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Domingo, 15 de agosto de 2010

CONTRATAPA

El mundo a una noticia por minuto

 Por Gary Vila Ortiz

Tal vez nos quedamos cortos en nuestra apreciación y el mundo, en realidad, marcha a una noticia por segundo. El periodismo se nutre se supone de todo lo que pasa y si bien hay que pensar que es así, lo cierto es que no suele pasarse de la superficie de las cosas y no se llega al fondo de la cuestión. El crecimiento de aquello acerca de lo cual lo suponemos se nos informa es notable, pero si damos en creer que todo eso es lo que llamamos noticias sería bueno poner en claro las cosas. Porque si bien lo que sucede es mucho no todo aquello acerca de lo cual se nos informa es una noticia. De la misma manera que no todos los que dicen informar tienen relación alguna con el periodismo. Dejando de lado el periodismo escrito, el cual nos ofrece, salvo contadas excepciones, una información por día, la radio, y sobre todo la televisión, ofrecen el mismo material informativo durante las 24 horas.

En la mayoría de los casos se trata de repetir hasta el cansancio lo que es prácticamente igual. Con el agravante de que aquello que se tituló como primicia a las siete de la mañana, o en horas de la madrugada, se sigue titulando como primicia veinticuatro horas después. Las mismas escenas, los mismos comentarios, los mismos subtítulos. De vez en cuando se ofrece un comentario al cual deben apoyarlo con las mismas imágenes. En algunos casos se pudiera pensar en una morbosidad carente de escrúpulos: Si fuera una primicia hacerle un reportaje a un cadáver se lo haría pues se carece del mínimo respeto por aquello que afecta a la dignidad del ser humano.

En contadas excepciones se buscan diferentes tomas, se realiza un montaje que es posible pero que no se hace. Pero creemos que ya no hay primicias, que en todo caso no tienen la importancia que alguna vez pudieron tener. El receptor de todo este cúmulo de informaciones es un ser que no tiene alternativas, que debe aceptar su papel de "víctima" pasiva de aquello que se le ofrece. Por cierto que no hay que pensar que de ésta manera se está mejor informado. Todo lo contrario. Se termina posiblemente agotado y lo que es mucho grave sin capacidad, por lo menos para una mayoría, de poder discernir el valor que tiene lo que se le ofrece.

Como en el tango de Discépolo, todo es igual, todo da lo mismo. Por otra parte es difícil comprender qué es en realidad una noticia y que significa en rigor una palabra que ya hemos usado en demasía: Información. También se habla de comunicación lo que no deja de ser una estupenda paradoja: Tenemos no sé cuántas formas de informar, de comunicar, de tratar de esclarecer, pero salvo contadas excepciones eso no ocurre. Más aún, se podría decir, sin exagerar, que se está abusando de tal manera en este trabajo que lo esencial se nos escapa sin dificultad alguna. De tal manera que un verdadero drama se va transformando paulatinamente en algo monocorde que no sólo deja de ser un drama (no para sus protagonistas, claro) sino que quienes incluso en un primer momento se sienten impresionados, terminan por perder toda capacidad de asombro y además de poder hacer una valoración auténtica de tal o cual episodio.

Además que la exactitud (no la objetividad que no es lo mismo) casi siempre puede ponerse en duda. Si hay una buena cantidad de oportunidades en que distintos diarios publican las mismas fotografías (es cierto que en un primer momento no suele haber nada más que una) cuando ocurre algo que debe ser tenido en cuenta de la mejor manera posible, por los distintos canales de televisión se ven pocas diferencias. Y si las hay es en la medida que interesa poner el acento en tal hecho y no en tal otro.

No pretendemos en estas líneas hablar del periodismo de opinión, que en general es el que se hace en los diarios, que por otra parte, si no pueden competir en velocidad para informar sobre algo, pues la esencia de la radio y la televisión es estar en el momento en que algo sucede, si pueden, y deben, poner el acento en informar comentando. En esto no pretendemos objetividad alguna, pues somos de aquellos que no creemos en la objetividad. De hecho no la hay, pues los intereses creados, es decir los grandes intereses económicos que se encuentran detrás de todo o de casi todo, hace que se informe desde un ángulo por lo común tendencioso. Hemos dicho que las opiniones se dan sobre todo en el periodismo escrito. No es que no lo haya en la radio o en la televisión, pero justamente una de sus virtudes, la velocidad, hace que los comentarios, hechos en vivo, no los grabados, adolezca de muchas imposibilidades, pues hay que ir improvisando sobre la marcha. Por cierto que no consideramos periodismo ninguna de esas formas de chismografías baratas que no tienen el menor interés en informar sino en todo lo contrario. Se trata, podría decirse, de un entretenimiento masivo de muy poca calidad (hay alguno que otro momento de excepción) pero en general se privilegia la estupidez, ya de por sí privilegiada.

