SOCIEDAD

El crimen de un sindicalista, con el trasfondo de la interna gremial

Un dirigente de los ladrilleros apareció muerto de dos tiros en Merlo. Había sido amenazado. La pelea interna de la Uolra.

 Por Raúl Kollmann

“Los dos tiros en la sien son propios de un killer. Es para asegurar la muerte. Pero además, el primer tiro es horizontal, o sea que parece haber sido disparado de afuera del vehículo, porque el orificio es del lado izquierdo. Y el segundo tiro es hacia abajo, o sea que lo remataron.” El diagnóstico fue formulado a Página/12 por uno de los investigadores del asesinato de Miguel Orellana. Todas las miradas están puestas en una interna de la Unión Obrera Ladrillera de la República Argentina (Uolra), de la que Orellana era protesorero. A fines de agosto, el dirigente presentó en la Justicia una denuncia por amenazas contra otro dirigente de la Uolra. Le dijeron que lo iban a matar en el marco de una reunión de la comisión directiva del sindicato, realizada en la sede ubicada en Ciudadela. Orellana estaba enfrentado al secretario general, Guillermo Yafar, quien conduce el gremio desde hace cerca de 30 años y estaba a punto de ser desalojado del cargo por un grupo de cinco de los nueve dirigentes de la máxima conducción de la Uolra. El rumor es que Orellana se había metido a investigar maniobras con el dinero sindical y eso –según dicen sus allegados– le costó la vida.

Orellana, de 43 años, salió el lunes a la mañana en la camioneta Isuzu del sindicato. Se dirigía al domicilio de su ex esposa para buscar allí a una hija y llevarla al médico. Sin embargo, alguien lo interceptó y poco después su cuerpo fue encontrado, dentro del vehículo, en la esquina de Magnolias y Colpayo, de Mariano Acosta, partido de Merlo.

La actual esposa de Orellana, Zunilda Monzón, dijo ayer que “no descarto ninguna hipótesis. Quiero que se haga justicia. El no tuvo problemas con nadie. Esta muerte no tiene sentido porque no se metía con nadie”.

Es posible que Orellana, que efectivamente era conocido como un “buenazo”, no haya querido preocupar a su esposa, pero lo cierto es que sí estaba metido en una interna gremial violenta. La prueba es la denuncia judicial que él mismo hizo en el Departamento Judicial de San Martín por amenazas en su contra. En la directiva de la Uolra, de nueve integrantes, había una fuerte división: la mayoría de cinco integrantes, entre ellos Orellana, estaba enfrentada con el secretario general Yafar, al punto que se preveía un inminente traspaso del cargo. En el marco de esa interna, uno de los dirigentes amenazó de muerte a Orellana dentro de la propia sede del sindicato, por lo cual el protesorero hizo la denuncia ante la Justicia. Este es el principal camino que ahora sigue la investigación. A eso se suman algunas evidencias de pesquisas que estaba haciendo el gremialista sobre presupuestos y fondos que se usaban en la Uolra.

Según pudo averiguar este diario, las características del crimen fueron sórdidas y hace mucho que no se produce un asesinato de este tipo, supuestamente en el marco de una disputa sindical. Orellana salió de su casa manejando la camioneta. Esto significa que alguien lo esperó en algún lado o lo abordó por sorpresa. Los investigadores creen que lo pasaron al asiento de atrás y que allí lo mataron, casi seguro con un arma con silenciador, porque hasta el momento no hay testigos que hayan escuchado los disparos. El primer tiro podría haberse realizado desde afuera de la camioneta, por cuanto el orificio de entrada en la sien es del lado izquierdo. La trayectoria recta del proyectil indicaría que el ejecutor habría estado parado junto a la puerta trasera izquierda de la Isuzu. El segundo disparo también entró en la cabeza, junto a la oreja, desde el mismo costado, pero la trayectoria ya fue hacia abajo, lo que indica que tras el primer tiro Orellana cayó sobre el asiento y allí recibió el segundo impacto, en forma de remate.

El secretario general de la Uolra, Yafar, se deshizo en elogios sobre Orellana, pese a que en el sindicato todos sabían que estaban enfrentados: “Este es un claro mensaje mafioso, que todavía no sabemos bien para quién. Era un tipo bárbaro, una excelente persona y un buen compañero”. Estos dichos no hicieron más que asombrar al entorno de Orellana.

El caso, investigado por los fiscales Horacio Vázquez y Mario Ferrario, no parece de sencilla resolución, porque habrá que encontrar a los ejecutores de Orellana, pero tal vez en este crimen exista uno o más instigadores.

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La esposa de Orellana, Zunilda Monzón, reclama justicia.
 
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