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Lunes, 7 de enero de 2002

“Normal, tirando a bueno”

 Por Gustavo Veiga

En su pequeña oficina ubicada en el primer piso de la AFA, Carlos Coradina está sumergido entre planillas, estadísticas y papeles de todo tipo que demuestran la intensidad con que vive el arbitraje. Es el subdirector de la Escuela de Arbitros y, una semana tras otra, realiza decenas de designaciones para los partidos de todas las categorías, incluidas las divisiones inferiores. Además, este ex referí que trabaja junto a profesores como Arturo Ithurralde, Manuel Velarde y Juan Bava, conduce una entidad similar que depende del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
–¿Cuál es, para usted, el nivel con que finalizaron los árbitros el año que acaba de irse?
–Diría que de normal, tirando a bueno. No digo muy bueno. Yo recuerdo que, en otras épocas, el arbitraje era más permisivo. Los partidos se desnaturalizaban. Y en ese cambio influyeron la televisión y lo que aportó la FIFA.
–¿Y cómo es el nivel de los jueces de línea?
–Con el plantel de jueces internacionales estamos muy conformes. Ahí sí debo poner énfasis en que son muy buenos. Me parece que tenemos mejores asistentes que árbitros.
–¿No cree que, desde el retiro de Javier Castrilli, los árbitros no son tan severos con la penalización de las faltas?
–Mire, sin entrar en el detalle de los nombres, cuando vemos las estadísticas, éstas son alarmantes. Aumentaron las sanciones, así que no se hace la vista gorda ante las infracciones. Deberíamos hablar de desviar la mirada si nos fuésemos debajo de los cuatro amonestados por partido.
–Se habla demasiado de la presión que pesa sobre los jugadores y directores técnicos. ¿De qué modo afecta ella a los árbitros?
–La presión en todas las épocas fue importantísima. Y se refleja en que están obligados a acertar. Nosotros debemos detenernos en los porqués. ¿Por qué no vio la acción? ¿Por qué está tapado? ¿Por qué es una tendencia de parte del juez? Así vamos a mejorar sus rendimientos. Nosotros no tenemos árbitros acusados de cambiar los resultados, pero sí árbitros que, como en todo el mundo, se pueden equivocar.
–¿Trabajan con psicólogos para mejorar sus rendimientos?
–Nosotros conversamos con los psicólogos pese a que, en el fútbol, no son aceptados como tales. No está mal aprovechar su experiencia para analizar todo tipo de conductas. Hoy se debe estudiar hasta el modo en que se le va a mostrar una tarjeta al jugador. Debe ser algo natural para que el infractor no se sienta agredido.
–¿Cuál fue la mejor época del arbitraje argentino?
–Es una cuestión de gustos. Cada uno de nosotros puede tener su opinión y me parece que en la actualidad hay árbitros respetables. En otra época se hablaba de cosas que no eran tan buenas.
–¿Usted quiere decir que antes había corrupción y ahora no, por lo que esto hablaría mejor de los jueces actuales?
–No, no es eso. Simplemente digo que, con aquello de todo tiempo pasado fue mejor, cometemos una gran injusticia con estos muchachos a los que cada día se les exigen más cosas, se les baja la edad para poder arbitrar y se les toman tests físicos más difíciles.
–¿Qué opina de las tan discutidas recusaciones?
–A la Escuela no nos llegan esos temas. Hace diez años que estoy en la función y nunca nadie ha venido a decirme “mándeme a tal árbitro o a tal otro”. Pese a ello, no podemos hacernos los distraídos con determinadas cuestiones. A veces no se puede enviar a un referí a una cancha o exponerlo a una situación violenta. Si hasta la FIFA lo propone, que no está de acuerdo con los sorteos y aconsejó designar a los jueces de acuerdo con la categoría de cada partido. Hay una circular, la 763, que así lo sugiere.

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