que lo que hicieron es apenas “cumplir con un legado histórico” y reconoció que su intervención fue tan sólo “una respuesta a una comunidad organizada (la de Campo Verde), a un centro comunitario que me hizo llegar sus reclamos”.
El ministro de Educación, Daniel Filmus, admitió que desde el Gobierno “todavía tenemos una deuda con la Argentina que ellos (los próceres) soñaron” y sostuvo que en los años que corren “ya no se puede pelear por la soberanía con las armas, hay que pelear con el conocimiento, el saber,la ciencia y la tecnología”. Mientras se realizaba el acto, unos doscientos manifestantes, entre alumnos y padres de cuatro escuelas técnicas de la zona, reclamaron un cambio en las políticas de gobierno que vienen modificando los planes de estudio y que imponen el polimodal. “Los profesores que dan clases en las escuelas técnicas son, en algunos casos, profesores de literatura; podrán saber mucho de lo suyo, pero no están formando alumnos que puedan tener una salida laboral en el campo de la técnica”, dijeron los padres a Página/12.
Al término del acto, Filmus cuestionó la política educativa impuesta “en la década del ’90”, en obvia alusión al menemismo, pero que hoy sigue vigente en todo el país.
Como una paradoja más de lo que parece ser el destino nacional, la primera de las cuatro escuelas de Belgrano que se inauguró fue la de Tarija, cuando ya era territorio boliviano, en 1974. Y fue construida por el gobierno argentino, cuando el presidente era Juan Domingo Perón. Las de Santiago del Estero y Tucumán comenzaron a motorizarse recién en 1997. El dinero histórico, legado por Belgrano, pasó por miles de manos y de burocracias. Ya nadie sabe dónde está y cuál sería hoy su equivalente en pesos. “Una fortuna”, siguió repitiendo el historiador Ciccarelli.
En esta primera etapa, la escuela belgraniana albergará a unos 380 alumnos de la primaria y, cuando se completen las obras, habrá 900 niños en sus aulas. A los vecinos les preocupa ahora el destino que se le dará a la Escuela Comunitaria, que fue el último refugio de los colegiales, antes de acceder al nuevo edificio. Julio Alberto Linares, uno de los docentes, dice que la Unión de Padres que la construyó “a pulmón” pretende que las autoridades nacionales la sigan manteniendo, al margen de la nueva escuelita, como Instituto de Desarrollo Comunitario, para darles a los chicos “herramientas para tener una salida laboral y un lugar para la esperanza”.

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“Tener escuela propia es una gotita de esperanza”, dijo Carlos, de 6º.
 
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