El presidente Mauricio Macri remozó su agenda en dos tópicos resonantes: la legalización del aborto y la ofensiva contra los empresarios industriales. Los virajes, premeditados y sorpresivos, pueden inducir a dos simplismos, empobrecedores por esencia.  

 El primero es dar por descontado que la destreza del emisor garantiza el resultado apetecido. Los receptores, la sociedad civil para simplificar, funcionarían como un conjunto homogéneo de perros de Pavlov. Las interpelaciones llegan a destino, se aceptan los embustes, “todos” hablan de lo que el gobierno quiere.  Y olvidan-postergan lo que quiere ocultar.

 El  duranbarbismo extremo es contagioso: aqueja a propios o ajenos. Ante una sociedad plural y demandante, constituye un exceso creer en la infalibilidad de los mensajes, negar de plano la capacidad de decodificar de los ciudadanos, que no son un cuerpo homogéneo, carente de intereses, dócil a los estímulos.

  Clavar la mirada solo en la sinceridad de las propuestas… he ahí otro error posible. Es clave corroborar si la interpelación “funciona”, si alcanza su objetivo.    

 Las tácticas del Gobierno ameritan una lectura atenta y prevenida, porque maneja bien las herramientas y, last but not least, también domina los fierros del Estado.

  La jugada dual evoca a la reacción de Macri de volea, tras el desenlace inesperado del ballotage en la Ciudad Autónoma. Horacio Rodríguez Larreta llegó a la Jefatura de Gobierno aunque por margen estrecho frente al diputado Martín Lousteau. Macri se “peronizó” en un par de horas, comprometió continuidades de políticas kirchneristas, desde “los planes sociales” hasta el Fútbol para Todos. Macaneó de lo lindo, lo sabemos, pero para esta columna importa más que recuperó (o conservó) credibilidad.

 Claro que el challenger electoral cuenta con espacio generoso para divagar. En cambio, quien gestiona es confrontado con sus realizaciones. El llano es una galaxia, la Casa Rosada otra.

 De cualquier manera, los movimientos justifican una lectura atenta, antes que un diagnóstico aventurado sobre el resultado final… si tal cosa existe en la historia.

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Abrir la puerta: Nadie esperaba que Macri abriera o entornara la puerta al debate parlamentario sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Deben existir contadísimos ejemplos en la experiencia comparada de un oficialismo que facilita que avance un proyecto de ley cuyo rechazo desea. Este escriba no da con ninguna, acepta-pide ayuda de los lectores.   

 Cualquiera afloja ante fuerzas irresistibles: retrocede, otorga, renuncia en el extremo. En la contingencia, sobraba oxígeno para mantener la pasividad oficial ante el proyecto IVE. Lo hicieron sus precursores en la Casa Rosada y nadie del “palo” le pedía tamaña innovación.

  El proyecto de ley entró al Congreso por prepotencia de trabajo militante del movimiento de mujeres, una construcción colectiva que no pide permiso cuando clama por sus derechos. Macri tomó nota. Ante el hecho consumado, sale del manual, practica una jugada heterodoxa. No lo sería si acompañara la iniciativa o se pusiera a la cabeza como hicieran Raúl Alfonsín respecto del divorcio vincular y Cristina Fernández de Kirchner con el Matrimonio Igualitario. La aprobación conllevaba el éxito propio. El cuadro actual es más enrevesado.

 Para las impulsoras de la propuesta se abre una oportunidad, en búsqueda de objetivos antagónicos a los de Cambiemos. Mucho de lo sucedido favorece el debate, incluso que haya legisladores y funcionarios del Gabinete que se pronuncian a favor de la IVE.

El entredicho inevitable con la jerarquía de la Iglesia Católica es otro riesgo que toma Macri y un aliciente para quienes cuestionan el abuso del lobby eclesiástico para imponer sus criterios a la ciudadanía en pleno.

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 A contar y sumar: Hoy en día, tal vez podría conseguirse la media sanción en Diputados si prosiguen las movilizaciones y la capacidad persuasiva de las feministas.  Los votos todavía no alcanzan pero hay terreno para ganar, el antecedente del Matrimonio Igualitario alecciona y entusiasma.

  Un éxito en el Senado parece quimérico o más espinoso, por expresarlo con optimismo de la voluntad.

 Los procesos de adquisición de derechos se prolongan, acceder al recinto de la Cámara Baja consagraría un logro. Nada tiene comprado el futuro pero la media sanción dejaría a la ley en preembarque para cuando cambie la integración del Congreso…si la próxima elección resta poder y bancas a Cambiemos.

Volvamos al Gobierno, a su agenda soft.

