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Domingo, 19 de febrero de 2006

NOTA DE TAPA

La verdadera tierra

Una cosa lleva a la otra: el estreno de la película de Ang Lee llevó a la publicación urgente del volumen de relatos que incluye la historia original de Brokeback Mountain (Siglo XXI). Pero apenas unos meses atrás apareció en la Argentina la última novela de Annie Proulx, Un as en la manga (Tusquets). Ambos, libros que la propia autora relaciona entre sí: uno vendría a ser el alivio del otro. Radar presenta un perfil de la autora, que incluye una breve entrevista y una lectura de las historias que se esconden detrás de la película tantas veces nominada al Oscar.

 Por Martín Pérez

Apenas se accede a la modesta y casi minimalista página de Internet de Annie Proulx, lo primero que ocupa la pantalla es una amplia panorámica en blanco y negro, bastante oscura, de un clásico desierto del oeste norteamericano. Arriba de la foto se ofrece el acceso a una biografía, a las noticias y demás clásicos de toda página web. Pero la enumeración incluye un apartado que se distingue claramente, titulado Sobre Brokeback Mountain. Cliqueando sobre ese título, se pasa a una página tan sobria como todo el site, en el que unas líneas que –según todo indica– son de la autoría de la propia Proulx, explican la razón por la cual la escritora ha decidido desde diciembre del año pasado no conceder más entrevistas vinculadas al cuento que inspiró la película que, para consumo local, se tradujo con el algo remilgado título de Secreto en la montaña. “Lo lamento muchísimo, pero la demanda de entrevistas me ha abrumado”, escribe Proulx. “Lamento defraudar a alguien, pero ya no puedo seguir descuidando mi trabajo habitual como escritora.”

A continuación, la autora recomienda fuentes para facilitarles el trabajo a quienes pretendan escribir sobre ella y acerca del cuento sin la necesidad de contestar personalmente ninguna pregunta, y responde una lista de preguntas frecuentes: ¿de dónde vino la historia?, ¿está basada en personajes reales?, ¿cuánto tardó en escribirla?, ¿qué sintió al ver la película? Incluso recomienda una entrevista publicada seis años atrás en The Missouri Review. Pero advierte: “Hay una mentira en esa entrevista, cuando dije que nunca me había enamorado de ninguno de mis personajes. Porque pienso que me enamoré tanto de Jack como de Ennis, o sentí por ellos algún otro sentimiento o conexión tan fuerte, que persistió por ocho años, desde que la historia fue escrita”.

La mayor de cinco hermanas, Proulx nació en 1935 en Connecticut, y se casó en tres oportunidades antes de descubrir, luego de una última separación amistosa, que –tal como ella misma lo asegura– no estaba hecha para el matrimonio. Al abandonar la universidad, supo ganarse la vida escribiendo artículos de manera freelance. El clima, las manzanas, los ratones, la sidra y la lechuga fueron, entre otras cosas, sus temas antes de dedicarse a la ficción. Publicó su primer libro de cuentos recién a los 52 años, después de haber criado cuatro hijos, pero desde entonces ha ganado varios premios, entre ellos el Pulitzer por su novela Atando cabos (1993), llevada al cine en 2001 con dirección de Lasse Hallström, y protagonizada nada menos que por Kevin Spacey, Julianne Moore y Judi Dench. Aun así, experimentada y segura de sí misma tanto frente a los medios, la página en blanco e incluso las adaptaciones al séptimo arte, Proulx confiesa haber sido superada por la popularidad que le acarrea ser la responsable de la historia en la que está basada la película de Ang Lee. Por eso es que sorprende que, ante la consulta de Radar sobre la posibilidad de enviarle por mail unas preguntas respecto de su novela Un as en la manga (2002), publicada originalmente luego del libro de cuentos que incluye Brokeback Mountain pero distribuida en las librerías porteñas bastante antes del estreno de la película de Lee, Proulx responda casi inmediatamente que sí. “Escribir Brokeback... fue algo demasiado intenso como experiencia”, explica. “Por eso es que, en su momento, escribir Un as en la manga fue un intento de sacarme de la cabeza a los personajes de Jack y Ennis. Había pensado en ellos durante tanto tiempo y con tanta dedicación, que se habían fijado demasiado en mi imaginación. Bob Dollar, el protagonista de Un as en la manga, fue entonces una especie de antídoto para eso. Y lo vuelve a ser ahora.”

Los mil y un oestes

“A finales de marzo, Bob Dollar, un joven de veinticinco años con el pelo rizado, cara de gato, mirada inocente y negrísimas pestañas, se dirigía al este por la autopista 15 del estado de Texas, bordeando el panhandle.” Así es como comienza Un as en la manga, la novela –y el personaje– con los que Annie Proulx intentó exorcizar su obsesión con aquel cuento ambientado en el estado de Wyoming. El panhandle al que se refiere el texto, un término cuya traducción literal es mango de sartén, es un corredor de tierra en el estado de Oklahoma que linda con Texas, Nuevo Mexico, Colorado y Kansas, en el corazón de las Grandes Llanuras. Si los cuentos de Close Range –el volumen donde se publicó Brokeback Mountain– hablan de un ambiente cerrado a pesar de los amplios horizontes, Un as en la manga hace de ese horizonte y esas comunidades cerradas la escenografía para una suerte de Mil y una noches, pero del Oeste. A través de sus páginas, es como si varios Scheherezades hechizaran a Bob Dollar, un joven sin trabajo que ha aceptado el encargo de viajar de incógnito a los perdidos pueblos de esas Grandes Llanuras, a mezclarse con la gente y escuchar sus historias, hasta descubrir terrenos que se puedan comprar para instalar en ellos la condena que el progreso ha destinado a esa olvidada región: granjas industriales de cerdos.

