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Miércoles, 30 de mayo de 2007

MUSICA › ROBERT FRIPP EN BUENOS AIRES

“Vengo a la Argentina porque aquí sigue habiendo pasión”

El ¿ex? King Crimson realizó un showcase y una conferencia antes de los recitales que brindará con La League of Crafty Guitarists.

 Por Fernando D´addario

Una especie de temor reverencial invade el ambiente en el ND Ateneo. El efecto de intimidación acaso sea involuntario, pero un puñado de músicos –los integrantes de La League of Crafty Guitarists– y otro puñado de periodistas parecen expresarlo en sus rostros. Robert Fripp está en el centro de la escena y ejerce sobre sus admiradores (también aquí, sus músicos y “sus” periodistas forman parte del mismo club) una autoridad que excede las facultades inherentes a todo prócer musical. Y Fripp, que es ciertamente el héroe más extraño que haya dado la historia del rock, inaugura la conferencia de prensa con un guiño que desorienta a sus sofisticados interlocutores: “Asumo que ustedes son profesionales. No tengo ningún interés en preguntas profesionales”. Durante poco más de una hora, el histórico líder de King Crimson se muestra, frente a los periodistas, como una mezcla de lord inglés y monje zen. Todavía está fresca la imagen reflejada un rato antes sobre el escenario del ND Ateneo: Fripp y el ensamble de guitarras dirigido por Hernán Núñez abruman con su destreza (desquiciante y exquisita la versión de “Vrooom”, el último tema del showcase) y con su postura ascética a la veintena de cronistas acreditados para ver, escuchar y preguntar. ¿Valdrá la pena preguntar?

Este curioso encuentro de Fripp con la prensa argentina –es conocida su fobia en el rubro comunicativo– tiene connotaciones profesionales y afectivas: The League of Crafty Guitarists debutará hoy en Rosario (Teatro de la Comedia), actuará el viernes y el sábado próximos en Mendoza (Teatro Independencia) y se presentará el 6, 7, 8 y 9 de junio en el Ateneo (Paraguay 918). Pero más allá de la excusa “promocional”, el notable guitarrista profesa una particular simpatía por este país, alimentada en la ya legendaria primera visita porteña de King Crimson, allá por 1994. “En la Argentina hay pasión”, dice en un inglés señorial, traducido por el músico Fernando Kabusacki. Fripp cuenta que fue Núñez quien lo alentó a venir a la Argentina, una decisión tomada después de haber vencido una reticencia lógica: los resúmenes de regalías de su sello discográfico delataban que Crimson no había vendido aquí ningún disco. Esa realidad “contable” (algún vuelto debe haber quedado en el camino) y el fervor que encontró en el público argentino derivó en una relación especial, que hasta podría incluir (aunque su cara difícilmente lo transmita) algo parecido al “cariño”.

Fripp no quería “preguntas profesionales”, pero había algunos interrogantes que no se podían dejar pasar. Para llegar a reconocer que no habrá King Crimson por un tiempo, el guitarrista dio un gran rodeo. Uno de los periodistas de Página/12 había expresado su inquietud con un “No puedo evitarlo: ¿qué novedades hay de King Crimson?”. Fripp se despachó entonces con una larga anécdota sucedida en Portugal, en ocasión de una presentación de la liga; al parecer, un fan obsesivo sentado a la misma mesa que el guitarrista se pasó una hora mirándolo, sin decir una palabra, anotando cosas en una libretita. Consultado por la razón de su actitud casi maniática, el fanático sólo respondió: No puedo evitarlo. Luego se enteró de que el buen hombre había hecho lo mismo con Peter Hamill (“pero Hamill no se molestó”, observó el atribulado fan). Después de este cuentito aparentemente aleatorio, Fripp concluyó: “Desde ese momento, cada vez que me dicen no puedo evitarlo, empiezo a temblar... ¿Cuál era su pregunta...?”. Entonces sí, contestó, lacónico: “No hay ningún plan para King Crimson. Puede ser que el tiempo de Crimson ya haya pasado. Cuando aparezca una música que sólo Crimson pueda tocar, entonces volveremos a hablar”.