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Las cartas sobre la mesa: Las cartas quedan expuestas sobre la mesa. “Robarle banderas” a la oposición, dejar malparada o sacarle ventaja a Cristina, atraer a una porción de “progresistas” no encuadrados, lanzar una cortina de humo. El aborto roba cámara en virtud de su gravitación y por estar tramitándose ya.

 El itinerario en el Congreso es prolongado y cederá el centro de la escena mediática en los próximos meses.

 La colosal marcha del 8M corrobora que Macri no engrupe a quienes lo enfrentan. Una formidable movilización opositora, no a su figura sino al proyecto de  país.

 La ampliación de la licencia por matrimonio para los varones es auspiciosa sin alterar el creciente cuadro de desigualdad y jaqueo a los derechos de los trabajadores.

  Promover la equiparación de los sueldos de las mujeres simplifica al mango una cuestión compleja… la magia de la propaganda, otra vez. Sinteticemos argumentos conocidos: las mujeres humildes realizan los trabajos con salarios más bajos, el techo de cristal impide prosperar a las más favorecidas. La informalidad discrimina por edades y por género. El capitalismo del siglo XXI es inequitativo por esencia.

In extremis: si el Ejecutivo redacta un proyecto de ley que insinúe atenuar la tendencia, dará ocasión a ir por más, doblar la apuesta. Las puertas entornadas invitan a irrumpir y hacerse valer.

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Sueños de un seductor: La apuesta más arriesgada del presidente es haberle dado aire a quienes ocupan espacios sin pedir ni precisar su ayuda. La proverbial capacidad de “hacer agenda” de la sociedad argentina puede depararle una sorpresa.

  El desenlace más propicio para el Gobierno sería que el proyecto IVE perdiera estado parlamentario, por no congregar los votos necesarios. Macri conservaría el favor del núcleo duro de sus adherentes que transigen con la “demagogia populista” si las concesiones no alteran el rumbo elegido.

 Aunque Macri “juega para perder” desató la bronca de la jerarquía de la Iglesia Católica y de la derecha más rancia. La memoria de los purpurados es larga y los reproches por la insensibilidad social están a mano. Si la IVE no es aprobada, la dinámica parlamentaria diferirá una nueva oportunidad hasta diciembre de 2019. Una tregua tensa con la Iglesia Católica sería el horizonte más factible.

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Recalculando:  Al enriquecer el relato, el macrismo procura desplazarse al centro, desandando (un poco) el camino emprendido desde la victoria en las elecciones parlamentarias.

  Los opositores deberían prevenirse de la maniobra, en particular los peronistas que propugnan que “hay 2019”.

 La experiencia comprueba que los oficialismos pierden vigor cuando vuelven al útero, se abroquelan en su 20 o 25 por ciento de fierro. Si se soporta un malón de neologismos: cuando se alfonsinizan, se menemizan, se kirchnerizan o se macrizan.

  Las coaliciones oficialistas son, en proporciones y composiciones variadas, transversales y policlasistas. No hay manera de acceder al 40 o 45 o 50 por ciento del padrón nacional sin esos ingredientes.

 La saga del kirchnerismo es instructiva: ganó cuando engrosó al justicialismo con la transversalidad o la Concertación Plural. Perdió cuando, suponiendo conquistado el 54 por ciento, se abroqueló en la fuerza propia, se alejó de aliados o compañeros de ruta. Jugó doble contra sencillo en un sinfín de conflictos sin conseguir masa crítica para imponerse.

 Macri calculó que el rotundo éxito en las urnas lo habilitaba a endurecerse o sacarse maquillaje, extremando el programa de derecha. Confió en arrastrar a los gobernadores opositores o a la CGT apoyado en un combo de legitimidad electoral, regateos económicos o presiones con la colaboración inestimable del Poder Judicial.

  Las resistencias –rotundas en la calle y tenues en otros ámbitos– mellaron el poder del Gobierno y la aceptación medida en encuestas o sensación térmica.

 La Reforma jubilatoria salió con fórceps y una derrota rotunda en la opinión pública. Una victoria pírrica o muy costosa, el tiempo dirá.

La voz de orden resuena en Balcarce 50: recalculando. Con las barbas en remojo, el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) más grande del mundo, que se descontaba impuesto de prepo, fue reconvertido en proyectos de ley, sujetos a tratativas y negociaciones.

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La UIA está Cabrera: El regreso al soft power, al discurso zen justifica la sospecha. Sin resignarla, sería fatuo ignorar el cambio de táctica de un oficialismo fuerte.  El punto no es su hipocresía sino la potencial penetración del discurso.

 Claro que la reconversión narrativa topa con límites fijados por el mismísimo proyecto macrista. El pluralismo, el pacifismo, los modales ecuménicos colisionan con la política económica y con la represiva.

