SOCIEDAD › DIECIOCHO AÑOS DE CARCEL POR ASESINAR A SU NOVIA

Cuando la Justicia llega tarde

La Justicia de La Matanza condenó a 18 años de prisión a Walter Oscar Monolo, el hombre que el 15 de febrero de 2003 mató a su novia, Sandra Reiter, de un disparo en la espalda mientras lloraba tendida sobre una cama. Pese al fallo, la familia increpó al tribunal y rechazó la pena porque consideró que en el crimen hubo “alevosía” y la condena debía ser más dura. A esa consideración se le agregó otra más oscura: según se supo, la víctima había denunciado a la Justicia que su novio la amenazaba; pero los tribunales no tuvieron reacción; la familia de la chica recibió una notificación de que ese expediente se cerraba por falta de pruebas quince días después del asesinato.
Sandra Reiter tenía 25 años, era profesora de patín, estudiaba Ciencias Económicas y trabajaba en un canal de televisión. Desde el 2001 convivía con Monolo, que trabajaba en una gomería, con quien mantenía una relación conflictiva a causa de los celos del hombre, según dijeron los testigos. La última crisis de la pareja fue la que devino en el asesinato: la chica se fugó de su casa y se refugió en la de su hermana, en el barrio Los Pinos, de La Matanza. Hasta allí fue su novio quien, armado con un revólver calibre 22, pidió verla. Como no tuvo éxito, decidió irrumpir en la habitación donde Sandra lloraba, tendida en una cama. Se le acercó, subió en cuclillas a la espalda y le disparó sobre la columna vertebral, perforándole la médula. Luego, según los testigos, Monolo volvió a su casa, recogió sus pertenencias y desapareció. La joven murió nueve días después en el Hospital Posadas.
La Sala III del Tribunal Oral en lo Penal de La Matanza, integrado por Liliana Logroño, Fabián van Staden y José Antonio Lecce, encontró culpable a Monolo y lo condenó a 18 años por homicidio simple. “La condena es dura, pero no estamos conformes”, fue la evaluación de Miguel Racanelli, abogado y vocero de la familia Reiter, que quedó imposibilitada de apelar el fallo debido a los frenos impuestos a la figura del particular damnificado en la legislación bonaerense. No obstante, la posibilidad de hacer uso de esa herramienta jurídica quedó en manos del fiscal de la causa, Ariel Panzoni. Si luego de ello la condena quedara firme, Monolo –preso desde hace dos años– deberá cumplir al menos las dos terceras partes de su condena para quedar en libertad.
Para la sentencia, la Justicia dio vital relevancia al testimonio de Lorena Reiter y Jorge Zanotto, hermana y cuñado de la víctima, respectivamente. Zanotto recordó: “Vi cómo Walter entraba con un arma, le grité: ‘¡No, Walter, no hagas una locura! Y a pesar de nuestros ruegos le pegó un tiro a Sandra y luego se marchó sin decir palabra”. Según él, la familia sabía que “esto iba a terminar mal; Monolo le había dicho a Sandra: ‘Sos mía o de nadie, vos de acá te vas solamente muerta’”.
La defensa había pedido la absolución de Monolo, alegando que éste había actuado ebrio y drogado, y en caso de que el tribunal lo considerara culpable de homicidio, solicitó la pena mínima para ese delito, ocho años de prisión. El fiscal de juicio había solicitado la pena de reclusión perpetua por considerar el crimen como “homicidio calificado por alevosía”.
Racanelli precisó que “Sandra había presentado un mes antes de ser asesinada una denuncia por amenazas ante una fiscalía correccional de La Matanza contra su ex novio. Pero, paradójicamente, 15 días después de su muerte, notificaron que cerraban la causa por falta de mérito. Si la Justicia hubiera actuado como correspondía y la hubieran protegido, quizá Sandra hoy estaría viva”.

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Walter Monolo, condenado a dieciocho años de prisión por asesinar a su novia, profesora de patín.
 
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