“El rock solo pide que creas en él, pero en el mundo del consumo hay que pagar lo que se desea. Entonces no hay rock gratis. Los discos te los podés robar, el streaming lo podés escuchar, el video lo ves, no tenés que pagar nada. ¿Querés creer en el rock? Pagá la entrada. No se puede hacer nada más por él.”El 3/6, desde la entrevista central de este suplemento, Adrián Dárgelos discutía cómo todo lo etéreo se solidifica en el mercado.

El reportaje versaba sobre Impuesto de fe, disco registro del audio del show para TV Babasónicos desde adentro, mascarón de un proyecto transmedia que incluyó proyecciones, libros y muestra –y en un plan mayor del grupo, lados B de archivo (Inflame), plan tecno y un inminente disco nuevo–, más una gira anticipada “no como una de Babasónicos” sino como la de “una banda puesta a hacer otra cosa”, según había dicho Roger en aquella nota con todos los babas del núcleo duro (ellos dos, Panza, Tuñón y Dieguito).

Pero su recital en el Teatro Colón, a mediados de noviembre, fue inoculado de cepa babasónica de arranque con la cita del lenguaraz cantante (“Entre Cemento y el Colón hay apenas veinte cuadras de diferencia, no más”) a la que aparatosamente el director artístico de la sala, Darío Lopérfido, confrontó con la charada de poner en duda el concierto. El mejor show argentino del año, para los votantes de esta encuesta, pudo no ser.

Extrañeza, la puesta colonial fue una recodificación de lo previamente decodificado, un concepto modulado y demodulado: la puesta sobre tablas de un disco que fue registro de audio de un show televisivo. Entre espirales, la gira de Babasónicos –sin necesitarlos para imponerse, sumaron votos por los shows en el Opera y el Coliseo platense– presentó otro desafío. Tanto de orquestación y de performance como de expectación: hubo que acostumbrarse a nuevos timbres, al plan aposentado, a los caireles y las butacas aterciopeladas. En cierto punto, ni Adrián ni los públicos completaron la adaptación de su conductas físicas. En el Colón, Dárgelos fue un alegre vagabundo de la noche, se negó en toda la gira a irla de crooner o a impostar severidad. La música aplicó todo lo que se podía arreglar (hoy, ayer, mañana) de muchas de las canciones cruciales de los últimos 25 años. El contexto, de imponencia explícita e inmediata, no resultó tan distinto: lo que nos importaba era (es) Babasónicos.