Fripp abundó en conceptos filosóficos vinculados con el arte (“la música les pide a algunos que le den voz y a otros que le den oídos”), declinó la posibilidad de otorgarle poderes curativos (“el poder curativo de la música no actúa como una lobotomía”) y confirmó en sus oyentes las sospechas de que, efectivamente, es un tipo extraño: “Cuando nos juntamos con la liga, al comienzo del día nos sentamos en el piso y no hacemos nada durante media hora. La idea es ‘hacé nada lo más que puedas’. Podemos encontrar un punto de quietud dentro de nosotros. Y en este lugar, la música nos puede encontrar. Tal vez”. A continuación, parte del intercambio de preguntas y respuestas:

–Cuando se refieren a la piratería, las compañías discográficas apelan a la defensa de los derechos del músico. ¿Por qué no se debate de quién son esos derechos?

–Principalmente porque las voces de los músicos son bajas. Si los ponés al lado de las cuatro empresas discográficas más grandes los músicos, son gente pequeña. En la cuestión más amplia de la piratería, cuando me preguntan mi opinión sobre compartir archivos pregunto cuál es la intención que está detrás de esta acción. Y la intención de las partes involucradas no es compartir la pasión por la música. El objetivo es el robo. Si me preguntás por un joven en Mendoza o La Plata, Córdoba, Rosario, Patagonia, que tiene pasión por King Crimson y comparte un MP3 con los amigos, no tengo objeción alguna.

–Para un artista avant-garde en los ’70 y también en los ’80, ¿por dónde pasa la experimentación en este momento?

–La dificultad de esa pregunta pasa por el hecho de pretender definirme. No me siento un músico de vanguardia. En los ’70, Crimson estuvo experimentando con tecnología, pero no creo que la liga sea una aventura musical. Una forma de distinguir un punto de vista creativo es preguntarse, primero, cómo pudo esto suceder; después, cómo pudo eso no haber sucedido. Si podemos anticipar lo que se hará musicalmente en el futuro, ya no es creativo.

–¿El movimiento de ideas en la actualidad está cohesionado por el negocio?

–Una de las razones por las que sigo viniendo a la Argentina es que aquí hay pasión. Recibo invitaciones para trabajar con músicos muy conocidos. Pero estoy acá. ¿Es esta una gran movida para mi carrera? No. Pero en este país hay pasión.

–¿En este momento está más interesado en la transmisión que en la composición?

–No soy un maestro. Pero Guitar Craft es mi trabajo en la vida. King Crimson fue el entrenamiento necesario para que Guitar Craft fuera posible.

No hubo tiempo para mucho más. Alguna pregunta aislada para los inmutables integrantes de la liga (excusa que le sirvió a Fripp para abandonar brevemente el recinto, en señal de respeto) y un comentario que convocó a una curiosa regresión en el tiempo. Fripp contó que el primer disco que lo apasionó fue uno de Elvis Presley, a los 11 años, que a los 13 descubrió el jazz tradicional y a los 15 el jazz moderno. Confesó, sin embargo, que la experiencia que cambió su vida musical la vivió recién a los 21, cuando trabajaba en un hotel judío en Portsmouth, en una banda bailable con la que también tocaba en un cabaret (¿alguien puede imaginar hoy a Fripp tocando en un cabaret?). “Volví a mi casa a las 12 y media, prendí la radio y escuché una música aterradora. Al final de esa orquesta aterradora, un acorde de piano... era Sgt. Peppers. Yo estaba en la universidad, estudiando para recibirme de agente inmobiliario, con el objetivo de trabajar en la empresa de mi familia. Nunca más.”

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“No me siento un músico de vanguardia”, subrayó Fripp.
 
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