SOCIEDAD › RETRATO DE UN CHICO QUE FUE VICTIMA DEL EXITO

De la calle a la celebridad

“El cuarteto es lo que alegra a la gente: si te estás muriendo de hambre y encima escuchás un lento, te pegás un tiro en la cabeza”, dijo, hace poco más de un año, en un reportaje a Página/12, el chico Walter Olmos. La frase le sirvió a la vez para justificar el género musical que lo hizo fugazmente célebre, y para aludir a su propio origen, de chico pobre que vivió en la calle, pasó hambre y tuvo que robar para comer, según él mismo contó.
Walter se convirtió en el virtual heredero de Rodrigo Bueno, otro ídolo bailantero muerto trágicamente hace dos años. Todavía era un chico de 16 años cuando el Potro lo escuchó cantar en un boliche de las afueras de Catamarca, al frente del grupo cuartetero Los Bingos. Sorprendido por su estilo, similar al del cuartetero cordobés la Mona Jiménez, Rodrigo se convirtió en su padrino.
El empresario tucumano Rubén Campero lo promovió por los principales escenarios y los medios televisivos del país, y luego de una serie de conflictos por el tema del porcentaje de las ganancias se generó una ruptura y pasó a ser su productor José Luis Gozalo, el ex representante de Rodrigo.
Luego de su álbum A pura sangre, placa que lo consagró, el cantante debió afrontar varios incidentes en los recitales: fue acusado de provocar escándalos en los locales que lo habían contratado para los shows, con la finalidad de interrumpir el recital para cumplir con los restantes contratos.
La consagración llegó el año pasado, cuando llenó el estadio Luna Park. A partir de entonces estuvo más en Buenos Aires que en su Catamarca natal, aunque solía volver de tanto en tanto a la provincia para visitar a su madre y a sus ocho hermanos, en su nueva casa, en el centro de San Fernando del Valle.
En la capital catamarqueña lo recuerdan con afecto, aunque también allí tiene sus detractores. Los que siguieron sus pasos en la provincia lo recuerdan como un chico solidario, que para sus dos últimos cumpleaños hizo donaciones a comedores comunitarios de la capital catamarqueña. También cuentan que solía andar con su Cherokee 4x4 por la ciudad, junto a sus amigos y los integrantes de la banda, hasta que protagonizó un incidente que casi le cuesta la vida, en abril de este año: en un raro accidente, chocó contra un auto, terminó contra el frente de una casa y acabó en terapia intensiva.
La popularidad lo convirtió en un artista caro para Catamarca: en un año, apenas se recuerdan dos presentaciones. En una de ellas convocó a 14 mil personas en la cancha del club Villa Cubas. También se dio el gusto de jugar unos minutos en un partido oficial para el club La Tercena, que disputa la Liga Chacarera.
Lejos de negar su origen, Walter lo reivindicó con cierto orgullo. “Robé muchas veces, pero me agarraron sólo tres. Nunca robé plata, siempre comida –dijo entonces–. Dios no lo permita, por hambre volvería a hacerlo.”
“Estoy cansado. Soy sano, no tomo nada para aguantar. Estoy débil, con sueño, hambre, extraño a mi familia”, confesó hace poco más de un año, cuando todavía no había cumplido los 19 y ya estaba agobiado por las exigencias de las presentaciones y los shows.
El accidente que protagonizó este año pareció trazar un paralelo con su mentor. Aunque en esa ocasión pudo esquivar la muerte, la tragedia pareció seguir sus pasos, en silencio, hasta la madrugada del domingo, cuando un disparo de pistola terminó con su vida.

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