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Jueves, 28 de enero de 2010

TEATRO › LA BANDA DE LA RISA Y LOS FESTEJOS POR 25 AñOS DE TRABAJO SOBRE EL ESCENARIO

“El humor es nuestra química, surge solo”

Claudio Gallardou, Cristina Fridman y Silvina Bosco analizan la evolución de una agrupación que transgrede los géneros y las convenciones teatrales: “Una de las cosas más interesantes de la Banda es que no la podés definir en un solo tipo de teatro”.

 Por Sebastián Ackerman

En estos veinticinco años que está cumpliendo la Banda de la Risa pasaron muchas cosas. “En los orígenes éramos Maximiliano Paz, Tony Lestingi y yo. Esa fue la primera Banda de la Risa. Después se incorporó Diana Lamas, con quien nos casamos en el marco de la Banda... ¡y nos separamos en el marco de la Banda!”, dice Claudio Gallardou, uno de los fundadores del grupo, a Página/12, y hace reír a Cristina Fridman y Silvina Bosco, que se incorporaron después de conocer su trabajo desde la platea. Para celebrar este aniversario, el grupo repuso Arlequino, que para los tres fue “la reafirmación como grupo de la Banda. Ya veníamos de antes con algunos logros, pero Arlequino fue la confirmación final. Y aparte es una obra excelente y nos salió bárbara: el público la pasaba maravillosamente y nosotros también”, se ilusionan, pero no se conforman. “La intención es iniciar estos festejos con esta obra y después veremos si podemos continuar con otras que significaron distintas etapas en la Banda de la Risa”, apuestan.

Fridman y Bosco tienen ya varios años compartiendo escenarios con el grupo, que con el tiempo fue creciendo en número. Bosco cuenta que entró “hace quince años, cuando se estrenó justamente Arlequino en la Fundación Banco Patricios”, explica. “La Banda te da la posibilidad de hacer algo creativo, distinto; trabajando con Claudio te exigís porque él también hace un trabajo propio con exigencia y no te podés quedar atrás, lo seguís a él”, elogia al director, del que Fridman dice que “es el viejo del grupo, porque es él quien cumple los veinticinco”. Fridman recuerda que conoció a la Banda de la Risa “haciendo el Martín Fierro, que fue un espectáculo que me impresionó muchísimo. Me dije que me gustaría mucho trabajar con esta gente. Y después me lo crucé a Claudio en la calle y le dije que teníamos que hablar...”. Interrumpe Gallardou: “¿Te acordás qué día nos cruzamos? El día que Pavarotti cantaba en la 9 de Julio, en una de las laterales”.

Cristina Fridman: –Y tenías la mano enyesada.

Claudio Gallardou: –¡Porque le había pegado una trompada a una puerta! Había tenido un problema con un albañil, y para no pegarle a él le di a una puerta. Con tanta mala leche que me fracturé la mano...

C. F.: –Ahí empezamos a charlar, y como yo hacía producción, empecé a trabajar con la Banda desde ahí. Después me fui incorporando a los espectáculos como actriz.

La vuelta de la democracia influyó notablemente en la escena teatral. Además de permitir otras libertades a la hora de hacer una puesta, estimuló para encarar el trabajo desde otro lugar, más ligado a lo lúdico. “Había un tipo de teatro más realista que era una respuesta política a una instancia social, y un tipo de actuación también muy realista que respondía a eso que había que mostrar de lo cotidiano. Y lo que pasaba con la Banda era que representaba una expresión artístico-poética que no había tanto en aquella época (tampoco hay mucho ahora), y tenía una cosa lúdica que era muy atractiva. Desde la platea veías la poética, el teatro y aparte los actores disfrutando y jugando. Y para mí, actuar es eso: jugar. A ser otro, disfrazarte de otro”, compara Fridman. Gallardou señala que lo más importante “era la poesía, porque había poesía en los espectáculos. A pesar del juego, de la búsqueda de la transgresión de obras clásicas, había momentos en los que éramos cursis. Y una música nos llevaba a un lugar medio kitsch, pero había mucha poesía en los espectáculos”, se entusiasma.

–¿Hay un estilo Banda de la Risa de hacer teatro?

Silvina Bosco: –Una de las cosas más interesantes de la Banda es que no la podés definir en un solo tipo de teatro. En el Arlequino vas a ver comedia del arte, pero no siempre la Banda hizo comedia del arte.

C. F.: –¡Acá tampoco van a ver comedia del arte!

S. B.: –Es verdad (risas). El grupo se prepara para trabajar con diferentes espectáculos en distintos géneros, siempre con rigor. Pueden ver un Shakespeare o una comedia del arte hechos por la Banda de la Risa. Eso es lo que a uno lo entusiasmaba como espectador.

C. G.: –Y un profundo amor por el teatro. Se notaba en nosotros un respeto por el teatro más allá de que lo transgredíamos. Hay mucho respeto por el teatro, a pesar de que lo hacemos pelota.

–¿Qué papel juega el humor en sus obras? Muchas veces es una mirada sobre el mundo...

C. G.: –El humor es nuestra química, es intrínseco a nuestra conformación de grupo. Surge solo. Sirve para que seamos felices. Yo con la comedia, en el escenario soy feliz. En Un hombre es un hombre éramos felices haciéndolo, pero sentía que faltaba algo.

C. F.: –No es fácil hacer humor, pero es más fácil contar cosas duras a través del humor. Podés decir las peores cosas a través del humor y parece que pasa...

