SOCIEDAD

Empresaria del trueque

Por M. C.

La primera vez que María de los Angeles Kelez fue a una feria de trueque ofreció fideos. Hoy gerencia una pequeña empresa de catering para fiestas que le permite a su familia gozar de un estándar de vida de más de 4000 pesos al mes, aunque, en la práctica, no ingresan en la casa más de 300. Sus tres hijos aprenden inglés y la mayor, además, portugués. Tiene empleada doméstica todos los días y también jardinero. Todo lo paga con créditos, la moneda de los clubes de trueque. “Ahora vamos a salir a ofrecer el servicio para fiestas chiquitas en el mercado formal”, anuncia, con entusiasmo.
En estos días en que el bajón anímico es una epidemia social, el entusiasmo y los proyectos son marca registrada de los integrantes de los clubes de trueque. Después de escucharlos, uno piensa que viven en otra Argentina. No son caceroleros ni piqueteros. Están contentos. Esa es la gran diferencia.
María de los Angeles (43) estudió seis años Medicina, pero nunca terminó la carrera. Su esposo, Oscar Borroni (44), fue gerente de una petrolera. En 1992 decidieron abrir una agencia de miniturismo y remises que les permitió un buen pasar hasta que en 1999 la recesión los obligó a cerrar y de un día para otro quedaron en la lona. “Con el trueque nos encontramos por casualidad”, recuerda la mujer. Un día llamó a su casa, en Bernal, una señora que pidió un remise y preguntó si podía pagar con créditos. “Yo le dije que sí. Total –pensé– en algún momento lo voy a cobrar, y aunque ya no teníamos choferes, me venía bárbaro que el viaje lo hiciera mi marido. Estaba deprimido y así, al menos, iba a salir de la cama”. Pero Oscar volvió del viaje hecho una furia.
–¿Y esto para qué mierda sirve? –le gritó a su esposa, mostrándole los billetitos de créditos.
–Qué sé yo, Cacho –respondió María de los Angeles, que tampoco entendía de qué se trataba.
–Lo único que me dijo la mujer es que el sábado fuéramos con estos cartoncitos a la Bernalesa.
Y para allí marcharon. En el predio de la antigua fábrica de Bernal se encontraron con una gran feria. “Vimos que se podía comprar turismo, comida, hacer trabajos de imprenta, que la gente estaba contenta y todos sin un peso, como nosotros”. La semana siguiente el matrimonio regresó a la Bernalesa con un montón de fideos recién amasados. “Fuimos, vendimos y volvimos con una pilita de créditos”.
Pero amasar los fideos les había resultado muy trabajoso y María de los Angeles decidió hacer un estudio de mercado. Y pensó que podía funcionar la venta de flanes individuales. Se lanzaron a elaborarlos. “Fabricábamos 380 flanes por día. Ibamos a varios nodos y los vendíamos. A 2 créditos cada postrecito, juntábamos 760 créditos por jornada. Nada mal”, comentó María de los Angeles. Después, empezó a preparar comida salada (pollo al champignon, lasagña, canapés) y a contactarse con otros productores. De pronto, tuvo en sus manos el germen de una empresa de catering. Ahora, Sabores del Sur, el nombre de la compañía, ofrece servicio de lunch para fiestas, que incluye vajilla, mantelería, arreglos florales, animación, a pagar en créditos. María de los Angeles no se encarga de todo: en la pyme están asociados 32 productores.
La familia también veranea en la costa con créditos. “Para lo único que llevamos pesos es para el peaje y el combustible”, aclara. María de los Angeles paga en créditos hasta la mitad del seguro del auto. Sus tres hijos, de 17, 11 y 9 aprenden inglés dos veces por semana y la mayor, además, recibe clases de portugués y ya hizo varios cursos de PC y marketing. En la casa tienen empleada doméstica y jardinero. Todo por trueque.
“Así puedo acceder a cosas que el mercado formal me negaba”, dice la mujer. Fuera de su esposo y sus hijos, el resto de su familia todavíadesconfía del sistema. “Tienen la sensación de que en el trueque todo es usado y cada vez que ven algo nuevo en casa se sorprenden. ‘¿Qué? ¿Esto lo compraste en el nodo?’, me dicen”.
Hace pocos meses, su hermana empezó a cobrar en patacones y María de los Angeles se cobró las burlas: “Ahora vamos a estar igual. Las dos con papelitos”, le dijo. María de los Angeles exageraba un poco: a diferencia del tiquet del trueque, el bono bonaerense todavía no se acepta en todo el país.

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