“Es verdad que el protagonista de la novela, en vez de ser un viajante, en un principio iba a ser un reparador de molinos”, concede Annie Proulx. De aquel impulso inicial, en la novela quedó la historia de Ace Crouch, el aprendiz del molinero holandés Habakuk, tomando por asalto varios de sus capítulos. Y también una enorme pieza de molino que aún adorna una de las paredes del rancho de Proulx en Wyoming, tal como lo describe la periodista Aida Edemeriam en un detallado perfil de la escritora publicado por The Guardian. En su obsesión por los molinos, Proulx encontró el anuncio de una universidad en la frontera con México que promocionaba un taller de reparación. Pero cuando llamó para anotarse en el curso, le explicaron que era un aviso que databa de treinta años atrás. “Lo que sucedió fue que no logré encontrar a alguien que se dedicase a reparar molinos y me pudiese explicar en profundidad el trabajo. Por eso cambié de protagonista y elegí a Bob Dollar y el tema de las granjas de cerdos, que era mucho más contemporáneo.”

Según cuenta Edemeriam en su perfil, durante los tres años en los que Annie Proulx estuvo recorriendo los estados del panhandle para documentarse en los temas de lo que luego sería su novela, un equipo de la BBC estuvo filmando su trabajo. A ellos, asegura la periodista, Proulx les habría confesado que el trabajo de documentarse fue tan arduo, que no escribiría una novela nunca más. “No recuerdo haber dicho que no escribiría nunca más una novela”, responde lacónicamente Proulx. Y agrega, contundente: “Por supuesto que seguiré escribiendo novelas”. Sin embargo, es verdad que las subtramas y las pequeñas historias recuperadas de Proulx parecen derramarse sobre Un as en la manga, dominando la novela –y la historia de Bob Dollar– por capítulos enteros, como si esa documentación profusa tomase decididamente el timón de una narración que por momentos parece perder el rumbo festivamente.

algo mas que un as

“Cuando Graham Greene decía que algunos de sus libros eran sólo entretenimiento, yo siempre pensaba que eso significaba que aquellas novelas eran simplemente entretenidas. Pero tal vez no tanto para sus lectores, sino para el propio Greene mientras las estaba escribiendo. De alguna manera, este libro fue un entretenimiento para mí y el uso del humor permitió que me fuese más fácil escribir sobre algunos temas difíciles”, explicó Proulx en una entrevista realizada cuatro años atrás, cuando se publicó originalmente Un as en la manga. No cabe duda de que, efectivamente, se entretuvo escribiendo tanto la historia de Bob Dollar como la de su compinche Orlando. Casi como unos deformes antiHolden Caulfield e Ignatius Reilly (sendos protagonistas de El guardián en el centeno y La conjura de los necios), Bob y Orlando recorren una adolescencia de películas clase Z hasta desaparecer súbitamente de la trama, con Dollar perdiéndose solitario en el panhandle y sus historias. Pero lo que más debe de haber ‘entretenido’ a Proulx es ese momento en que las viejas historias de la zona se apropian de la trama. “Soy una gran admiradora de los que confían en sí mismos, y del mundo natural y de la gente que sabe llevarse bien con él”, dice Proulx, que describe con llamativo cariño en su novela un mundo en el que se escuchan casi exclusivamente cantos de iglesia, donde lo diferente es visto casi como un crimen y donde una viejecita puede llegar a manifestar sus respetos por el Ku Klux Klan de una manera en que semejante afirmación casi parece atinada. Cuando se le menciona este curioso logro, Proulx es casi doctrinal en su respuesta: “Al escribir sobre una región es importante retratar a sus residentes y personajes que viven ahí de la manera más certera históricamente, y no denunciarlos por sus creencias y actitudes. Más importante es explorar, lo más que se pueda, por qué es que piensan así y creen lo que creen”.

Cuando fue editada originalmente, Un as en la manga no recibió las mejores críticas. Aún hoy, sigue siendo citada más como uno de los fracasos antes que uno de los logros de la carrera de Proulx. Pero es innegable que, especialmente luego de recorrer, tanto en la película como en los cuentos, las asfixiantes historias de Jack Twist, Ennis del Mar y demás protagonistas, las apariciones de Bob Dollar y Orlando en medio del panhandle y sus desclasados se leen más como una comedia antes que un drama, aunque los mismos ingredientes sobrevuelen ambas historias. Y se trata de una comedia necesaria, además. “Nunca leo las reseñas de mis libros, así que no puedo decir si me afectaron las opiniones sobre Un as en la manga”, asegura la lacónica Proulx antes de dar por terminada la entrevista y no admitir repreguntas porque “debe dedicarse a su trabajo de escritora”. Semejante excusa final parece darle la razón a Mark Jenkis, un colega que vive en la zona, citado en el perfil publicado por The Guardian: “A Annie le gusta jugar al personaje del Gran Escritor norteamericano”. Hay que conceder que no sólo se trata de un personaje, sino que su obra puede reclamar legítimamente semejante lugar.

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