C. G.: –Hay un mito que asegura que es más difícil hacer humor que drama, y creo que no es así. A Enrique Pinti no le cuesta nada y es probable que a Alfredo Alcón le cueste más que a Pinti hacer comedia, y viceversa con el drama. En nosotros el humor es intrínseco. Por ejemplo con el Bicho Gómez: en una improvisación, vos decís la palabra “muerte” o cualquier otra que sea fea, y en tres segundos te estás matando de risa. Seguro. Ahora, hay momentos técnicos que te llevan al momento del humor, momentos románticos...

En estos veinticinco años también hubo muchos cambios en la situación social y política del país. Todo eso no resultó ajeno a las decisiones estéticas de la agrupación. “A medida que crecía la Banda fuimos necesitando ser más profundos en la temática que tratábamos”, detalla Gallardou. Y se explaya: “Si bien Arlequino es una obra de denuncia social porque habla de las diferencias de clase en la Venecia de 1500, también es cierto que es un friso muy superficial, que lo más presente en la comedia del arte es el juego. Cuando entramos en el Martín Fierro ya había una denuncia más concreta, pero no la tomamos tanto porque seguíamos en el juego”, prosigue, y asegura que el momento “crítico” fue cuando presentaron Pelele: “Era una etapa muy difícil del país, cuando caía el gobierno de De la Rúa, y la obra se resignificaba en el mismo momento en el que la hacíamos. Por eso llegamos a Un hombre es un hombre, porque queríamos tomar una obra que hablara de lo que nosotros creemos que es la crisis fundamental del mundo hoy: la identidad”, confiesa.

–¿Cómo se sostiene un grupo de trabajo durante tanto tiempo?

S. B.: –La Banda no es la misma que al principio. Mucha gente fue, vino, volvió... Hay mucho movimiento. Pero creo que se sostiene con las cabezas. Ellos (por Gallardou y Fridman) han formado un matrimonio intelectual interesante. Son bastante diferentes en un lugar y parecidos en otro, han encontrado una manera con la que pueden darle una dinámica a la Banda. Entonces, no importa quiénes integremos el elenco, hoy somos nosotros y nos ponemos la camiseta de la Banda, pero todo parte de las cabezas de Claudio y de Cristina. Sin ellos no habría Banda de la Risa.

C. G.: –Y si ella y yo somos como papá y mamá, no podemos olvidarnos del tío Jorge Micheli, que fue un elemento fundamental. Fue el que más me generó la pauta, me guió en los primeros pasos.

S. B.: –Cuando yo entré, sentí que Jorge era el espíritu de Arlequino. Era el que te guiaba en lo artístico, sobre todo en el código que tenía con Claudio.

C. F.: –Y algo que trasciende también al espectador es que el trabajo en grupo se nota arriba del escenario. Eso hace que uno pueda hacer su laburo de una manera muy relajada. Sabés que la pelota siempre la va a agarrar alguien y el juego sigue. Es como en los Mundiales con Argentina: ese sentimiento de ahí viene, y estamos todos apoyando... No es fácil encontrarlo en cualquier elenco.

–¿Por qué eligieron comenzar estos festejos con el Arlequino?

S. B.: –No es el elenco de 15 años atrás, entonces es un nuevo desafío. A pesar de haber estado en la primera versión del Arlequino, el empezar a ensayar con otros compañeros hace que te ubiques en otro lugar. Tu trabajo no va a ser el mismo, hay otra constelación de gente.

C. G.: –Es un placer enorme. A mí personalmente me hace inmensamente feliz encontrarme con ellos, diciendo estos textos, tratando de recordar los chistes, los gestos, los gags. Siento que es un juego de amigos. Y creo que el teatro también se hace desde ahí, y más la comedia. En Rosario actuamos ante 2000 personas, con un viento terrible que se llevaba los telones, y aún así la gente aplaudía. Fue una función de las más fuertes, en el Parque España al aire libre.

C. F.: –Para nosotros fue increíble la cantidad de público, pero además tener que adaptarnos a condiciones muy raras: frente al río, con los telones volándose. No se escuchaba nada y teníamos que ir hasta el micrófono para que se pudiera escuchar el texto... ¡Increíble!

C. G.: –El hecho de elegir Arlequino para celebrar estos veinticinco años tiene que ver también con volver un poco al divertimento, pero tenemos el compromiso de no apartarnos del tema serio. Queremos formar parte de un debate desde nuestro lugar, que es el teatro, y aportar una idea desde el escenario. Ya no nos conforma hacer clown y nada más. Ahora queremos hacer el clown y aportar al debate, cuando lo hay. Y si no lo hay, generarlo.

Bosco señala además que este espectáculo particularmente es “muy participativo, el público se integra a la obra. Es un personaje más. Entonces empieza a hacerse una ola de energía, algo mágico que pasa en casi todas las funciones”, explica. “Recuerdo algunas que no...”, agrega Gallardou, y todos ríen.

–¿Cómo fue eso?

C. G.: –Siempre hay algún guacho que te arruina la función.

C. F.: –¡Y lo perseguís por el teatro!

C. G.: –Un día seguí a un tipo que no se reía con nada. Se fue a la mitad de la función y lo perseguí hasta el ascensor.

* Arlequino se presenta en el Teatro La Comedia (Rodríguez Peña 1062), viernes y sábados a las 23 y los domingos a las 21.

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“Con el público empieza a hacerse una ola de energía, algo mágico que pasa en casi todas las funciones”.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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