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Domingo, 15 de agosto de 2010

SANTA FE › NUEVOS TESTIMONIOS DEL HORROR QUE EN LA DICTADURA SEMBRARON EN EL CORDóN INDUSTRIAL, CERVERA, MADERNA Y RODRíGUEZ.

"Mataban a la gente a mi lado para meterme miedo"

El que habla -por primera vez- es Luis Lapisonde, ex detenido que declaró ante la fiscal Mabel Colalongo en el marco de la causa abierta por el funcionamiento del Batallón de Arsenales de Beltrán, como centro clandestino de detención.

 Por José Maggi

Han pasado 34 años para Luis Lapisonde de aquel julio de 1976 cuando un grupo armado lo fue a buscar de madrugada a su casa de Fray Luis Beltrán, para luego llevarlo al Batallón de Arsenales donde fue torturado durante más de cuatro semanas. Sin embargo es la primera vez que accede a contarlo frente a un medio de prensa, luego de que el máximo responsable de esa unidad militar, el coronel Rubén Osvaldo Cervera, fuera arrestado e investigado por el secuestro,las torturas y la desaparición de un numeroso grupo de militantes políticos, entre otros de la columna "Sabino Navarro".

El segundo a cargo de la unidad militar era el capitán Horacio Maderna, quien acompañó a Cervera a la intendencia de San Lorenzo el día posterior al golpe del 24 de marzo. El trío de impresentables se completaba por Pedro "Pili" Rodríguez, quien oficiaba de abogado de la intendencia. Es decir que los dos militares tuvieron un poder plenipotenciario desde el día del golpe: Ocuparon por la fuerza el gobierno del principal municipio del cordón industrial y condujeron los destinos del Batallón de Arsenales de Fray Luis Beltrán. Lo curioso es que se sospecha que dentro de la unidad militar estuvo detenido y torturado hasta morir Roberto "Potongo" Camuglia, un reconocido dirigente sindical del gremio de los aceiteros, desaparecido durante la última dictadura. Un gremio que tuvo y tiene como abogado a Pedro "Pili" Rodríguez y que fuera recientemente defendido por el secretario de los aceiteros Pablo Reguera cuando el "Espacio Memoria, Verdad y Justicia" del cordón industrial, logró que el cuerpo de ediles de San Lorenzo rechazara su asunción en el cuerpo deliberativo. De ese grupo participa María Soledad Chiodín.

Pero más curioso aún en esta historia es que el mismo juez federal que investiga las desapariciones del Batallón de Arsenales Fray Luis Beltrán, es decir Marcelo Bailaque, se haya tomado el tiempo suficiente para instruir un voluminoso expediente en el que el capitan Maderna acusara por falso testimonio a Edilio "Didi" Quiroga. Maderna adujo que Quiroga mintió cuando dijo que lo habían despedido de su cargo en el municipio de San Lorenzo después del golpe, cuando su contrato fue renovado por dos o tres meses más para después finalmente decir que no era indispensable.

Resulta más que curioso además que la testigo haya sido en esta causa María Soledad Chiodín, quien por orden de Bailaque fue llevada a declarar por la fuerza pública el mismo día en que comenzara el juicio a Díaz Bessone en Rosario.

El expediente por falso testimonio ha insumido tiempo y fondos públicos, distraídos de la causas por las desapariciones en el Batallón. Sin embargo hace dos semanas la fiscal federal Mabel Colalongo fue designada para instruir los casos de terrorismo de Estado donde esté involucrado personal militar y se produjo entonces la indagatoria y detención de Cervera. Días después tuvo lugar la declaración del General Ramón Genaro Díaz Bessone, como máximo jefe militar en el Segundo Cuerpo de Ejército por entonces.

La declaración de Díaz Bessone incluyó capitulos históricos, como el haberlo alojado en un pequeño calabazo de un metro cuadrado, ubicado en la planta baja de los tribunales federales, ante el reclamo airado del anciano militar, quien le reprochó en voz alta a Bailaque que fuera "la última vez" que le hicieran eso. En su diatriba, el ex jefe militar usó una frase más que emblemática: "Nunca más, nunca más" gritaba Díaz Bessone, al tiempo que el juez federal trataba de calmarlo.

El viernes último Luis Lapisonde se sentó frente a la fiscal Mabel Colalongo y profundizo sus dichos acerca del lugar y las condiciones en las que estuvo detenido.