El Gobierno escaló la confrontación ante los reclamos tibios de los industriales que están con el agua al cuello. El ministro de Producción, Francisco Cabrera, arrojó la primera piedra. Basta de llorar, predicó como un pastor electrónico. Macri le dio un espaldarazo.

Cuadros de la Unión Industrial Argentina (UIA) cantaron retruco, en voz casi inaudible.

El juez federal Luis Rodríguez ordenó la detención del empresario Juan Carlos Lascurain, ex presidente de la UIA. Al apresar a Lascurain sin condena ni procesamiento, la barbarie judicial atravesó una nueva frontera. Hasta entonces, el abuso de la prisión sin condena recaía sobre ex funcionarios o empresarios “K”, gremialistas y militantes sociales. Como en el apólogo atribuido a Bertold Brecht, el empresariado histórico se sumó a la nómina. Antagonizar con el gobierno puede resultar muy gravoso.

 Durante unas horas este cronista realizó una encuesta informal “de parado” entre lo que se podría llamar “líderes de opinión”. Casi todos pensaban-temían que Lascurain pudiera quedar encarcelado un largo lapso. El desborde autoritario se asume como probable porque proliferan situaciones análogas.

 Lascurain fue excarcelado bajo fianza, con el alivio subsiguiente.  Los devotos de la casualidad permanente argüirán que solo la simultaneidad vincula a la polémica de “Pancho” Cabrera (con el espaldarazo explícito de Macri) versus la dirigencia industrial y el avasallamiento de derechos de un empresario relevante. Cuesta admitir tantas coincidencias, que no son excepciones.

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In crescendo: La represión crece y se multiplica: el número de dirigentes opositores privados de la libertad sin condena se multiplicó en 2017. Otro tanto el de detenidos, muertos o heridos graves en episodios de represión a la protesta social.

Por ahora, sumando muertos, heridos y encarcelamientos ilegales el oficialismo supera a cualquier gobierno surgido desde 1983. La magnitud de las diferencias las torna cualitativas.

 Debe mencionarse otro alivio transitorio. Las dos movilizaciones masivas más recientes (acto de sindicatos y movimientos sociales en la 9 de julio, 8M) marcaron una pausa. Cero represión, asueto para los servicios que se infiltran.

 Media asimismo el aprendizaje de los organizadores para controlar a sus bases y estar atentos a las provocaciones.

En el caso del 8M buena parte del efecto de la movida discursiva de Macri se hubiera diluido si los uniformados apaleaban y encanaban manifestantes como el año pasado.

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En sentido contrario: Las dos novedades de la semana marchan en sentidos opuestos. El oficialismo amplía el universo de adversarios a los que coloca bajo la mira de Comodoro Py.

Por otro lado, habilita “el diálogo”.

 Hasta hoy, capitaliza una ventaja comparativa, señalada con agudeza por el sociólogo Daniel Rosso. Macri no paga costos políticos por contradecirse, algo lo blinda contra lo que fue el karma de otros protagonistas:  perder favor popular por haber caído en el doble discurso.

   

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Las aguas bajan turbias: En pleno estreno de la agenda soft, la economía viene hard. Estancada, la deuda externa creciendo, el déficit exorbitante, la inflación indomable… el modelo solo capta divisas mediante el crédito internacional que se encarece y las exportaciones agropecuarias perjudicadas por la sequía. El devenir de la economía depende de la Reserva Federal y del régimen pluvial en la zona núcleo.

  Río Turbio es una postal de la economía política macrista en 2018. Conjuga cierres de establecimientos productivos que desmantelan economías locales de ciudades enteras, despidos masivos en sector público. Los sindicatos y los trabajadores rasos reclaman derechos básicos, la contestación es enviar gendarmes. El intendente acompaña la enérgica protesta de laburantes y vecinos: marche preso, literalmente.

  Macri exhibe buenos modales, “abre el diálogo maduro” y al mismo tiempo siembra vientos de fronda. El vuelco retórico al centro es, en el acotado marco de lo agible, un esfuerzo para bajar la temperatura ambiente. El problema es que el modelo y el uso ilegal de la violencia del estado la aumentan.

 Cerramos regresando al principio. Un padre de la sociología enseñó que los hechos políticos pueden producir derivaciones distintas a las pensadas originariamente. Siempre es preciso recordar las intenciones pero importa más ocuparse de las consecuencias.

Macri abre un juego cuyo resultado ignora. La audacia trasunta que está preocupado por cómo le está yendo.

  Muchos adversarios participan, ellas y ellos también juegan. Hasta se propone una una consulta popular. Quién sabe, esa salida pudo haber sido impulsada por la oposición política, menos vivaz que la revuelta social (el 8M por antonomasia) y con dificultades para convocar a los no convencidos, indiferentes o no encuadrados.

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