Asuntos pendientes fue la última obra de Eduardo “Tato” Pavlovsky como autor y actor. Pero antes de su muerte estaba preparando otra con Eduardo Misch, quien fuera su asistente durante muchos años. Se trataba de “una obra de bar” que reunía más de quince textos del dramaturgo, de distintas épocas. Tanto textos dramáticos como artículos, editados e inéditos. A poco más de dos años de su fallecimiento, su mujer Susy Evans y Misch decidieron retomar aquella propuesta inconclusa, con el nombre de En fin y con el formato de lectura. “Lo hemos rescatado. Lo que más me gusta de esta obra es que es el final de Tato. Después de esto, muere. No va a escribir más. Y es Tato puro”, asegura Evans.

Mientras Asuntos pendientes estaba en la cartelera del Centro Cultural de la Cooperación –Misch y Evans actuaban también–, el dramaturgo y su asistente cocinaban “una futura obra de bar”. “Cada tanto en la semana nos metíamos con esto. Salíamos a caminar, hablábamos de un texto u otro. La puesta inicial sucedía en un café. Era una mesa sobre una calesita giratoria, que iba a ir dando vueltas, como una especie de reloj. Nos proyectábamos nosotros dos, pero imaginábamos invitados entrando y saliendo de la mesa. Le entusiasmaba a Tato la idea. Pero él no tenía mucha imaginación en relación a la escenografía”, recuerda Misch. “Ninguna. Para Tato, la escenografía era el cuerpo”, sugiere Evans.

Como la obra que iba a hacer con su amigo Norman Briski sobre la figura de Stalin, el proyecto quedó inconcluso a raíz de la muerte de Pavlovsky en octubre de 2015. Y a Evans y Misch no les fue fácil retomarlo. Ella convivió con él durante 33 años. Psicóloga, comenzó a dedicarse a la actuación a mediados de los ochenta, en Potestad, y luego sólo trabajó en obras escritas por Tato. Misch fue asistente y secretario suyo desde 1999, aparte de actuar en muchas de sus obras y de fundar un grupo apadrinado por el psicoanalista. En el último tiempo solía verlo tres veces por semana. “Fue difícil para los dos superar todos los momentos. El fue un motor”, dice el actor. “Lo extraño como loca. Todavía me tengo que cuidar de todo lo que tiene que ver con él, porque me angustia demasiado. Lo hemos rescatado, gracias a Eduardo. Yo estoy en el momento del carreteo, no he despegado en lo más mínimo. Pero esto me ayuda. Es importante retomarlo a Tato desde lo más potente que tuvo, en sentido spinoziano: tenía, siempre, unas ganas de decir fantásticas”, lo recuerda Evans.

La producción de Tato para la obra quedó dividida en dos partes. Los actores privilegiaron, para esta lectura, la primera, que incluye textos inéditos y fragmentos de obras editadas y estrenadas como Sólo brumas, La muerte de Marguerite Duras y Somos. También de Dirección contraria, su única novela, que Misch llevó a escena. En fin –cuyo subtítulo es “hablemos digamos palabras mientras las haya”– tuvo sus primeras funciones en noviembre pasado en el consultorio del dramaturgo fallecido, para amigos y conocidos. Ahora se presentará de modo itinerante. La idea de la calesita fue dejada a un lado, y “de casualidad” fue incorporada a la escenografía una estructura cúbica que Misch utilizará en otra obra. “Teníamos una propuesta realista, un living, dos personas leyendo. Acá, en el consultorio, usábamos una alfombrita, dos sillones, veladores… ahora despojamos todo. Queda el esqueleto del cubo, como no lugar, con nosotros adentro”, explica.

Esta es por lo menos la tercera propuesta de lectura vinculada con el autor de El señor Galíndez desde que falleció. Briski y Ricardo Bartís hicieron una selección de textos más bien políticos; y el año pasado, el Cervantes inauguró su temporada con una jornada en la que Pavlovsky fue leído por todos los rincones del teatro. “A los dos nos es bastante sencillo leerlo, porque lo tenemos hecho carne”, remarca Evans. “Toda su obra tiene una enorme intensidad, y esta tiene la intensidad que tenía Tato en la vida. Los textos provocan. No son ‘¿qué tal? ¿cómo estás? ¿tu familia?’. Ahora es todo muy familiar en el teatro”, compara. “Con Tato hablábamos sobre cómo estos textos hacían modificar al espectador. Lo que más nos atrae son las cosas que no se pueden decir. Que chocan, irrumpen, modifican, molestan”, aporta Misch.

Hay un texto especialmente “insoportable”. Es uno de los inéditos, y Evans está segura de que es el último relato que Tato escribió, posiblemente en el sillón en el que ella está ahora sentada, en la casa que compartían. Es la historia de una violación que no ignora “el drama del violador”: “lo que no se sabe de su dolor, ese inmenso sufrimiento”, se lee. Es decir, corre al violador del lugar de monstruo. Lo humaniza. “Yo creía que no iba a poder decir este texto. Tengo una nena de cuatro años y otra de siete, y me parece durísimo”, cuenta Misch. “Ese último relato es Tato puro. El era muy provocativo, sin proponérselo. La temática de la violación no se discute. Y ahora menos. Las feministas nos van a querer matar”, sostiene Evans, y recuerda el enojo inicial de las Abuelas de Plaza de Mayo con Potestad.

“Me dictó el texto del violador de su cuaderno. Estaba escrito a mano. Yo le decía: ‘no lo van a publicar’. Me causaba un inconmensurable pudor. Vergüenza ajena. Tiene algo de la lógica de Potestad. Tato se predisponía a jugar con esas conductas encasilladas como malas. No van a caer todos con la misma ficha en ese texto… Creo que estos textos están como gritados; son como un gran grito de desahogo. Para Tato, el teatro no era entretenimiento. El otro tenía que irse modificado y con más preguntas que respuestas. Hasta ahora, en relación con aquél texto hubo mucho silencio. Y, de hecho, es difícil de decir. Siento que al fijar los ojos en la lectura me estoy protegiendo, o alejándome un poco”, reflexiona Misch.

Momentos extremadamente densos se combinan con pasajes más filosóficos y humor. Otras temáticas que se recorren son el sentido –o el sinsentido– de la vida, la desigualdad social, el amor, la sexualidad. Los terceros domingos de cada mes, hasta junio, el espectáculo se presentará en La Hormiga (Ciudad de la Paz 828, a las 18). Los domingos 1° y el 8 de abril en         Calibán, a las 16 (México 1428). En mayo se lo verá en El Camarín de las Musas.