Luis tiene 54 años y sigue viviendo en la misma casa que habitaba el 21 de julio de 1976, a solo tres cuadras del Batallón de Fray Luis Beltrán, y es el único sobreviviente conocido de ese clandestino de detención. "Estoy acá por Chiquito Camuglia para que pueda tener un lugar donde rendirle homenaje a su padre, un lugar donde pueda llevarle flores con sus nietos. Vine por Potongo y por el pibe Di Fiore, con los que estuve detenido", dijo.

La historia de Luis es similar a la de tantos. A los 19 años tenía un hermano que militaba en la Juventud Peronista. "Gracias a Dios me llevaron mí, porque seguro que mi hermano no hubiese vuelto", dice paradójicamente Luis asumiendo su terrible cautiverio como el precio por la vida de su hermano.

Luis era un obrero tal como lo sigue siendo ahora. Sin dudas el trío que asoló el cordón (Cervera Maderna Rodríguez) tendrá la posibilidad de explicar ante la justicia por qué decidieron que eran peligrosos un obrero con una pala en su manos, con su overol manchado y mucha de la liturgia peronista encima. Y podrán explicar entonces porqué desataron el terror sobre ellos y sus líderes sindicales.

En plena madrugada el grupo armado primero cortó la luz de todo el barrio, y violentamente ingresaron con linternas y armas en su manos. La familia de Luis, su padre, sus hermanos y su madre, y vieron cómo se lo llevaban. "Primero me llevan a San Lorenzo donde buscaban a una chica, y después me llevaron al Batallón de Arsenales, estoy seguro, donde me tuvieron cuatro o cinco semanas, y es donde me torturaron. Mataban a la gente al lado mío para meterme miedo, es algo que no puedo describir todas las torturas que nos hicieron. Había gente conocida, como Ramón Di Fiori, como Carroza, como Lina Funes y Potongo Camuglia estaba en el mismo lugar que yo, y sentí cómo los torturaban".

Según Luis "en ese lugar escuché hablar sobre el Comandante" se supone que el jefe militar de la unidad que no es otro que Cervera. Luis confiesa que al declarar "me saqué una mochila enorme de encima, Cristina Carnovale me insistió que lo hiciera, para tener un poco de justicia por lo que me hicieron. Nunca hable del tema ni con mi familia. Era una carga muy pesada que la va alivianando cuando vas hablando. Dios quiera que se haga justicia. Hoy estoy más convencido después de hablar con la fiscal (Colalongo)".

A su lado está escuchando muy atento, Rodolfo Camuglia, el hijo de Potongo, líder sindical de los aceiteros. "Hasta el día de hoy no comprendo lo que le hicieron a mi viejo, que le hagan pagar con la vida a alguien que sólo defendía los derechos del trabajador".

Rodolfo tenía 20 años y jugaba al fútbol en Gimnasia y Esgrima de La Plata. Por esas raras gambetas del destino pudo pasar la última noche con su padre que vivía en Puerto General San Martín, en una humilde vivienda de una sola habitación, donde dormían todos juntos en distintas camas. "Yo estaba visitando a mi familia el martes 20 de julio a las 3 de la mañana, cuando me despertaron los ruidos. Me levanto y me ponen una ametralladora en el pecho y me iluminan la cara con linternas. Eran como diez personas todas armadas. Cuando pregunto qué pasaba me dicen que lo llevaban a la unidad 2 de Rosario, pero nunca me dieron ninguna información. Antes de irse me tiraron en la cama boca abajo y sobre la espalda me pusieron un ropero. Me dijeron que no me moviera porque tenía una bomba encima", relata el hijo de Potongo. "Esa misma noche fui a la comisaría de Puerto General San Martín pero no me quisieron tomar la denuncia", recuerda. "No entiendo por qué le hicieron esto a mi viejo se pregunta si era un tipo incorruptible, era buena persona, peleaba por sus compañeros. Era delegado de Indo, una aceitera que ahora tiene otro nombre La Plata Cereal".

Sin dudas la respuesta la tiene el ex coronel Ruben Osvaldo Cervera, el ex capitán Horacio Maderna, y el ex asesor juridico Pedro Pili Rodríguez. La historia golpea desde hace años en sus puertas. Y ahora también la justicia.

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Camuglia (de perfil) junto a un grupo de militantes, algunos de ellos desaparecidos en la zona del Cordón Industrial.
 
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