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Lunes, 19 de noviembre de 2012

CULTURA / ESPECTáCULOS › LA úLTIMA PELEA ES Y NO ES UNA PELíCULA DE ARTES MARCIALES

Violencia social convertida en un espectáculo

 Por Leandro Arteaga

"Go to war!" (¡A la guerra!), dice el referí en todos y cada uno de los combates de Sparta, megaencuentro mundial de artes marciales mixtas. Pero para llegar a este punto, así como al momento donde los hermanos habrán de batirse, "ir a la guerra" adquirirá semánticas múltiples, que rebotan entre los personajes, mientras el público -ciudadanía, al fin y al cabo- arenga desde la platea y sus hogares la masacre.

La última pelea es también la historia del padre y dos hijos, separados por el tiempo, el alcohol, Medio Oriente. Distantes todos, con la cifra de los días sin beber con la que el padre (Nick Nolte) mide el tiempo sucedido. A la vez, escucha un Moby Dick recitado que le sirve de salmo bíblico, de ira contenida entre la dualidad supuesta entre Ishmael y Ahab.

Uno de estos hijos (Joel Edgerton), profesor de física, ve su casa peligrar ante la amenaza de los bancos, queda sin empleo, y decanta por la solución que provee Sparta. El otro (Tom Hardy), ha vuelto de la guerra, guarda secretos y misterio, mientras le pide al padre detestado que lo vuelva a entrenar. Si hay afecto, éste descansa allí debajo, bastante alejado de lo que debe suceder primero: golpes, muchos golpes.

Acá lo más interesante: porque La última pelea es y no es una película de box y/o artes marciales. Tiene un parentesco obligado con Operación Dragón así como con Rocky IV. Toca situaciones que el espectador devoto de estos films sabrá reconocer para el disfrute, pero desde un trasfondo que desarma mientras enuncia. Porque si bien hay travesía heroica -contenida desde el título original: Warrior/Guerrero-, ésta sabrá desnudarse de manera trágica, amarga, desde esa habilidad extraña -pero cierta- que el cine norteamericano -a veces- todavía tiene: mirarse críticamente y desde la óptica de los géneros.

Vale decir: hay obviedad de situaciones -el avance dramática de las peleas, el encuentro final/bestial entre hermanos-, pero es éste el cariz que acompaña a relatos similares. Y es por su mirada introspectiva, de relaciones familiares y sociales que se carcomen, que La última pelea se sitúa también de manera próxima al enunciado de otros títulos como La conspiración (2007, Paul Haggis) o Hermanos (2009, Jim Sheridan). Además, está Nick Nolte, que es estupendo y fue nominado al Oscar por su caracterización.

Los gritos de furor crecen con la progresión; sobre todo los que son de compañía "a la victoria" porque, a no olvidar, se trata de ir a la guerra. No importa que el protagonista sea un docente o un ex﷓marine, es más, poco se valida a uno o a otro como no sea desde el costado más bestial. Cámaras de televisión, estudiantes y superiores, coincidirán en esto, mientras corean a "espartanos" financiados por un megaempresario. Planteo no muy lejano, también, del que ya presentara "distópicamente" Rollerball (1975).

Un paralelo griego, de filosofía roída, es lo que queda ante el deslumbrante show de carnicería con el que los televisores disparan, con el que los ciudadanos vociferan, que los grupos económicos inspiran.

La última pelea. 7 (siete) puntos.

(Warrior)

EE.UU., 2011

Dirección: Gavin O'Connor.

Guión: Gavin O'Connor, Anthony Tambakis, Cliff Dorfman.

Fotografía: Masanobu Takayanagi.

Música: Mark Isham.

Montaje: Sean Albertson, Matt Chesse, John Gilroy, Aaron Marshall.

Intérpretes: Joel Edgerton, Tom Hardy, Nick Nolte, Jennifer Morrison, Frank Grillo, Kevin Dunn, Maximiliano Hernández.

Duración: 140 minutos.

Sólo disponible en DVD

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