Hay programas con comentaristas serios en la televisión, pero se encuentran en ocasiones más acotados en el tiempo que el periodista que escribe sabe que tiene un espacio determinado y no más. Hay además lo que se llama el periodismo de investigación. Existe, claro, y en ocasiones es una buena manera de esclarecer las cosas. Pero en general se investiga para llegar a la conclusión que ya se tiene tomada antes de empezar la investigación que sea. Quien escribe estas líneas compartió, durante años, las tres formas de periodismo a qué he hecho referencia. Podía hacerlo porque en general me ocupaba de temas culturales o relacionados con lo que llamamos quehacer cultural, por lo cual no había demasiadas contradicciones.

Digamos que hablar de Flaubert, de la música de Schoenberg, de la poesía de Borges, de la pintura de Paul Klee o del cine de Alain Resnais, no creaba objeciones en los distintos medios donde trabajaba. En realidad era algo que no interesaba demasiado aún cuando con los años las cosas fueron cambiando. En ciertos momentos era difícil que pudiésemos comentar la obra poética de Urondo, los escritos de Walsh, o algunas de las obras de Julio Cortázar. En otros, me estaba prohibido hablar de la música de jazz o leer algunos de los poemas de Wallace Stevens. Algo curioso y lamentable: Había aparecido un libro sobre los cinco dedos, del cual hablé acompañando el comentario con la música que Stravinsky escribió justamente sobre eso: "Los cinco dedos", ocho piezas, muy fáciles, para piano, sobre cinco notas y dedicadas a los niños. Pude hacer el comentario una única vez, pues después se me pidió gentilmente que no lo hiciera más, que se lo consideraba algo subversivo. Fue por ese mismo tiempo en que, otra curiosidad, por la radio oficial no se podía leer página alguna de la "Historia de Rosario" de Juan Alvarez.

Pero estas cuestiones en última instancia personales me han apartado del tema. En un mundo donde aparentemente existe una noticia por minuto es el momento en el cual una gran mayoría se encuentra menos informado que nunca. Sabe, eso sí, todo lo que quieras sobre el deporte, en especial sobre el fútbol, pero sobre las otras cosas siempre anda informado con verdades a medias.

En las últimas semanas hubo algunos hechos que merecieron la atención generalizada del periodismo. Era lógico que así fuera, porque se trataba, sobre todo uno de ellos, de hechos lamentables y en dos de los casos trágicos. Pues bien, como eso acaparó todos los espacios posibles, pudieron escucharse todos los disparates imaginables sobre la aplicación de la justicia, sobre el derecho y sobre la ley. Por cierto que no por parte de tratadistas sino de quienes improvisaban sobre la marcha como si se tratara de maestros del derecho. Y todo esto, en el caso de la televisión, repetido, como ya dijimos, hasta el cansancio.

En realidad si me fui de lo general a lo personal, pasé imprevistamente a la primera persona del singular es porque esto que estoy escribiendo implica la libertad de prensa. El que se pueda decir cualquier cosa en cualquier momento, los mayores disparates y las secuencias más deleznables, implica que existe en plenitud lo que siempre se desea, o por lo menos lo que algunos desean: una absoluta libertad de prensa, la posibilidad de expresarse sin otra censura que aquella que puedan tener los dueños de los medios, incluso aquellos que son portavoces de los intereses del estado.

Pero creer en la libertad de prensa no significa pensar que, en algunos casos, la repetición nociva de un hecho lo va transformando en noticia, en lo que sucede en realidad. Tampoco en las lesiones de la intimidad que se provocan en muchas ocasiones. Tal vez no haya que ver en esto una elección sino simplemente algo que ocurre y continuará ocurriendo. El silencio nunca es mejor, aún cuando lo que pasa con el abuso de lo chabacano y una demostración palpable de la mediocridad pueda cansarnos. En todo caso sería positivo que se lograra establecer un espacio en todos los medios dedicados con seriedad a las cuestiones de la cultura en general. Se dirá que esos espacios existen, y es verdad. Pero en contadas excepciones superan un nivel de medianía y una forma inteligente de saber llegar a esa mayoría que necesita una auténtica educación y no los pobres sustitutos que se le ofrecen.

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