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“Algunos no quieren que vayamos a las marchas”

Pablo Salas sigue exigiendo “justicia” desde el santuario ubicado a metros del boliche de los peores recuerdos. Vive en Moreno y aquella noche se salvó “no sé cómo” porque estaba frente al escenario. Estuvo internado cuatro días con problemas respiratorios. Dejó de trabajar por prescripción médica y “algunas veces” se encuentra con sus viejos amigos. Perdió a dos en el boliche: Pablo y Fabián. Reconoce que la cantidad de sobrevivientes que van al santuario disminuyó en los últimos meses. “Debe ser porque la vida continúa”, admite.
Después de la tragedia “me la pasaba tirado en casa”. Trabajaba en una fábrica de plásticos en San Martín, “pero me dijeron que no vaya porque los químicos y tóxicos me iban a joder peor”. Antes, con sus amigos “íbamos a jugar a la pelota, pero ahora que nos faltan los otros dos no tenemos muchas ganas”. Hace 20 días decidió “hacer el aguante” en las carpas del santuario. “Los chicos que estaban desde el principio se deben haber cansado de la falta de comodidad. Es duro cuando hace frío y pasás hambre. Otros se olvidaron de venir después de que empezaron a cobrar el subsidio. Nosotros subsistimos pidiendo una moneda; los padres (de los chicos fallecidos) también nos ayudan.”
Pablo dejó de ir al psicólogo “porque me empezó a decir que no viniera aquí, que deje la junta. Entonces decidí no verlo más. Varios dejamos de ir a esas sesiones, pero no de hacernos los controles en el hospital”. Sobre los padres, dice que “hay algunos copados y otros que ni se te acercan. Algunos de los que salen en la tele no quieren que vayamos a las marchas porque dicen que vamos a hacer bardo. Pero no nos vamos a mover de aquí”.

Informe: A. F. D.

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