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Lunes, 14 de julio de 2003

TENIS › NAVRATILOVA, A LOS 46 AÑOS, TIENE MUCHO QUE HACER Y DECIR TODAVIA

Martina no se va

La mejor tenista de la historia volvió para ganar dobles mixtos en Wimbledon y pulverizar los records y las estadísticas que aún se le resistían. Pero eso no es todo. La reina no dejará nunca de sorprender y acaso la política esté en su horizonte mediato.

Por Manuel Serras *

Cuando su figura emergió de nuevo en el court central de la Catedral, el domingo anterior, muchos se preguntaron: ¿pero a qué se dedica ahora? La respuesta es clara e inequívoca. Martina Navratilova, la reina de Wimbledon, la mejor tenista de la historia, hace lo que mejor sabe hacer: jugar al tenis. Dejó una huella imborrable desde 1973, cuando entró en el profesionalismo, hasta 1994, el año de su retiro, y acumuló nada menos que 18 títulos individuales y 38 de dobles en el Grand Slam, y un total de 167 individuales y 163 de dobles.
Fue un gran trabajo. Pero Navratilova, ahora ya con 46 años, no parece dispuesta a cerrar este capítulo de su vida. Un año después de perder la final de Wimbledon contra Conchita Martínez, en 1994, volvió a pisar las canchas londinenses y ganó todavía el torneo de dobles mixtos. Pero ya no volvió al circuito hasta el año 2000, cuando decidió que todavía tenía tenis para estar al más alto nivel en las pruebas de dobles. Se marcó entonces el objetivo de igualar el record de triunfos que estableció en Wimbledon la mítica estadounidense Billie Jean King entre 1961 y 1979.
La tenista que más luchó en la defensa de los derechos de la mujer en el mundo del tenis había conseguido 20 coronaciones: 6 en individuales, 10 en dobles femeninos y 4 en dobles mixtos. Y el pasado domingo, junto al hindú Leander Paes, Navratilova igualó aquella marca al sumar su cuarto título en dobles mixtos, a los siete de dobles femeninos y a los nueve de individuales –también record absoluto– que ya tenía.
“El último título que había ganado aquí fue en 1995, pero volví a intentarlo, una y otra vez, y lo he conseguido. Me parece algo increíble.” Tras su retiro del tenis profesional, Navratilova siguió trabajando su físico. Incluso llegó a enrolarse en un equipo de hockey sobre hielo. Pero en cuanto decidió intentar su última aventura en el circuito profesional del tenis femenino, sólo en los torneos de dobles, reorganizó su equipo de trabajo. El sudafricano Michael de Jongh, coach y entrenador, y la australiana Giselle Tirado, preparadora física, la acompañan a todas partes. “No me gusta la soledad –afirma la jugadora de origen checo–, necesito su compañía y hablar con ellos constantemente.”
Hace ya algún tiempo que Navratilova abandonó su domicilio en Veil para trasladarlo a Florida. Allí vive con su compañera sentimental –cuya identidad no ha querido revelar nunca– y junto a sus 12 perros. Su vida es simple. No tiene problemas económicos porque, aunque su separación de Judy Nelson en 1991 –con quien compartió sus mejores años– le resultó carísima, se le estima aún una fortuna que ronda los 100 millones de euros. Así que dedica su vida a entrenarse y a jugar al tenis. “Necesito mucho tiempo para poder mover mi cuerpo tal como lo hago”, explica la estadounidense. “Comencé a sentirme realmente bien hace sólo un año. Mi mano y mis reflejos siempre estuvieron ahí. Pero ahora me muevo mejor, llego cómoda a la pelota. Mirando hacia atrás, creo que si en 1994 hubiera contado con Giselle no habría perdido aquella final ante Conchita Martínez”.
La polémica, sin embargo, sigue persiguiéndola. En 1980 admitió por primera vez que era lesbiana. Y en 1981 fue nacionalizada estadounidense. Pero siempre ha seguido manteniendo una postura crítica con relación a algunos aspectos de su nuevo país. Hace unos meses se quedó en estado de shock cuando Connie Chung, en su show de la CNN, le leyó unas declaraciones que Martina había realizado en un diario alemán en las que afirmaba que la parte más absurda de su huida de Checoslovaquia (en 1975) era que había dejado un país en el que no había libertad de expresión para ir a otro que la había suprimido ahora, haciendo una clara referencia a las represalias contra los disidentes de la política de Bush en la guerra de Irak. Entonces, Chung le lanzó su estocada: “¿Puedo ser honesto con usted? Debo confesarle que cuando leí esto, pensé que usted era antiamericana y antipatriota. Y deseé decirle: ¡Vuélvase aChecoslovaquia!”. Navratilova se quedó en blanco. “No podía creerlo. Estaba pasmada. Y lamento no haberle respondido que la democracia consiste en poder opinar sin ser penalizado por ello. Sólo hay que ver lo que les ha ocurrido a las Dixie Chicks tras confesar que lamentaban que George Bush fuera de Texas como ellas. Sus discos fueron quemados y tirados a la basura y sus canciones prohibidas en las emisoras de radio. Esto no es democracia.”
“¿Va usted a dedicarse a la política?”, le preguntaron después de esta polémica. Y Navratilova respondió: “Puede ser. Nunca puedes cerrarte a la posibilidad de luchar por algo en lo que tú crees. Pero por el momento mi prioridad sigue siendo el tenis”, aunque sólo sea en las pruebas de dobles.

* El País de Madrid. Especial para Página/12.

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