1947, ¡victoria! Termina nuestra lucha. Tenemos en la mano la ley que nos declara seres humanos, la ley que establece nuestro derecho al voto en los comicios, iguales a los hombres. ‑¿Ustedes? ¿Votar como nosotros?‑ se espantan los maridos. Ya lo dijo Engels: "la propiedad privada genera este modelo de familia que convierte a la mujer en una posesión más del hombre", pues ahora, a romper las cadenas y votar. No seremos pedazos, sino argentinas enteras: basta de reducirnos a apéndices del jefe de familia.

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Pero ¿diputada yo, Seferina Rodríguez? ¿Yo, que vivo en un pueblo cordillerano de Salta, con mi marido peón y mis siete hijos? Diariamente bordeo las montañas a lomo de burro para avisarles a las mujeres lo que hay que hacer para que emitan su voto, charlo con las vecinas, les explico esta cuestión del censo, que deben ocuparse de obtener la libreta cívica, empadronarse para las elecciones de 1951. Informarles, y recibir la cotidiana bienvenida de sus maridos: ‑no aparezcas más por aquí, Seferina, no molestés. Andate a cocinar.

Lo que nunca pensé fue que "Ella" me mandara a buscar, de Salta a Buenos Aires y me abriera la entrada a su mundo. Nada menos que "Ella". Eva. Su abrazo. Me señala el asiento, se acomoda a mi lado, "charlemos", dice. De igual a igual. Y ahí descorre el telón de su propuesta: -‑quisiera que te presentes como candidata a diputada por tu provincia. -‑¿Yo, señora? No tengo estudios para un cargo así. Y Eva que me contesta: .-‑Seferina, lo que necesita el país es gente leal y trabajadora‑.Y ahí comienza esta ruta que podrá desembocarme en el Congreso.

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Somos las pateadas, viajamos por los pueblos, recorremos las calles, trotando todo el día, rancho por rancho, puerta a puerta, y entregamos el regalo: -‑Tenés que figurar en el censo, enrolarte y podrás votar. Votar por primera vez. Y a festejar.

Hay que contar a cada mujer del país, una por una, en puebluchos y ciudades, enterarnos de cuántas somos las "nosotras". Anotarlas en los registros. Que no nos falte ninguna. Ninguna.

Y organizamos. Con las vecinas creamos en cada cuadra unidades básicas para capacitación política y clases de alfabetización.

Ya es noviembre de 1951. En mi caso, (Nélida de Miguel), también colaboro con este proyecto del voto; trabajo junto a Eva codo a codo. Aquí, luego en La Rioja y en Tucumán. Nos trasladamos con camiones del Ejército para hacer lo que corresponda en cada lugar.

Dos son las dificultades con que mayormente tropezamos: el miedo de muchas a lo desconocido que es la política y la oposición de los esposos a que ellas debuten en el acto cívico del sufragio: A anclarse en esclavas de casa, nada de convertirse en ciudadanas.

Se me llenan los ojos de lágrimas porque estos maridos (muchos, golpeadores) se inmiscuyen y te echan como a un perro. Hay que espiar. Volver cuando no se hallan en las viviendas. Tenemos, tenemos que relevarlas y anotar cuántas habitamos la nación y dónde se encuentra cada una. Dejaremos el pellejo para que la que decida votar, vote.

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Desde la otra punta del mundo, Ushuaia, me anudo al resto del tejido que cubre la Argentina entera. Me llamo Esther Fadul, y puesto que Tierra del Fuego no alcanza la categoría de provincia sino apenas de Territorio nacional, mi candidatura no podrá ser para diputada sino a Delegada en la Cámara del Congreso. Debemos lograr que se repare esa discriminación. Me propongo batallar por eso y por reparar otra injusticia: promoveré una ley de jubilación para las congéneres a las que absorben, sin horarios ni licencias, las tareas hogareñas. A ponerle el pecho a esta larga marcha inacabable.

Y llegamos a destino. Entonces, el abrazo de las veintiséis mujeres que ocuparemos bancas en este edificio tabú para nosotras hasta este momento en que somos lo que somos, por fin, iguales. Abrimos las puertas de la Cámara de Diputados. Entramos.

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Referencias:

*La nota se basa en testimonios reales.

El 23 de septiembre de 1947 se promulgó la ley 13010 del voto femenino

El artículo 3° establecía que "para la mujer regirá la misma ley electoral que para el hombre, debiéndosele dar su libreta cívica correspondiente como documento de identidad indispensable para todos los actos cívicos y electorales". Y el artículo 4° otorgaba al Poder Ejecutivo un plazo de dieciocho meses para proceder a empadronar, confeccionar e imprimir el padrón electoral femenino de la Nación, pero se autorizaba ampliar este plazo en seis meses más, dada la complejidad de la tarea.

*Las primeras diputadas del país fueron: Delia Parodi. Judith Elida Acuña (Corrientes). Seferina Rodríguez y Generosa D. Aguilar (Salta).

Magdalena Álvarez, María Elena Casuccio, Francisca Ana Flores, Zulema Noemí Pracánico,  Celina E. Rodríguez, Carmen Salaber (Buenos Aires). Celia Argumedo (Mendoza). Josefa Biondi, Isabel A. Torterola, Josefa D. Brigada (Santa Fe). María C. Caviglia (Entre Ríos). Angélica Esperanza Dacunda (Corrientes). Juana Alicia Espejo, Matilde Gaeta y Ana Carmen Macri (por Capital Federal). Dominga Ortiz, Mafalda Piovano (Santiago del Estero). María Urbelina Tejada (San Juan). Otilia Villa Maciel (Tucumán). Y en elecciones parlamentarias complementarias, dos diputadas por las nuevas provincias creadas ínterin: Paulina Escardo (Chubut) y Silvia Obdulia Alvaredo (La Pampa).

Las  delegadas al Congreso Nacional elegidas por los territorios nacionales: Elena Aída Fernicola (Misiones), Esther "Mercedes" Fadul (Tierra del Fuego) y Josefa Miguel Tubio (La Pampa). En el Senado ingresaron 6 mujeres.

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