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Jueves, 4 de septiembre de 2014

CULTURA / ESPECTáCULOS › SINGULAR CLIMA LOGRADO POR MICHôD EN EL CAZADOR

Un western de sequedad emocional

El cazador: 8 puntos

(The Rover. Australia/EE.UU., 2014)

Dirección: David Michôd.

Guión: Joel Edgerton, David Michôd.

Música: Antony Partos.

Montaje: Peter Sciberras.

Reparto: Guy Pearce, Robert Pattinson, Scoot McNairy.

Un clima árido, de sequedad emocional, transcurre desde los primeros minutos de El cazador, nuevo film del australiano David Michôd (Reino animal). La parquedad de gestos de su protagonista (Guy Pearce), la tierra y arena calientes de los parajes, la poca presencia humana: apenas algunos rasgos que permiten entrever lo que a la humanidad le ha sucedido diez años después del denominado "Colapso".

Eric (Pearce) persigue con esmero, sin grieta sensible, a los ladrones de su automóvil. Un empecinamiento que hace de El cazador una road movie con rumbo hacia ningún lado. Durante este devenir, que parece trazado desde algún pulso secreto, el vínculo aparece con Rey (Robert Pattinson), hermano malherido de uno de los maleantes. Lo del pulso secreto viene a cuento porque nada sucede sin el reverso que le justifique, pero para ello habrá que ver qué es lo que el destino depara a la pareja forzada.

De esta manera, El cazador es tanto una buddy movie como también un western. Es decir, un cruce de géneros consciente, que tiñe su habilidad de relato apocalíptico, situado en un futuro o pasado cercanos. Lindante con el cine de otros australianos como John Hillcoat (Propuesta de muerte, La carretera) y George Miller (Mad Max), a la vez que de espíritu afín a Un muchacho y su perro, la nouvelle de Harlan Ellison con notables versiones al cine y el cómic (Richard Corben).

En verdad, la calificación de "maleantes" no guarda justicia necesaria con los personajes del film, ya que no hay una oposición clara, que permita distinguirles de tal manera. Ni siquiera cuando durante la travesía desfilen agentes policíacos, mercenarios de un orden por el que matan sin disimulo. Este mundo caído ya no guarda para sí nada que le conmueva, hasta tal punto que mejor será al espectador olvidar rápido que el bueno de Eric no es nada bueno, sino tan desalmado como cualquiera de los demás dementes.

La alteración, igualmente, sobrevendrá. Con ella tendrá que ver Rey, el compañero deshilachado, de equilibrio precario, herido en su sensibilidad, capaz de permitir a su angustia visibilidad. Sus movimientos en vaivén, el hablar entrecortado, las decisiones sorpresivas, hacen de él ﷓-en tanto gran personaje-﷓ el contrapunto de Eric. Por otra parte, asevera también el devenir del intérprete Robert Pattinson de modo relevante, ya alejado del vampiro eunuco de la saga Crepúsculo.

Hay, sí, personas de buena intención. Atentas en su relación con los demás, confiadas en la responsabilidad de su trabajo. Pero nada de ello les garantiza salir ilesos. Todo está podrido y, a no olvidar, de lo que se trata es de recuperar el auto. ¿Por qué? Porque es el último soporte que a Eric parece sostenerlo. Aunque quizá ya tampoco.

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